Por Sergio Rodríguez Gelfenstein
En su afán de destrucción del sistema multilateral Donald Trump no se para ni siquiera en el avasallaje de aquellas instituciones creadas por Estados Unidos para sostener su dominio imperial. Esto es particularmente ostensible en América Latina y el Caribe donde no contento con todos los desmanes que realizan tales instituciones con el aval de la potencia hegemónica, las arma y desarma a su antojo.
El caso más palpable fue cuando ante la impotencia y el fracaso de la OEA en su intento por derrocar al gobierno de Venezuela, agrupó a sus súbditos quienes en la capital peruana tomaron el bastón para aspirar a conseguir lo que la OEA no pudo. Al final, todo terminó en una bufonada más a cargo del director de la CIA que funge como secretario de Estado.
Se ha hecho más evidente que nunca que la política exterior de Estados Unidos no puede obtener logros a través de las vías diplomáticas proclives a la negociación y el diálogo y solo se puede imponer a través del sometimiento, la fuerza, la amenaza y el chantaje. Por supuesto, en América Latina y el Caribe tiene éxito porque las élites de derecha no tienen empacho en someterse, ser sujetos de amenaza y chantaje y aceptar la fuerza sin importar los intereses nacionales ni la soberanía, si de defender sus mezquinos intereses se trata.
Pero ahora el afán imperial ha ido mucho más allá, pasando a subyugar a sus propios adláteres quienes intentan débiles quejidos que son solo expresión del desmoronamiento del sistema panamericano y monroista por acción del propio amo imperial cuando ha podido constatar la inutilidad de estructuras que se proponían sostener el dominio neocolonial haciendo un uso oscuro e interesado del derecho internacional.
Eso ya no les sirve, no han podido doblegar a Cuba, no han logrado derrocar a los gobiernos de Venezuela y Nicaragua, no han podido construir mayorías que avalen el avasallamiento. Entonces, ha entendido que se ha llegado a una situación de obsolescencia de tales estructuras y ha decidido intervenirlas, a pesar de la protesta de algunos que con anterioridad fueron sus súbditos.
Un escenario de esta rebelión de los lacayos se está desarrollando en el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en el que Trump decidió violentar un acuerdo verbal por el que el presidente de dicho organismo siempre sería un latinoamericano. Así ha sido desde su fundación, lo cual ha permitido al ente financiero mantener un maquillaje como institución autónoma. Sin embargo, el presidente de Estados Unidos ha decidido imponer a un candidato propio. El designado es Mauricio Claver-Carone, pupilo de Marco Rubio quien ya había sido colocado en la Casa Blanca como una de las cuotas de la ultra derecha terrorista cubano-americana en el gobierno de Trump, en este caso para ocupar el puesto de Asistente Especial del Presidente y Director de Asuntos del Hemisferio Occidental del Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos, desde donde se dirige toda la furia anti cubana y anti venezolana del estado norteamericano. A cambio, Rubio debe aportar los votos de la Florida para la reelección de Trump.
La decisión cayó como una bomba en los países subordinados de América Latina y el Caribe. Lo cierto es que Trump no ha violado ninguna ley escrita, solo un acuerdo verbal de hace casi 60 años. Incluso un grupo de ex presidentes latinoamericanos que durante su mandato mantuvieron una perruna subordinación a Estados Unidos, hoy manifiestan que la decisión de Trump es “una gravísima violación del acuerdo político fundamental con el cual nació” [el BID].
En una carta hecha pública el pasado 26 de agosto, Fernando Henrique Cardoso, Felipe González, Ricardo Lagos, Julio María Sanguinetti, Juan Manuel Santos y Ernesto Zedillo opinaron que tal hecho “rompe la lógica y la sabiduría de aquel acuerdo político fundacional”. Alegan que ahora no hubo ninguna discusión referida al tema, califican la medida de “ruptura mayor” y solicitan reflexionar “porque esa nominación constituye una grave falta de respeto hacia las reglas de convivencia hemisférica e internacional y ciertamente una seria agresión a la dignidad latinoamericana”.
Los ex presidentes reconocen que Estados Unidos cuenta con los votos de Brasil, Colombia y Guaidó (a quien el BID transformó en país) y que bastaría agregar a “uno o dos países adicionales” para que el candidato de Trump, logre su “reprobable propósito”.
En esta insólita declaración propia de los niños que lloran cuando le quitan el juguete, estos ex mandatarios quienes mientras se mantuvieron en la presidencia de sus países jamás hicieron declaración alguna en defensa del respeto a la dignidad de los pueblos de nuestra región y de rechazo a la permanente agresión de Estados Unidos a América Latina, ahora, que no tienen poder alguno, advierten que: “Por su forma y fondo, esta sería una imposición arbitraria, que no dudamos acarrearía consecuencias muy negativas para el devenir de la institución y el futuro de la relación entre Estados Unidos y América Latina. El daño para el BID sería irreparable”.
Finalmente aseguraron que la elección del próximo presidente del BID pautada para este mes de septiembre carece de legitimidad y debería considerarse nula por lo que hacen un llamado a los países miembros del BID para que se den cuenta que el nuevo presidente del organismo podría surgir de un “acto carente de legitimidad histórica y política”. El problema es que Claver-Carone dice ya contar con los 15 votos necesarios para su elección incluyendo los de algunos de los países de donde provienen estos ex presidentes. Sus gobernantes actuales han preferido optar por su lealtad al amo imperial en detrimento de la defensa de los intereses nacionales que sus colegas retirados dicen representar.
En otro ámbito, también dentro del sistema panamericano, utilizando esta vez a Almagro, Estados Unidos ha decidido intervenir la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) a solicitud de Argentina (durante el mandato de Mauricio Macri), Colombia, Paraguay, Brasil y Chile que no vieron con buenos ojos que el jefe de este organismo extralimitara sus funciones de perseguir a los gobiernos adversados por Estados Unidos para investigar a aquellos que tienen aval imperial para cometer todo tipo de desmanes en materia de derechos humanos. Estos países quieren hacer valer su autonomía como naciones por encima de la de la CIDH, lo cual genera una indeseada insubordinación que Washington no puede aceptar so pena de desmoronamiento del sistema imperial. En paralelo, emerge una contradicción derivada de que estos países son leales apoyos a la política exterior de la potencia norteamericana.
A pesar de haber sido elegido por unanimidad para un nuevo período en la secretaría general de la CIDH, el brasileño Paulo Abrão ha sido destituido por Almagro. La decisión inconsulta e ilegal del secretario general de la OEA se hizo bajo la justificación de que existen denuncias administrativas contra el brasileño, pero como es habitual cuando se posee el resguardo de Washington, no presentó ninguna prueba. Tampoco importó que la CIDH sea autónoma en cuanto al nombramiento de sus dirigentes.
Utilizando un enrevesado método a partir de alegatos presentados por la colombiana Neida Pérez a quien Almagro nombró “defensora del pueblo” a fin de tener otro instrumento para atacar a Venezuela, el secretario general amplió las funciones de mediación de Pérez para adosarle tareas investigativas que no tiene y que son ilegales.
A la vista de la CIDH la actuación de Almagro constituye “un franco desconocimiento de su independencia y autonomía”. Incluso la vicepresidenta de la CIDH, la chilena Antonia Urrejola manifestó que no se trata de una cuestión de reputación ni de defender en particular a Paulo Abrão, sino que es un debate que va mucho más allá y que define la independencia y autonomía de la CIDH.
Por su parte, en una entrevista con la Radio de la Universidad de Chile el comisionado mexicano de la CIDH, Joel Hernández aseguró que la decisión de Almagro deja a esta institución “sin opciones” y en una situación “que pareciera de no retorno”.
La situación de la CIDH es otra expresión de la crisis que afecta al sistema panamericano monroista. La decisión de Almagro genera una gran contradicción porque por una parte desconoce el hecho jurídico que se deriva de la autonomía que ese organismo tiene respecto de la OEA mientras que por la otra, pone en evidencia su subordinación de facto al Departamento de Estado como todos los organismos regionales que nacieron bajo el influjo anti comunista de los años de la bipolaridad posterior a la segunda guerra mundial. Hernández afirma que la decisión de Almagro no tiene precedentes y quebraría una tradición de más de 20 años en la cual “la Comisión elige y la OEA designa”, lo cual no significa nada para Almagro en el deseo de hacer patente su servil talante ante Washington.
Según el laureado periodista colombiano Gonzalo Guillén, en un artículo publicado en el periódico “La Nueva Prensa” de Bogotá el pasado 31 de agosto, la actuación de Almagro se sustenta en su carácter corrupto que lo llevó a pagar un “precio indecoroso” para completar los votos que le faltaban para hacerse reelegir como Secretario General de la OEA. Guillén dice que además de las prebendas que da el cargo de secretario general, Almagro necesita aferrarse a él, porque está muerto políticamente en su país Uruguay, toda vez que la izquierda lo considera un traidor y a la derecha no le brinda confianza.
En este contexto es que -siguiendo el razonamiento de Guillén- Almagro recibió el apoyo de algunos países que le pidieron a cambio la cabeza de Abrão. Así mismo asegura que uno de esos países es Colombia “por medio de su cuestionado embajador ante la OEA, el oscuro ex procurador Alejandro Ordóñez (neonazi, misógino, racista, corrupto y homofóbico)”.
Recordando la novela de George Orwell que le da título a este artículo, pareciera que las medidas implementadas por Trump en su “patio trasero” han ido tan lejos que han generado una “rebelión en la granja” en la que los animales se pelean para obtener lo que creen es un mejor gobierno que no se diferencia mucho del que existe. Como en la obra, la corrupción, los intereses mezquinos y la búsqueda de beneficios de grupos y facciones están concurriendo para la construcción de una nueva forma de poder y dominación que podría ser peor que la que le antecede.
Como en la novela de Orwell, se podría decir que “Napoleón” Trump le está lanzando sus perros a todos los “Snowball” latinoamericanos que se horrorizan ante la perspectiva de tener que huir de la granja. Napoleón, el jefe de los cerdos que tomaron el poder, se está trasformando en líder único, desconociendo a los otros porcinos del Grupo de Lima que le acompañaron hasta ahora y que al igual que los hombres desplazados de la granja pueden ser víctimas de los perros llamados Pompeo, Almagro, Rubio y otros. El miedo de estos cerdos -que cuando estuvieron en el poder, se comportaron igual que Napoleón- es que los hechos están indicando que también podrían ser devorados por los perros que ha lanzado el líder en su persecución.