Por Sergio Rodríguez Gelfenstein
Hoy celebramos el 241 aniversario del natalicio del Libertador Simón Bolívar. En homenaje al padre de la patria, el distinguido colega del periódico Ciudad Caracas, Luis Carlucho Martín, extraordinario cronista de hechos poco conocidos de la historia local, escribió bajo el título de “Simón Bolívar murió durante la Segunda Guerra Mundial” publicado en el Diario El Pepazo el pasado 18 de julio, un interesante relato acerca de un general estadounidense que respondía al nombre de Simon Bolivar Buckner Jr. (escrito así, sin acentos) quien participó en la segunda guerra mundial y murió en la invasión de la isla de Okinawa en 1945, siendo -según el autor- el militar estadounidense de mayor rango muerto en batalla. Para aumentar la curiosidad del hecho, vale decir que el padre del general, que también fue militar, igualmente llevaba por nombre Simon Bolivar
Estableciendo con precisión los ideales por los que luchó nuestro Libertador y este general estadounidense homónimo, Martín establece que entre uno y otro “la diferencia es básica. Simón Bolívar el criollo dio su vida por brindar libertad. Los Simón Bolívar norteños, como soldados, se entregaron en luchas por fortalecer su país”, Yo agregaría que sobre todo, por fortalecer al imperialismo estadounidense.
No voy a hacer la historia de este general. Luis Carlucho lo hizo de forma explícita en un artículo muy didáctico y esclarecedor como todos los que publica en diferentes medios de comunicación de nuestro país. El escrito trajo a mi mente un reciente intercambio epistolar con el compañero John Catalinotto, un revolucionario estadounidense a carta cabal que desde la profundidad del imperio, lucha contra él, lo denuncia con sus artículos y publicaciones, mientras abraza con entusiasmo y pasión la causa de los oprimidos.
A raíz de mi artículo sobre la gran farsa mediática construida en Occidente para negar la historia de la segunda guerra mundial, en especial respecto del desembarco de Normandía, John me escribió para decirme: “ Sergio, comprendo tu rabia y pasión por este acontecimiento en Normandía. Cuando leí el NY Times esta mañana, quise escribir un artículo muy similar al tuyo, y esta semana, antes, ya escribí un artículo sobre la OTAN y su tarea de suprimir la lucha obrera y el socialismo en la Europa de posguerra.
Para mí también es personal, porque un buen camarada, que fue el primer editor de The Bond, nuestro periódico para organizar a los soldados contra la guerra de Vietnam, era un paracaidista que había saltado tras las líneas alemanas la noche anterior a la batalla [en Normandía]: nuestro F.O. Richardson, [que] a los 21 años fue un héroe en 1944, pero como comunista en 1968, fue un verdadero héroe, luchando contra el imperialismo estadounidense”.
Esta carta me motivó a indagar quien era F.O Richardson, porque viniendo de John, supuse que se trataba de uno de esos héroes anónimos que viven y mueren por la causa de los trabajadores y el pueblo, sin que nadie lo sepa. F.O. Richardson a quien sus amigos llamaban Richie fue el soldado paracaidista Fayette O. Richardson, nacido el 20 de abril de 1923 y quien siendo casi un adolescente saltó en Normandía la noche antes del desembarco del 6 de junio de 1944. Formaba parte del 508.º Regimiento de Infantería Paracaidista que integraba la 82.ª División Aerotransportada, una fuerza élite del ejército estadounidense que tenía la misión de encender balizas para la fuerza invasora.
Richardson, quien ya había participado en la Batalla de las Ardenas sobrevivió al intenso fuego antiaéreo alemán y llegó hasta el final de la guerra. Por su participación destacada en los combates se hizo acreedor de las Medallas de Buena Conducta del ejército y la Estrella de Bronce.
Tras el fin de la guerra, pasó un año recuperándose y trabajando en lo que se pudiera para conseguir el sustento. En 1964, casi 20 años después de la segunda guerra mundial era maestro de escuela. Los rigores de la posguerra y su lucha por la sobrevivencia hicieron de Richie “un luchador comprometido con la clase trabajadora en todo el mundo” según la opinión de Catalinotto.
En 1965, participó como orador principal en una gigantesca manifestación en Union Square en New York para protestar contra el envío de tropas de combate a Vietnam por parte del presidente Lyndon Johnson. Este evento organizado por “Jóvenes Contra la Guerra y el Fascismo” fue atacado por grupos reaccionarios y proclives a la guerra.
En 1967, Estados Unidos aún contaba con millones de soldados en Europa y el Pacífico. El gobierno de Estados Unidos que ya en agosto de 1945 había ordenado el lanzamiento de las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki, amenazaba con hacer lo mismo en otros lugares del planeta donde se desarrollaba el socialismo y/o los pueblos luchaban por su liberación nacional y su independencia. En ese contexto, en el panfleto “GI Handbook on Military Justice” (Manual para soldados sobre justicia militar), Richardson escribió: “Miles de soldados marcharon por las calles de las ciudades europeas después que la guerra hubo terminado. Los oficiales todavía querían retenerlos. Los soldados exigieron que los enviaran de regreso a casa. Estas manifestaciones organizadas, también tuvieron lugar en la zona del Pacífico. Las demandas de los soldados fueron apoyadas por el sentimiento de las masas en el país” y el gobierno de Estados Unidos se vio obligado a traer a los soldados a casa.
El compromiso político de Richardson se acrecentó cuando en 1968 decidió asumir la responsabilidad de editar The Bond, que con el tiempo llegó a convertirse en el periódico de protesta más leído por el creciente movimiento de resistencia de soldados, marineros, infantes de marina, tropas aéreas y soldados de todo tipo durante la guerra de Vietnam.
Explica John Catalinotto que The Bond era un periódico mensual elaborado por el Sindicato de Militares de Estados Unidos que bajo la dirección de Richardson se enviaba por correo a decenas de miles de suscriptores que lo “pasaban de mano en mano entre los soldados de todo el mundo, llevando un mensaje antibélico y antirracista y movilizándolos contra la cadena de mando dictatorial”.
Al concluir la presencia militar de Estados Unidos en Vietnam, tras la derrota y huida de su ejército el 30 de abril de 1975, Richie había contribuido indudablemente como un activista anti bélico desde el mismo corazón del imperio. Su trabajo en The Bond tuvo un rol importante en el proceso de toma de conciencia acerca del rol intervencionista del imperio estadounidense en Vietnam.
El 26 de marzo de 2010 a los 86 años de edad el soldado Fayette O. Richardson que luchó toda su vida por un mundo mejor, falleció en Brooklyn, Nueva York. Lo acompañaba su esposa Nancy y sus tres hijos. Aunque estuvo enfermo en buena parte de sus últimos años de vida, nunca dejó de combatir. En esa época, entre 1987 y 1988, escribió comprometidos artículos en su columna “Straight Talk” en el periódico “The Brooklyn Paper” utilizando el nombre de Rich Richardson. En esos escritos, tal como lo hizo a lo largo de toda su vida, sostuvo puntos de vista muy avanzados en la sociedad que lo rodeaba, generando polémica y ayudando a clarificar hechos y situaciones.
También publicó un boletín de periódico llamado The Brooklyn Voice y el libro para niños “Sam Adams: The Boy Who Became Father of the American Revolution” (“Sam Adams: el niño que se convirtió en el padre de la revolución estadounidense”).
En 2006, en los prolegómenos de las elecciones en Nicaragua, Daniel Ortega se reunió varias veces con el presidente Hugo Chávez. En algunas de esas reuniones, el Comandante Ortega estuvo acompañado por Paul Oquist, un estadounidense nacido en Illinois quien desde muy joven unió su vida a la revolución sandinista transformándose en uno de los asesores más cercanos del Comandante Ortega.
El comandante Chávez disfrutaba mucho sus conversaciones con Oquist que hablaba un español con fuerte acento anglo. Lo comenzó a llamar el “Gringo Bueno” y así se refería a él cuando era necesario. Lamentablemente el Gringo Bueno falleció en abril de 2021. Casi en simultáneo con Oquist, Fayette O. Richardson desarrollaba su extraordinaria labor de denuncia del imperialismo a través de una pedagogía esclarecedora y valiente. Sin duda alguna podríamos decir que Richie fue otro gringo bueno.
Así como Buckner llevó el nombre de Simón Bolívar para combatir al lado del ejército estadounidense en la segunda guerra mundial, Fayette O. Richardson fue homónimo de otro general, un francés que se destacó como participante en la revolución de independencia estadounidense contra el colonialismo británico y en la revolución francesa de 1789. Por eso, el Marqués de La Fayette es llamado “Héroe de Dos Mundos”.
En momentos en que Estados Unidos arrecia su campaña agresiva contra Cuba, Venezuela y Nicaragua y en contra de todos los pueblos que luchan por su libertad, hay que saber que en las “entrañas del monstruo” como dijo Martí, hay muchas personas buenas que tienen el valor de enfrentar al imperialismo desde adentro. Por eso, nuestra lucha no es contra el pueblo estadounidense. Claramente, la primera víctima del imperio es el pueblo estadounidense en el que existen profundos sentimientos de humanidad y solidaridad, similares a los que asumimos al sur del Río Bravo en contra del imperialismo, el colonialismo y el sionismo.
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