Por Sergio Rodríguez Gelfenstein
En 2015, Yemen, un país desconocido para muchos en Occidente, inició una guerra en defensa de su soberanía que estaba siendo amenazada por una alianza intervencionista liderada por Arabia Saudí. El pueblo yemení tuvo que pagar con la vida de casi 400 mil de sus hijos para mantener su independencia. Muchas personas se han preguntado cómo ha sido posible que un país considerado el más pobre de Asia occidental haya sido capaz de resistir y vencer a una coalición formada por algunos de los países más ricos del planeta.
Aunque el conflicto se ha prolongado por casi una década, parece haber llegado a una situación que podría llevar a un posible cese del mismo. Si bien se mantiene una situación tensa y acciones bélicas de diferente índole, ha habido una reducción de las acciones militares en los últimos meses. Ya no es una guerra total, pero tampoco ha llegado la paz. Bajo mediación de China, Arabia Saudí e Irán se reconciliaron, allanando el camino para la superación de varios conflictos en el Asia Occidental y el norte de África. Aparentemente, el de Yemen es uno de ellos.
Ahora, tras la invasión israelí a Gaza, Yemen, junto al movimiento libanés Hezbollah y otras fuerzas revolucionarias árabes y musulmanas han asumido un papel activo en solidaridad con Palestina. Una vez más, Yemen ha sorprendido a todos al tomar decisiones que no solo tienen impacto local, también regional y global. De nuevo, el mundo se ha preguntado cómo ha sido posible que ello ocurriera. En dos entregas, voy a dar a conocer algunos elementos que le permitan a los lectores conocer a Yemen, saber de la histórica lucha y el heroísmo de su pueblo a fin de ayudar a entender el alcance y la dimensión de la decisión yemení de apoyar con todos los recursos a su alcance la justa lucha del pueblo palestino.
La república de Yemen está ubicada en un lugar estratégico del planeta, en una región de confluencia de rutas comerciales que conectan Asia, la zona oriental de África y el Mediterráneo. Su territorio, situado en las costas del mar Arábigo y a las puertas del mar Rojo, domina el estrecho de Bab el Mandeb, colocándolo en un lugar privilegiado del globo terráqueo sobre todo a partir del siglo XX cuando, por una parte se descubrieron en la región grandes yacimientos de energía (petróleo y gas) y por la otra, al considerar el enorme crecimiento económico y desarrollo de Asia Oriental que transformaron a Yemen en paso obligado de la mayor parte del comercio mundial.
Las antiguas ciudades del territorio se unificaron en la antigüedad en el bíblico reino de Saba. Ya desde ese momento comenzó la lucha de los habitantes de la actual superficie yemení por su liberación e independencia, al tener que enfrentar al imperio romano en el siglo I de nuestra era. La poderosa Roma fue derrotada en su intento de dominación.
A diferencia del resto de la península arábiga, el actual Yemen poseía una vegetación prodigiosa que le proporcionaba grandes riquezas a su población por las grandes posibilidades de consumo y comercio que ofrecía. Así, se le atribuye al matemático griego Ptolomeo la denominación de Yemen como la “Arabia feliz”.
En el transcurso de la historia, los yemeníes tuvieron que luchar con himyaritas que desde su religión judía persiguieron a la mayoritaria población cristiana hasta la intervención de los etíopes en el siglo VI. El islamismo llego a la región durante el siglo VII comenzando a configurar una cultura que se sustentaba en la imbricación de variados saberes que hicieron grandes aportes a la humanidad.
No obstante, durante muchos siglos, Yemen se mantuvo al margen del desarrollo cultural y económico que estableció el islam. Fue en el siglo XV cuando el territorio del actual Yemen comenzó a cobrar valor estratégico. En su afán de expansión comercial, los europeos iniciaron la dominación de territorios a lo largo y ancho del planeta. Los primeros europeos en llegar a la región fueron los portugueses que dominaron al país a fin de controlar la vía marítima que les permitía el comercio de especies desde Asia a Europa a través del mar Rojo.
En el siglo XVI se inició la conquista otomana con la ocupación de algunos lugares en la costa del mar Rojo, mientras el interior del país y la costa sur permanecieron independientes, gobernados por un imán. Poco después los ingleses hicieron su aparición en la zona, al instalar un puesto de la Compañía de las Indias en el puerto de Moka en el mar Rojo.
En el siglo XIX los británicos expandieron su presencia al ocupar todo el extremo sudoccidental instalándose en 1839 en Adén, el mejor puerto de la región al mismo tiempo que en 1872 los turcos consiguieron consolidar el dominio en el interior del país, para lo cual instalaron de facto una monarquía hereditaria en el nombre de un imán local. Esta división hizo de hecho, que Yemen se partiera en dos países
Hacia 1870, con la inauguración del Canal de Suez y la consolidación del dominio turco sobre el norte de Yemen, Adén adquirió nueva importancia para la estrategia global británica: era la llave del mar Rojo y, por lo tanto, del nuevo canal.
A principios del siglo XX, Turquía y el Reino Unido marcaron una frontera entre sus territorios, que pasaron a llamarse Yemen del Norte y Yemen del Sur, respectivamente. En 1934 Inglaterra se aseguró el control de todo el sur del país, hasta la frontera con Omán.
Durante la Primera Guerra Mundial, el Imán se alió con el Imperio Otomano y se mantuvo fiel a él hasta el fin de la guerra, cuando la derrota de los turcos, le permitió a Yemen recuperar su independencia en noviembre de 1918. No obstante, Gran Bretaña, tras reconocer la independencia de Yemen, en 192, convirtió a Adén en un protectorado y en 1937 en colonia. Una vez más los yemeníes tuvieron que recurrir a la lucha armada por la independencia. En 1940 surgió el movimiento nacionalista “Yemen Libre” para luchar contra el control del país por los imanes que se habían aliado con Gran Bretaña.
La lucha tomó caminos separados en el norte y en el sur. En 1962 en el norte se creó la República Árabe de Yemen mientras, mientras que en el sur, el Frente de Liberación Nacional, creado en 1963, tomó Adén en 1967 y proclamó la independencia, iniciando una revolución socialista.
Yemen del Sur pasó a llamarse República Democrática Popular del Yemen, clausuró todas las bases británicas en 1969, tomó control de la banca, el comercio exterior y la industria naval, al mismo tiempo que emprendió una reforma agraria. En política exterior, mantuvo una estrecha alianza con la Unión Soviética. Así mismo , promovió una abierta lucha anti sionista y de apoyo al pueblo palestino.
En octubre de 1978, en un congreso que contó con considerable apoyo de la población, el Frente de Liberación Nacional fundó el Partido Socialista de Yemen. En diciembre se realizó la primera elección popular desde la independencia, para designar a los 111 integrantes del Consejo Revolucionario del Pueblo.
Desde los primeros años de su existencia, la República Democrática Popular de Yemen, el país tuvo que enfrentar la permanente hostilidad de Arabia Saudí que aspiraba a controlar partes del territorio, precisamente aquellas en las cuales se habían descubierto yacimientos de petróleo. Las tensiones se agravaron ante la creciente presencia militar estadounidense en Arabia Saudita.
Mientras tanto, en el norte, el Frente Nacional Democrático (FND), que agrupaba a todas las fuerzas progresistas del país desarrollaba la lucha armada contra Alí Abdullah Saleh, que había llegado al gobierno en 1978. Cuando el FND estaba a punto de tomar el poder, Arabia Saudí intrigó para que el conflicto se desviara hacia una guerra contra la República Popular Democrática de Yemen. La mediación de algunos países árabes propiciaron un alto al fuego y un acuerdo por el cual se reanudaron las negociaciones para la reunificación, suspendidas desde 1972.
Finalmente, el 22 de mayo de 1990, ambas repúblicas se unieron formando la República del Yemen que estableció que la capital política fuera Sana’a (ex capital de la República Árabe de Yemen) y se designó capital económica a Adén (ex capital de la República Democrática Popular del Yemen). En sesión conjunta de las Asambleas Legislativas de ambos Estados realizada en Adén, se eligió un Consejo Presidencial dirigido por el general Alí Abdullah Saleh. La unificación de Yemen no fue bien vista por Arabia Saudí por lo que inició una política de apoyo a la secesión. En mayo de 1994, los secesionistas proclamaron una república de Yemen en el sur del país, pero fueron derrotados por fuerzas leales al gobierno.
Entre junio y agosto de 2004 hizo su irrupción un movimiento que expresaba las creencias de una rama específica del islam de orientación chií: los zaiditas, cuyo líder era el clérigo Hussein al-Houthi. En honor a él, tras su muerte en combate en septiembre de ese año, el movimiento asumió la denominación de hutí, huthi o Ansarolá (partidarios de Dios). Aunque esta corriente es expresión de una minoría en Yemen, su historia no es reciente, se remonta a mediados del siglo VIII. El zaidismo se identifica por una mayor preparación de sus miembros y está asociado a la lucha por la justicia y a la defensa de la ética musulmana. Esta ideología, sumada a la posición de marginalidad a la que se vieron sometidos después de perder el poder en 1962, vendría a conformar el sustrato en el que se desarrollaría el pensamiento hutí a futuro
La lucha de los hutíes contra el gobierno prooccidental y pro saudí de Alí Abdullah Saleh fue larga y sangrienta. Debieron acudir a las armas en cinco ocasiones entre 2006 y 2008 en defensa de su territorio en el norte del país hasta que comenzaron a ensanchar su base de apoyo y el espacio geográfico bajo su control. En 2009, Saleh intentando detener a los hutíes, recurrió al apoyo de Arabia Saudí.
Para los hutíes, el hecho de que un país como Arabia Saudí de corriente wahabí, extremadamente conservadora, estuviera presente y se inmiscuyera en los asuntos del país fue visto como una amenaza a la soberanía de la nación en general y a la suya como minoría en particular. A partir de ese momento, su lucha, que tenía un carácter estrictamente interno, se transformó en enfrentamiento contra la intervención extranjera.
Aunque en un primer instante los combatientes hutíes sufrieron duras derrotas, incluyendo (como se dijo antes ) la caída de su máximo líder, se fueron fortaleciendo en el tiempo y a partir de 2011, bajo el nuevo liderazgo del hermano menor de al-Houthi, Abdul Malik, comenzaron a propinar importantes reveses al enemigo. La retórica antiimperialista y antisionista se fortificó al identificar a Arabia Saudí como socio ejecutor de los planes de Estados Unidos e Israel en la zona.
La mal llamada “primavera árabe” tuvo especial influencia en el crecimiento del apoyo al pensamiento hutí en su lucha contra el gobierno represivo de Saleh. En Yemen el movimiento telúrico que agitó a parte importante del mundo árabe, tuvo una respuesta mucho más organizada que en los países vecinos. Ante la fuerza de las protestas, Saleh huyó del país y se refugió en Arabia Saudí siendo reemplazado por su vicepresidente, Abdo Rabu Mansur Hadi, que intentó poner orden en el país al llegar a un acuerdo con facciones opositoras a Saleh “para cambiar todo sin cambiar nada”, dejando por fuera al movimiento hutí.
A finales de 2014, los hutíes decidieron iniciar la ofensiva sobre la capital. En este contexto, Saleh – sorpresivamente en un intento por recuperar el poder- estableció una alianza con los hutíes para enfrentar a Hadi. Los hutíes, que no habían apoyado los acuerdos de paz suscritos por Hadi, se aliaron con el que fuera su mayor enemigo para tomar la capital. La Guardia Republicana, fuerza leal a Saleh, favoreció la entrada de los hutíes a Sana’a. Hadi huyó a Riad, la capital saudí, desde donde “dirige” los territorios aún no controlados por Ansarolá, actuando en realidad como un títere de la monarquía wahabí.
Ya en el poder, los hutíes formaron un Comité Revolucionario para dirigir el país. Así mismo, se vieron obligados a combatir simultáneamente con las fuerzas terroristas de Al Qaeda y con Arabia Saudí que los protege.
Saleh consideró que los hutíes no habían cumplido los acuerdos que según él, significaban que debía asumir el poder nuevamente y con apoyo saudí, se volvió contra ellos. Al consumarse la traición, los hutíes atacaron la casa de Saleh, ajusticiándolo en la acción.
Desde Riad, Hadi pidió la intervención saudí en Yemen. Ante tal solicitud, la monarquía saudí organizó una coalición de países suníes para lanzar en 2015 la operación “Tormenta Decisiva”, estructurada a partir de ataques aéreos sobre los principales enclaves controlados por los hutíes que se saldaría con miles de muertos
Esa acción que fue prevista como una ofensiva definitiva para hacerse con el control del país, a fin de lanzar una segunda operación denominada “Restaurar la Esperanza” centrada más en el acercamiento diplomático. En realidad, la actividad bélica no cesó en ningún momento, al contrario, las acciones terrestres, aéreas y marítimas de la alianza se vieron reforzada por un bloqueo naval que impidió la entrada de ayuda internacional, sumiendo al país en la peor crisis humanitaria de la historia hasta que se desataron las actuales acciones sionistas en Gaza ambas con apoyo explícito de Estados Unidos.
Los hutíes haciendo uso de un amplio margen de maniobra sustentado en un mayor y mejor conocimiento del terreno y esgrimiendo tácticas de guerra de guerrillas inspirados -según ellos- en la lucha de liberación de Vietnam y “los movimientos de resistencia en América Latina”, demostraron gran capacidad para golpear a un ejército invasor sin disposición ni moral de combate y carentes de disciplina y motivación para la batalla. Así mismo, la amplia procedencia de los soldados de la coalición que ha incluido la participación de un muy numeroso contingente de mercenarios contratados por empresas privadas, han mermado la capacidad combativa de la alianza vanguardizada por Arabia Saudí
Riad recibió contundentes golpes incluso en su propio territorio, cuando las operaciones combativas de Ansarolá se trasladaron a la profundidad de la geografía saudí a través de un avanzado sistema de ataque a partir de drones y misiles de largo alcance que alcanzaron cuarteles de las fuerzas armadas, refinerías de petróleo y obras de infraestructura crítica a distancias muy lejanas de la frontera común.
Continuará…