Por Sergio Rodríguez Gelfenstein
Durante los meses finales del año pasado escribí dos artículos en meses sucesivos bajo los títulos “¡Arde América Latina!” y “Algunas reflexiones sobre los recientes acontecimientos en la región” en los que observaba que comenzaban a soplar tenues vientos de cambio. Al respecto, varios lectores me escribieron con opiniones que iban desde “gracias por transmitir optimismo” hasta “¿es posible ser optimistas?”.
Uno de esos artículos finalizaba diciendo que la participación popular que los gobiernos progresistas habían generado en la región en los primeros quince años de este siglo permitirían que emergiera un “nuevo liderazgo que llevará la lucha a estadios superiores hasta lograr la independencia y la libertad definitiva”.
Hoy, un año después, vengo a ratificar que tal mirada fue correcta a la luz de los acontecimientos ocurridos en el continente en días recientes. No se trata de ser optimistas solo por razón de vida, también de la observación de hechos reales sometidos a la lupa de un análisis dialéctico que estudia acontecimientos que van negando los anteriores y que van produciendo cambios cuantitativos que transforman la calidad de la lucha.
Durante un fin de semana victorioso que tuvo en las elecciones de Bolivia el eje de su influjo transformador, los pueblos de América Latina comenzaron a hacer patente el despertar después que la noche neoliberal se reinstaló en la región a partir de 2015. Como dijimos hace un tiempo atrás, esta vez no tendrían que esperarse 25 años como los que transcurrieron desde el derrocamiento del presidente Allende en 1973 hasta la victoria del Comandante Chávez en 1998.
América Latina no se ha rendido, lo hicieron sus élites plegadas ciegamente a Estados Unidos, país en el que las propias organizaciones populares y sociales y sus intelectuales comienzan a preguntarse si efectivamente viven en democracia. El espíritu de lucha al sur del Río Bravo no ha cejado, solo ha hecho una pausa para desperezarse, estudiar las nuevas condiciones que la derecha conservadora y fascista de la región le ha impuesto a la política y a partir de ello, entender que –como siempre ha sido- la organización, formación y movilización son los instrumentos adecuados para romper el bloque neofascista al que ya no le alcanza la democracia representativa para sostenerse en el poder.
El fin de semana pasado comenzó con la multitudinaria celebración en Argentina del día de la lealtad peronista el sábado 17. Las limitaciones propias de la pandemia no impidieron que esa variopinta gama de ciudadanos y ciudadanas que se agrupan bajo las ideas del general Perón, dieran una contundente muestra de apoyo al gobierno, el que a pesar de su ambigüedad en algunos temas, se está esforzando por recuperar el país del desastre cuatrienal de la derecha neoliberal que gobernó entre 2015 y 2019.
Es imposible entender a Argentina al margen del peronismo, se sabe que hay corrientes neoliberales y de derecha en su interior que poco se diferencian del gobierno de Macri y que no tienen el menos desparpajo en lamer las botas del imperio, pero me quedo con las palabras de Emilio Pérsico, secretario general del Movimiento Evita quien el sábado dijo que “el peronismo es revolucionario porque les dio poder a los que no tenían poder e incorporó a los trabajadores a la política”, asegurando que “sigue vigente en los trabajadores y los humildes de la patria”.
El domingo 18 fue un día de jolgorio y victoria para la región. En Chile una multitudinaria manifestación conmemoró el primer aniversario del inicio de la lucha por la recuperación de la dignidad y la patria. Cientos de miles de personas se movilizaron para expresar su oposición a la estructura extrema del neoliberalismo en un país que se consideraba el modelo a seguir porque era administrado por “socialistas” y “cristianos democráticos” que dieron continuidad al legado de Pinochet bajo la atenta vigilancia de unas fuerzas armadas y de seguridad también modeladas por el dictador.
El imperecedero espíritu de combate del pueblo chileno esta presente hoy cuando recogiendo las mejores tradiciones de su historia, las jóvenes generaciones enarbolan sus propias banderas al mismo tiempo que desde perspectivas novedosas están haciendo surgir un liderazgo y una organización- frágil todavía- pero que ha conseguido obligar al sistema a organizar un plebiscito tramposo, pero que –en los hechos- es un nuevo escenario de combate que puede conducir a luchas superiores y decisivas. Como se señala en las manifestaciones. “Chile ya no es el mismo”.
Ese día en Colombia, la Minga formada por miles de indígenas y campesinos entró en Bogotá donde fue calurosamente recibida por los ciudadanos de la capital. A lo largo de su recorrido desde el sur del país fueron aclamados en campos y ciudades por mujeres y hombres que se sentían identificados con la decisión de los marchistas de querer hablar con el presidente, solo para pedirle que no los sigan matando.
La opinión de Álvaro Uribe respecto de esta forma de lucha está presente en un tweet del 6 de abril de 2019 cuando dijo: “Es preferible cerrar esa carretera dos años, mejorar y cuidar la alterna que firmar acuerdos con la minga apoyada en el terrorismo”. Cuando en un país luchar por el derecho a la vida es considerado por las élites un acto de terror, estamos ante una situación que el escritor colombiano Santiago Gamboa denomina “festín del odio democrático”.
Con todo, el movimiento de protesta contra Iván Duque que gobierna en representación de Uribe ha llevado a la realización hoy miércoles 21 de octubre de un paro nacional convocado por el comité en el que están participando organizaciones comunales, estudiantiles, sindicales, de mujeres, transportistas y comerciantes entre otros, con el objetivo de “defender la vida y la democracia, protestar contra la violencia y exigir la negociación del pliego nacional de emergencia”.
También el domingo pasado, los magistrados del Tribunal Contencioso Electoral (TCE) de Ecuador desestimaron el recurso interpuesto contra Andrés Arauz y Carlos Rabascall, aspirantes a la Presidencia y Vicepresidencia de la República, respectivamente por el movimiento Unión por la Esperanza (UNES) para las elecciones generales de febrero de 2021. Este fallo que no puede ser apelado, permite la participación de ambos en los comicios del próximo año, superando un nuevo escollo anti democrático intentado por el gobierno de Lenin Moreno en alianza con la derecha tradicional del país. En un comunicado, el movimiento UNES expuso que una vez que se ejecute la sentencia, acción que está prevista para hoy miércoles 21, el Consejo Nacional Electoral “debe calificar el binomio de la Revolución Ciudadana”, con lo que entraría en firme en la carrera electoral.
Finalmente, la histórica jornada del 18 de octubre se cerraría ya en la madrugada del lunes con la confirmación de la aplastante victoria electoral del Movimiento al Socialismo- Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos (MAS- IPSP) de Bolivia que no sólo obtuvo la presidencia del país, sino que también logró la mayoría absoluta que le dará el control de ambas cámaras de la Asamblea Legislativa Plurinacional. Más que una elección, este hecho significó la derrota del golpe de Estado realizado el año pasado por la derecha fascista, con el aval del gobierno de Estados Unidos y la OEA. En ese contexto, la victoria del MAS representa el fracaso de la política estadounidense que ha sentido el golpe si se considera que el reconocimiento de las nuevas autoridades electas fue realizada por el secretario de Estado Mike Pompeo, hoy miércoles, tres días después del evento, mientras que el año pasado, un alborozado Donald Trump felicitó personalmente y de inmediato a la autoproclamada presidenta de facto impuesta en esa condición tras el golpe de Estado.
No todo terminaría ahí, el lunes 19 se realizó exitosamente en Costa Rica un paro nacional contra las políticas neoliberales del gobierno. La convocatoria expuso la necesidad de combatir las políticas, proyectos de ley y medidas impulsadas por el gobierno del Partido Acción Ciudadana de corte neoliberal. Así mismo, denuncia que “los diputados y sectores empresariales, pretenden precarizar el trabajo y actuar contra la justicia social, eliminando derechos laborales, sindicales y afectando negativamente la seguridad social en los momentos en que más necesitamos fortalecerla”. Olman Chinchilla presidente de la Central del Movimiento de Trabajadores Costarricenses (CMTC) organización convocante del paro, manifestó al referirse al mismo que “… lo hacemos por Costa Rica, por nuestra Patria, en defensa de nuestras instituciones estratégicas, por los derechos laborales y para manifestar que no queremos absolutamente nada del Fondo Monetario Internacional”.
Bolívar nos señaló que “La patria es la América”. A veces la cotidianidad de nuestros problemas y la particularidad de nuestros conflictos no nos dejan ver que latinoamericanos y caribeños formamos parte de un todo que lucha y que sueña con un mundo mejor, cada quien en su país, en sus condiciones y su contexto, pero debemos tener en cuenta que como nos enseñara Bolívar en la Carta de Jamaica: “Porque los sucesos hayan sido parciales y alternados, no debemos desconfiar de la fortuna. En unas partes triunfan los independientes, mientras que los tiranos en lugares diferentes obtienen sus ventajas ¿cuál es el resultado final? ¿No está el Nuevo Mundo conmovido y armado para su defensa? Echemos una ojeada y observaremos una lucha simultánea en la misma extensión de este hemisferio.”