Por Sergio Rodríguez Gelfenstein
El ascenso en la conflictividad entre Israel y Palestina ha llegado en los últimos días a un nivel jamás antes alcanzado en muchos años. Los medios transnacionales de información aducen que la reciente escalada se produjo por la indignación de los palestinos ante lo que consideran un inaceptable cercenamiento de sus ya conculcados derechos y las limitaciones impuestas por Israel en Al Quds durante el Ramadán que tuvieron continuidad en el desalojo de Sheikh Jarrah un barrio árabe. Es probable que estos hechos hayan sido un detonante para la explosión social producida, pero, ¿cree alguien ese puede ser el trasfondo del conflicto en su etapa actual?
Hasta el pasado fin de semana los ataques israelíes en Gaza han dejado al menos 212 palestinos muertos, entre ellos 61 niños y 36 mujeres, y más de 1000 heridos, mientras que entre los israelíes al menos diez personas han muerto, incluidos dos niños, y decenas resultaron heridos. ¿Puede algún analista militar explicar un conflicto en el que de 222 fallecidos, 63 sean niños, es decir el 28,3%? y que las bajas fatales ¿sean en un 95,5% de una de las partes?
Evidentemente, la respuesta a estas preguntas y la explicación a estos hechos no se pueden encontrar en un análisis de la coyuntura, ni tampoco a partir de criterios militares. Desde mi punto de vista, se hace necesario tratar de buscar el sustento político estructural de los acontecimientos a fin de encontrar pistas que expliquen la dramática decisión del pueblo palestino de enfrentar a Israel en toda la línea. Así mismo, es necesario entender la situación de Israel y su papel como agente principal de la implantación geopolítica de Estados Unidos en la región, utilizando para ello una ideología racista, excluyente y supremacista.
No podemos en esta ocasión -entre otras cosas porque lo hemos hecho en otros trabajos y porque ocuparía mucho espacio- explicar los antecedentes históricos de las diferencias entre judíos y musulmanes, sobre todo porque tienen un origen bíblico. Pero es válido aclarar que este no es un problema entre judíos y musulmanes, ni tampoco entre judíos y árabes. Los hechos que han ocurrido son la expresión de la resistencia de un pueblo ante el avasallamiento de una camarilla que ha intentado implantar el sionismo como doctrina que expresa el sentir del pueblo judío.
Se trata de un conflicto entre sionistas y palestinos surgido a finales del siglo XIX, que se insertó en la dinámica de la guerra fría -por los intereses de las potencias- en el siglo XX y que una vez, desaparecida la Unión Soviética, siguió su curso por la necesidad de Estados Unidos de mantener un portaviones que le asegure el conflicto y la guerra en una región que es la mayor compradora de armas del mundo y la que posee la mayor cantidad de reservas de energía…todo ello sin importar los anhelos, las decisiones, los sentimientos y las razones del pueblo palestino. Vale decir que judíos y árabes vivieron juntos y en paz en esa zona durante muchos siglos.
En el contexto actual, el conflicto tiene varias dimensiones, una de ellas es la política-social que se manifiesta por la debilidad de varios actores claves de la pugna. En primer lugar, la impotencia de Estados Unidos (máximo protagonista de la contienda) en el esfuerzo por mantener el status quo en la región. Además de los problemas internos que tras el fin de la administración Trump dejaron un país fracturado socialmente, e inserto en una grave crisis económica y de salud, Washington enfrenta la creciente presencia y prestigio de China y Rusia en el escenario internacional.
Así mismo, no ha podido controlar la progresiva influencia del Eje de la Resistencia vanguardizada por Irán en Asia Occidental, al mismo tiempo que pierde autoridad y capacidad de asistencia distinta de la militar en Asia y África. Hasta en América Latina y el Caribe considerado como su “patio trasero” además de la resistencia de Cuba, Nicaragua y Venezuela, asiste impávido a una rebelión anti neoliberal en la región en la que sus otros portaviones, Colombia y Chile hacen aguas ante la avalancha liberadora de sus pueblos, al mismo tiempo que dos de los tres países más grandes México y Argentina, apuestan por el encuentro y la integración potenciadora de la región en el mundo.
En el caso del Asia Occidental y la África musulmana, Estados Unidos ha apostado por la normalización de relaciones entre sionistas y regímenes autoritarios, casi todos monárquicos, a fin de proporcionar un colchón de seguridad al régimen de Tel Aviv dándole oxígeno para que éste pueda volcarse al exterminio del pueblo palestino como forma de expandir el territorito que ocupa por la fuerza para colocar asentamientos ilegales en tierras usurpadas.
En segundo plano, se manifiesta la cada vez mayor debilidad interna del Estado sionista. En el frente político, la necesidad del primer ministro Benjamín Netanyahu de sostenerse en el poder a cualquier precio, ha conducido a un gobierno inestable que no logra consolidar una administración que proporcione gobernabilidad y paz a sus ciudadanos.
Hasta Avigdor Lieberman exministro de relaciones exteriores y ex aliado de Netanyahu cuestionó desde una posición todavía más extrema la debilidad de Israel, bajo el liderazgo de Netanyahu ante las recientes acciones de los grupos de la resistencia palestina contra los territorios ocupados. El ex ministro alerta sobre un eventual conflicto con Irán y/o el Hezbolá libanés. En una entrevista con el canal 12 de la televisión israelí, Lieberman se preguntó si “…en el mundo árabe nos miran y se dicen a sí mismos que si la situación es así contra Hamas ¿cuál será la situación real de Israel contra Hezbolá e Irán?”.
De esta manera, Lieberman (que también fue ministro de defensa) ponía en duda la capacidad de Israel para enfrentar exitosamente una guerra simultánea en varios frentes si se produjera una gran coalición musulmana para apoyar a los palestinos. De la misma forma, este punto de vista establece el absurdo –según él- que significa someter a Israel a esa prueba solo para que Netanyahu se mantenga en el poder y evite ir a la cárcel por las decenas de casos de corrupción por los que está siendo investigado. Al final, subyace la idea de que la agresión contra el pueblo palestino solo responde a intereses de orden interno. Lieberman lo dijo claramente: “El objetivo estratégico de esta ronda de conflicto es mejorar el estatus de Netanyahu entre el público israelí, para arrastrarnos a las quintas elecciones” insinuando que podría ser él quien pueda formar un gabinete que dé por terminada la parálisis política que enfrenta la administración sionista desde 2019.
A esto habría que sumarle las fuertes contradicciones entre Netanyahu y el bloque ortodoxo que a cambio de darle su apoyo para sostenerlo en el poder, exige condiciones cada vez más inaceptables por el gobierno, como no pagar impuestos y no servir en el ejército, frenando y hasta paralizando la modernización de Israel lo que ha contribuido a su debilitamiento.
Otra expresión de la languidez del país se manifiesta al interior del ejército cada vez más reacio a involucrarse en el genocidio del pueblo palestino. A las decenas de soldados que se niegan a prestar el servicio militar, desertan y hasta huyen del país, habría que agregar que este desaliento está haciendo carne en ciertos sectores de oficiales que observen que ya no tienen la superioridad bélica de antaño y que el poderío militar de las organizaciones palestinas está aumentando hasta poner en jaque el dispositivo militar sionista.
En una entrevista para la agencia turca Anadolu, el ex piloto de la Fuerza Aérea israelí, Yonatan Shapira, quien fue dado de baja del Ejército de su país en 2003 y hoy vive exiliado en Noruega afirmó que el Gobierno israelí y los comandantes del Ejército son “criminales de guerra”. Shapira inició una campaña que ha alentado a otros militares israelíes a renunciar debido a diferencias de opinión con las políticas del país. Según afirma, como resultado de la campaña ”27 pilotos militares renunciaron a sus puestos en la Fuerza Aérea de Israel desde 2003”. El ex piloto señala que: “Cuando eres niño en Israel, eres educado de manera militarista y sionista. No sabes casi nada sobre Palestina, no sabes sobre el Nakba de 1948, no sabes sobre la opresión en curso”. Solo somos enviados a “lanzar misiles y bombas en centros de ciudades palestinas” Shapira dice que descubrió que sus acciones eran actos de terrorismo y que la ocupación de Palestina es un crimen de guerra por lo que muchos oficiales de las fuerzas armadas no están dispuestos a seguir participando.
De la misma manera, Gonen Ben Yitzhak, un ex oficial de la agencia israelí de inteligencia “Shin Bet”, en una entrevista con Hebrew Channel 13 aceptó con amargura que “el estado de ocupación había fracasado en el enfrentamiento actual con la resistencia palestina”, y aseguró que: “Hagamos lo que hagamos, esta vez no habrá victoria, hemos sido derrotados”.
En el mismo contexto, el comandante del sector oriental en el sur del Líbano Kobi Marom, afirmó que el ejército israelí “no tiene la capacidad de derrotar a Hamas, y no puede hacerlo desde el aire”. La opinión generalizada de muchos altos oficiales de las fuerzas armadas es que nuevamente han destruido Gaza y masacrado a su gente, pero no han podido derrotarlos.
Por su parte, Shimon Scheffer analista político del periódico israelí Yediot Aharonot escribió: En nuestro caso, […] también, se debe decir la verdad: incluso después de que la Fuerza Aérea destruyó toda Gaza, pero fallamos para derrocar al régimen de Hamas. Incluso después de que se anuncie el alto al fuego, los cohetes continuarán disparando hasta por una hora. Como en el pasado, es posible que ganemos algunos momentos de tranquilidad hasta la próxima ronda de combates”.
El miércoles 19 cuatro cohetes fueron disparados desde el Líbano hacia áreas cercanas a Haifa y Haakriot en el norte de Israel, lo que podría ser causa de una dura respuesta sionista, sin embargo el analista militar del Canal 13 de Israel, Alon Ben David comentó que: “No estamos en condiciones de iniciar un incidente allí. Debes comprender lo que sucedió allí, pensar bien y luego tomar decisiones. Asumo que esto es lo que harán. No debes apresurarte a responder de inmediato a tal incidente”. Ben David que fue reportero militar durante la primera intifada opinó que “Hemos sido disuadidos por Hizbulá durante casi 15 años. Israel no tiene interés en entrar en una batalla con el Líbano ahora, porque la mayoría de las fuerzas regulares y el sistema de defensa antiaérea están en el sur, además de la falta de municiones”, agregando con pesar que: “No podemos hacer nada en el norte, mientras que la mayoría del ejército regular y el sistema de defensa antiaérea están en el sur”
El poder militar de Israel se ha fraccionado. Hoy es ostensible un descenso en su capacidad militar, mientras que desde 2006 la resistencia árabe se viene preparando, mejorando su armamento y su capacidad combativa. Los palestinos fueron capaces de paralizar los aeropuertos, los puertos y el comercio en Israel. Eso nunca antes había ocurrido.
En este contexto, el gabinete israelí se reunió el pasado domingo 16 ante un creciente temor de que se produzca una escalada de múltiples frentes, lo cual genera “una profunda preocupación, especialmente porque esto tiene lugar en paralelo a la continua batalla en Gaza” según informó el periódico Israel Hayom. La prensa manifiesta que las agencias de seguridad del régimen sionista consideran que los bombardeos aéreos son un expediente agotado y que la única continuidad posible de las operaciones podría ser por vía terrestre, lo cual haría entrar el conflicto en una dimensión de consecuencias incalculables.
Por esa razón, algunos funcionarios de alto nivel estiman que Israel debe cambiar su punto de vista y proponer a los mediadores la búsqueda de un alto al fuego. Según el canal de televisión libanés Al Mayadeen, el domingo 16, un alto funcionario político israelí informó al analista Barak Rafid, que se comenzaría a verificar “un movimiento en la posición israelí con respecto al alto el fuego y el fin de la operación”.
La tercera arista del asunto tiene que ver con la debilidad del Consejo de Cooperación del Golfo formado por las monarquías árabes del Golfo Pérsico y de la autoridad de Arabia Saudí en el liderazgo del mundo árabe y musulmán. Esto se manifiesta –entre otras cosas- por la incapacidad de la alianza entre Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos para dar por finalizada de forma triunfal la invasión a Yemen. En realidad lo que ha ocurrido es una profunda división entre ambos, la verificación de contradicciones insalvables en el manejo de la guerra, mientras que, por el contrario, los avances militares, diplomáticos y políticos de los rebeldes hutíes del Yemen son paulatinos.
Esto hace que la ruta petrolera marítima del Golfo Pérsico, el Golfo de Adén y parte del Mar Rojo estén bajo vigilancia de Irán y su aliado Yemen, lo cual se ha verificado en la imposibilidad de que barcos estadounidenses y sionistas puedan actuar a sus anchas en las cercanías de las aguas territoriales iraníes. Además, desde el punto de vista estratégico, el control por parte de Irán de esa importante arteria comercial marítima fija una espada de Damocles a los países petroleros árabes ribereños del Golfo Pérsico en caso de que se desate una guerra en la región.
Por otro lado, esta debilidad de estos países, actores relevantes en el conflicto palestino-israelí ha comenzado a producir un cambio en la correlación de fuerzas regional y transformaciones insospechadas hace sólo unos meses en los vínculos entre actores recientemente enfrentados. Es así, que la alianza estratégica Arabia Saudí-Egipto (uno de los ejes sobre el cual giraba la política regional) está dando paso a una impensada coalición entre Egipto y Turquía otrora enemigos y ahora cercanos, lo cual potenciaría en gran medida la resistencia palestina.
En la misma dimensión o tal vez incluso en un nivel superior, hay que colocar el acercamiento entre Arabia Saudí e Irán que reúne igualmente a dos grandes potencias regionales ubicadas en las antípodas desde la mirada suní y chií del islam respectivamente, lo cual los había colocado en posiciones antagónicas en su política regional y que hoy están desarrollando un amplio marco de diálogo que vislumbra la posibilidad de potenciar procesos en la región, en primer lugar el apoyo a la causa palestina.
Toda esta situación ejerce gran influencia entre los pueblos árabes y musulmanes, en particular en el papel que pueda jugar Irán y el Eje de la Resistencia en la potenciación del conflicto estratégico con Estados Unidos e Israel su representante en la región. La jugada de Estados Unidos fue buscar la normalización de las relaciones entre países árabes e Israel, lo cual puede ser muy peligroso para la causa palestina.
Los pueblos de los países que normalizaron sus relaciones con Israel se comenzaron a preguntar ¿ qué había ocurrido para que el enemigo ahora sea amigo? ¿Cómo los gobiernos de esos países convencen a sus pueblos que la situación cambió? Sin que puedan encontrar respuestas creíbles y aceptables. Ubicados en lugares contrapuestos están los pueblos de los países que resisten. Yemen, dice que está saliendo victorioso de su batalla contra los invasores gracias a Irán, Líbano opina que puede resistir la presión sionista gracias a Irán; Siria ha impedido el derrocamiento de su gobierno y ha logrado la casi total victoria contra las organizaciones terroristas con el apoyo de Irán; Irak se ha atrevido a abogar unánimemente por la retirada de Estados Unidos del país gracias a la alianza estratégica que ha establecido con Irán. Y estamos hablando de un país acosado, agredido, sancionado y saboteado a pesar de lo cual ha tenido la capacidad para ejercer un influjo positivo en la voluntad de resistencia y lucha de los pueblos…pero faltaba Palestina.
Hay que recordar que la respuesta a las acciones agresivas de Israel contra los palestinos se produjeron el jueves 6 de mayo, día anterior al último viernes de Ramadán cuando se conmemora el Día Mundial de Al Quds y hay que rememorar que esa celebración surgida en 1979 -hoy mundialmente aceptada- fue una iniciativa del Ayatola Jomeini en Irán como manifestación de solidaridad con el pueblo palestino y de oposición al sionismo y al control israelí de Jerusalén.
Para nadie es un secreto, que ni los palestinos ni los musulmanes han renunciado a la recuperación de la ciudad santa y sagrada de Al Quds para los árabes, Jerusalén para los judíos y los cristianos. Israel quiere instalar ahí su capital. Esta diferencia sustancial solo se puede “solucionar” a través de una gran guerra, de no mediar el cumplimiento de las resoluciones de Naciones Unidas y el respeto a acuerdos internacionales que permitan una solución pacífica favorable para árabes y judíos. El principal obstáculo es el sionismo.
Los hechos acaecidos en las últimas dos semanas son la expresión de la preparación de los palestinos y los pueblos árabes para esa gran guerra cuyos únicos responsables- en caso de producirse- serán Estados Unidos y el régimen sionista. Los días recientes han sido testigos de los ataques con misiles a Israel desde Gaza, la lucha anti ocupación de los árabes de Cisjordania y las ciudades mixtas dentro de Israel.
Así mismo, se han observado grandes conglomeraciones de ciudadanos árabes que se solidarizan activamente en las fronteras de Jordania y Egipto con Israel en el Sinaí. En Líbano, Hezbollah se encuentra en alerta máxima ante los provocadores ejercicios militares de Israel en el norte del territorio ocupado que incluso han ocasionado la muerte de un joven libanés. Por su parte, en Siria, las Fuerzas Armadas y el pueblo de ese país están listos para recuperar el territorio de 1200 km² arrebatados desde 1967 por Israel en los Altos del Golán y que la ONU considera un territorio ocupado. El pasado 22 de abril se produjo un ataque de misiles desde Siria contra Israel, uno de los cuales penetró el hoy bastante desmerecido “Escudo de Hierro” israelí haciendo impacto en las cercanías de la central nuclear israelí de Dimona, ubicada en el desierto del Negev.
Todo esto podría considerarse como preparativos para la gran guerra, en la que árabes y musulmanes consideran que tienen un papel que jugar. Tal situación debería ser considerada un alerta y una señal para Israel si pretende preservarse y preservar a su pueblo. Uno de las más ostensibles consecuencias de esta confrontación de las últimas dos semanas es que los palestinos han perdido el miedo y se los han traspasado a los israelíes cuyo gobierno hoy ya no les puede garantizar la estabilidad y la tranquilidad que ostentaron durante décadas. Difícilmente la podrán volver a tener en el futuro. Se tendrán que acostumbrar a vivir en el marco de una virtual guerra que puede estallar en cualquier momento.
¿Qué va a pasar si todos los árabes con el poder construido hasta ahora decidieran recuperar Al Quds? Entre los árabes la región formada por Egipto, Jordania, Siria y Líbano es llamada “el alicate”, solo falta Palestina para cerrarlo. En esta ocasión la movilización fue mucho más allá que la de el pueblo palestino solo.
Hace aproximadamente un año y medio, en un discurso, el líder del Hezbolá libanés, Hassan Narrallah adelantó que era posible que en el futuro se produjera una guerra muy fuerte que iba a ser necesaria para evitar el exterminio del pueblo palestino anunciando que se estaban preparando para ella. Dijo que era un escenario probable “objetivamente hablando”, asegurando que lo que decía no era una invención alarmista, pero también afirmó que era posible que esa guerra no se concretara.
Este último escenario se podía producir si Estados Unidos entretenido en sus juegos de guerra, se debilitaba internamente en tal magnitud que podría perder capacidad de influir de manera decisiva en una confrontación de estas dimensiones, lo cual generaría una situación favorable para los árabes, en la que a Israel no le quedaría más “que hacer las maletas y marcharse”. Concluyó aseverando que, lo único posible para evitar la guerra y lo mejor era realizar un referéndum consultivo para que toda la población que vive en Palestina, árabes, judíos, cristianos y no creyentes decidan como quieren vivir, creando una convivencia y un ambiente de paz que permitan la prosperidad y la felicidad.