Por Sergio Rodríguez Gelfenstein
Es casi natural que los países (especialmente las potencias porque tienen más facilidades para hacerlo), deseen solucionar sus problemas internos desatando conflictos en el exterior. A partir de ello, se aducen ataques a su seguridad nacional, se hacen estallar falsos nacionalismos y llamados maniqueos a la unidad nacional en defensa de la soberanía y la integridad amenazada.
¿Quién puede poner en duda que el artificial conflicto de Rusia y Ucrania responde a esa lógica?, sobre todo ante el proverbial y acelerado fracaso de las administraciones de Joe Biden en Estados Unidos y Boris Johnson en Gran Bretaña. La popularidad de Biden es una de las más bajas de cualquier presidente estadounidense al finalizar su primer año de gobierno.
Según un artículo publicado por el diario Los Angeles Times el pasado 20 de enero que cita un sondeo de Associated Press-NORC Center for Public Affairs Research, solo un 43% de los consultados aprueba la gestión del presidente. Así mismo, apenas el 28% quieren que Biden se presente a la reelección en 2024, incluidos el 48% de los demócratas. En materia económica, la situación es peor toda vez que escasamente un 37% ve con buenos ojos la gestión del presidente. Debe considerarse que la inflación de 2021 fue la más alta en 40 años.
Tampoco es mejor la percepción sobre el manejo de la pandemia, rechazado por el 55% de los estadounidenses. De la misma manera se considera que el gobierno ha sido totalmente ineficiente en la diligencia de la problemática migratoria y ni siquiera ha podido llevar adelante su plan de gastos en materia de infraestructura y mejoramiento de la economía. En general, se percibe que ha sido incapaz de construir consensos con los republicanos -lo cual fue una gran bandera de su campaña- y ni siquiera con algunos de los legisladores más conservadores de su Partido Demócrata. En ese marco los ciudadanos se preguntan qué sentido tiene reelegir a Biden, lo que se visualiza como una prolongación de la crisis.
No es distinta la situación de Boris Johnson quien también se debate en medio de una profunda crisis política motivada en la filtración de un correo electrónico en el que el secretario principal del primer ministro, Martin Reynolds, invitaba al personal del gobierno a una fiesta en pleno confinamiento.
Así, el líder del Partido Laborista, Keir Starmer, ha solicitado la renuncia de Johnson, al mismo tiempo que las encuestas señalan que el 90% de los británicos consideran que debería hacerse a un lado
En este contexto, quien tenga dudas respecto de los verdaderos objetivos que concurren en el desenvolvimiento de la “crisis ucraniana” debería escuchar a Johnson quien tras una visita a ese país, después de pedir disculpas por haber asistido a la mencionada fiesta, apeló al sentimiento nacional, llamando a “ concentrar todos los esfuerzos en hacer frente a Rusia”. Todo ello, después que el diputado escocés Ian Blackford lo llamara a aceptar ser “investigado por la policía por violar sus propias leyes”. Por su parte la diputada Angela Rayner, número dos del Partido Laborista, dijo que Johnson “debía irse” de inmediato.
Cuando otro diputado lo acusó de estar arruinando la reputación del país”, Johnson respondió diciendo que: “La reputación de nuestro país en el mundo se basa […] en que somos capaces de unir a los aliados para oponernos a Vladímir Putin. Esto es en lo que se centra el mundo ahora mismo y en lo que me centro yo ahora mismo”, dejando claro cuál es el verdadero objetivo de su affair ucraniano. Así mismo, al establecer claramente quienes iban a morir en un eventual conflicto bélico entre Rusia y Ucrania, Johnson afirmó que: “Lo mejor que podemos hacer es informar a los ciudadanos rusos de que los ucranianos lucharán hasta la última gota de sangre”. En pocas palabras, Johnson decidió que los ucranianos deben morir para salvarlo a él y a Biden de la debacle.
Algún lector incauto podría pensar que estoy elucubrando en torno a la situación en la frontera ruso-ucraniana pero han sido las propias autoridades de este país las que se han encargado de informar lo que en realidad está ocurriendo ahí. El pasado viernes 28 de enero el presidente de Ucrania, Vladímir Zelenski, alertó que en Occidente se está creando la impresión de que la guerra con Rusia es un hecho inminente descartando que eso vaya a acontecer, al mismo tiempo que se lamentó porque el terror creado en torno a la supuesta guerra está perjudicando a la economía nacional.
El presidente ucraniano preguntó “¿Hay tanques en las calles?” Él mismo respondió que no era así, pero que tal era la impresión que se había creado en países como Reino Unido, Alemania, Francia y Lituania”, en los que los medios de comunicación transmitían falsas noticias acerca de la movilización de las fuerzas armadas y la militarización de las ciudades, todo lo cual era falso. No obstante ello, se está generando una situación de horror que le está produciendo un grave daño económico al país a partir de lo que denominó una manifestación de histeria que lo había obligado a conversar con mandatarios de otros países para aclarar que Ucrania está necesitada de estabilizar su economía, mientras que las noticias que se difunden apuntan en dirección contraria.
En clara pero velada alusión a Biden y Johnson señaló que: “…llegan señales de respetados lideres de Estados que dicen abiertamente, ni siquiera a través de lenguaje diplomático, que ‘habrá una guerra mañana’”. Señaló que eso produce pánico en la sociedad, los mercados y el sector financiero, afirmando además que una muy importante suma de dinero se había fugado del país en los últimos días, deplorando que “el aumento de tensión concebido por los medios tiene ´un alto costo` para el país”.
Después que en noviembre se azuzara el fantasma de una inaplazable guerra, la que – según la cadena estadounidense CNN- incluso fue anunciada por Biden a Zelenski (aunque desmentida por Washington y Kiev) más recientemente, el pasado 26 de enero la propia subsecretaria de Estado norteamericana Wendy Sherman le puso fecha a la invasión rusa cuando señaló que: “Todo indica que [el presidente ruso, Vladímir Putin] “hará uso de la fuerza militar en algún momento, quizás entre ahora y mediados de febrero”, desatando la “histeria dentro de la histeria, cuando países como Estados Unidos, Canadá Australia y Japón comenzaran a retirar sus diplomáticos de Kiev.
Zelenski comentó que tal decisión era un error, pero con la retórica propia de los países subordinados se apresuró a aclarar que: “No tengo derecho a decir que es un error de los gobiernos de respetados países. Creo que es un error para nosotros, para Ucrania”.
Por otro lado, esta situación ha seguido profundizando las contradicciones inter europeas. Los dirigentes del Viejo Continente tendrán que encontrar argumentos para explicarle a sus ciudadanos las razones por las que, cumpliendo órdenes de Washington, les obligan a pagar el gas que consumen a un precio tres y cuatro veces superior al que lo tendrían que hacer si lo obtuvieran de Rusia Tal razonamiento comienza a hacer mella en algunos líderes europeos cuya racionalidad no les permite entender que se tengan que “comprar” en Ucrania un conflicto que no consideran propio. En este sentido, la ministra de Asuntos Exteriores de Alemania, Annalena Baerbock, declaró que la expansión de la OTAN hacia el este, no está en la agenda de la Alianza. De igual manera reiteró que la inclusión de Ucrania en la OTAN, “no está en la agenda actualmente” agregando que los ucranianos quieren vivir en paz por lo que es imprescindible volver a las discusiones sobre la implementación de los acuerdos de Minsk. Curiosamente, en eso coincide con Rusia.
Ese mismo día viernes 28 de enero, confirmando las declaraciones del presidente Zelenski, el ministro de Defensa de Ucrania, Alexéi Réznikov, expresó ante el Parlamento que no hay preparativos para una ofensiva rusa contra su país. Explicó que: “En este momento, no hay ningún acontecimiento o acción de carácter militar [por parte de Moscú] que sea notablemente diferente de lo que hubo la primavera pasada”.
Pero, ¿cuál fue la decisión de Biden en esta situación, en que uno podría esperar que las tensiones se aflojaran y se mejoraran las condiciones para la negociación y el diálogo?. El mismo día, sin mediar opinión respecto de lo declarado por Zelenski y el ministro de defensa ucraniano, anunció que iba a trasladar mayor cantidad de tropas a Europa del Este y los países de la OTAN en corto plazo.
En paralelo, Estados Unidos convocó a una sesión del Consejo de Seguridad de la ONU que según el representante ruso ante esa instancia, Vasili Nebenzia no contribuye a la resolución del conflicto en Ucrania, sino que más bien , lo perjudica. Nebenzia opinó que el formato abierto ofrecido por Estados Unidos es un ejemplo clásico de “diplomacia de megáfono”, que no soluciona nada y crea mayor ruido trasmitiendo un mensaje erróneo de lo que está ocurriendo.
Por cierto, ¿alguien se ha preocupado de preguntarle a los ucranianos lo que piensan de su incorporación a la OTAN? El investigador ucraniano Volodymyr Ishchenko asociado al Instituto de Estudios de Europa del Este de la Universidad Libre de Berlín en un artículo titulado “La OTAN y Ucrania: que decidan los ucranianos democráticamente” publicado en el portal sinpermiso.info señala que en diciembre de 2007, menos del 20% de los ciudadanos ucranianos apoyaban la unión de su país a la OTAN. Aunque después del golpe de Estado de 2013 y el referéndum en Crimea que consagró su incorporación a Rusia, esa cifra aumentó hasta alrededor del 40%, todavía una mayoría superior al 60% de ciudadanos ucranianos rechaza su ingreso a la agresiva organización guerrerista liderada por Estados Unidos.
No obstante al emitir este última número, Ishchenko aclara que “las encuestas ya no incluían a los ciudadanos ucranianos más prorrusos [sic] de los territorios que no están bajo el control del gobierno ucraniano: Crimea y Donbass”, lo que hace imposible comparar estadísticamente una y otra cifra.
Así, queda claro que el “conflicto” en Ucrania es una invención artificial de Estados Unidos y Gran Bretaña con la complicidad de las élites europeas dirigido en el corto plazo a salvar a Biden y Johnson de la debacle, y en el nivel estratégico consolidar un dominio y una hegemonía anglo en el mundo, aunque ello conduzca a una nueva guerra en Europa con las consabidas pérdidas millonarias de seres humanos y de bienes materiales que Washington y Londres verán desde lejos para después…bastante después, inventarse un nuevo “desembarco en Normandía” que los consagre (Hollywood mediante) como “defensores de la humanidad” aunque lo hagan sobre el cadáver de millones de ciudadanos que hoy son impelidos de obtener gas a bajo precio y después serán carne de cañón para que los vendedores de armas aprovechen para incrementar su ganancia y su lucro.