Por André Jouffé
Prólogo: El efecto dominó de la determinación inicial de Trump de anclar indefinidamente en la Casa Blanca y desconocer el sufragio ciudadano, es peligroso. Especialmente si proviene del Presidente del país que se declara como el ejemplo de la democracia en el mundo. La importancia de Kamala Harris, la primera mujer vicepresidenta negra de los Estados Unidos.
La prepotencia y las salidas irreverentes de Donald Trump esta vez no surtieron el efecto de hace cuatro años.
En primer lugar Joe Biden jamás entró en el juego del republicano; siguió con su propio discurso y dedicó el mínimo a responder a las bravatas del empresario.
Aunque a los 77 años no constituía el ideal demócrata, por lo menos garantizaba el retorno a ciertos derechos mezquindados por la administración Trump, al mismo tiempo que devolvía una seriedad a un gobierno que casi toca los talones a los de Boris Yeltsin en cuanto a circo se refiere.
En esta oportunidad, con o sin su venia, Vladimir Putin no dispuso de ningún comando para que interviniera en esta contienda, a diferencia de las elecciones de hace cuatro años cuando infiltra la Convención Nacional Demócrata e interfiere en las elecciones de su colega. Hacerlo ahora, habría constituido una invasión externa al estilo Watergate que costó la salida de Richard Nixon.
Aun cuando Biden en algunos estados obtuvo hasta menos del 10 por ciento de los votos de Hillary Rodham Clinton, su triunfo electoral contó con un factor importante cuando Trump amenaza con desconocer su derrota, en la apelación ante tribunales y bravatas que pudieron llegar más lejos a no mediar la diferencia de votos entre uno y otro. Asimismo esta amenaza seudo golpista asustó a una nación intrínsecamente temerosa de sacudidas imprevistas.
La ciudadanía norteamericana en la elección anterior, especialmente la burguesía, no perdonó el House of Cards aplicado por Hillary Clinton ante el caso Lewinsky; esperaban por lo menos una reacción más contundente de la mujer ante el engaño y mentira por parte de su marido ante el pueblo norteamericano. En cambio ambos, optaron por mantener las apariencias mientras la procesión caminaba por el interior, disimulada con paseos con perro e hija en los jardines de la Casa Blanca.
Y justamente por la pretensión de suceder a Barak Obama, es que tampoco hubo divorcio oficial posterior de por medio.
La intervención rusa si existió, pero tuvo también la colaboración de una mujer antipática, elitista, racista y empollona en Hillary Rodham Clinton. Ella fue la víctima perfecta para una campaña de desprestigio. Era miembro de la misma élite que había favorecido la recesión y empobrecido a los norteamericanos.
Por eso, Trump venció a una candidata deficiente-aunque capaz-, y no pudo ante un sagaz guerrillero de la política silenciosa.
Debemos sumar que pocos empatizaban con Hillary como mujer; hecho opacado con lo contrario de la pareja saliente que iluminaba a Barak y Michelle Obama.
Clinton también debía suceder a un Presidente que siendo de color tampoco hizo mucho por los suyos; menos aun en materia de gastos de defensa y de un mejoramiento de las relaciones con países hostiles. Al fin y al cabo, las grandes compañías ejercerían más poder que la Casa Blanca con minoría en el parlamento.
Pero todos sabemos que en Estados Unidos el Presidente nunca ha sido independiente de los intereses económicos y jamás se ha mandado sólo, aunque pretenda demostrar lo contrario.
Los asesores de Hillary no tomaron en cuenta el factor twitter que a veces repercutía en 75 millones de ciudadanos en un solo día con los mensajes de Trump. Clinton tenía la base de los votantes con la que Obama había ganado sus últimas elecciones, pero las redes sociales barrieron con la maquinaria de Clinton que se sustentaba en esos antecedentes.
Clinton gastó más dinero que Trump en Facebook y anuncios y sin embargo tuvo menos visibilidad.
La campaña de Hillary era para los dudosos. Trump apelaba a fuerzas oscuras como Jerome Corsi quien fue autor de la campaña por el certificado de nacimiento de Obama que argumentaba que no había nacido en suelo estadounidense y no podía ser presidente. Jones es especialista en la distribución de noticias falsas, cada vez más repugnantes y aterradoras.
El 20 de enero de 2017 el día en que Donald Trump se convirtió en el 45 presidente de los Estados Unidos el libro más vendido en Amazon fue “1984” de George Orwell.
Trump no había sido muy popular en Washington donde solo obtuvo 4,1 por ciento de las preferencias, por tal motivo la marcha de mujeres en su contra tuvo más convocatoria que su coronación. La vocera de Trump al ser confrontada por la prensa no lo negó pero dijo que podían ser hechos alternativos, con una cara impávida digna de la persona más indolente.
Y así daba vuelta las hojas de los reveses éste presidente que realmente no imaginó esta derrota en el año 2020, cuando además manejó el tema de la pandemia con un criterio prepotente-partiendo por sí mismo al salir a la calle al cuarto día-, y sin considerar las consecuencias en materia de contagios y muertes masivas más allá de lo presupuestado.
Donald Trump les dice a los veteranos de guerra: “Sólo recordad lo que estáis viendo, lo que estáis leyendo no es lo que está ocurriendo. Quien controla el pasado, controla el futuro”*.
Por Instagram dieron una campanada por memes de Jesús y los santos apoyando a Donald y a Hillary caracterizada por Satán.
Los anuncios de Clinton eran serios y tradicionales y los de Trump juguetones. Causaban furor en sus seguidores e ira en los detractores por lo tanto ambos bandos los pinchaban por igual, no así con Hillary.
Coordinados con los rusos, ya está comprobado, se disparó la popularidad de Trump. “Básicamente Clinton pagaba precios por el centímetro cuadrado de Manhattan mientras que Trump estaba pagando precios de Detroit. El único delito de Trump fue ser el candidato perfecto para Facebook*.
Trump es un oportunista que utiliza la desinformación como plataforma fundamental.
Las experiencias de Trump en los realities y sus disparatadas afirmaciones, curiosamente le favorecieron hace cuatro años.
Pero el dinero corrió en masa, no solo de las arcas de Trump sino de empresarios como Robert Mercer una de las dos grandes fortunas detrás de la campaña del republicano.
Con más inteligencia que Bush, Trump trató de alejarse de conflictos evitables. George W. Bush buscó hechos alternativos para derrocar a Hussein, después de la guerra se supo que Bush había mentido para justificar la invasión, ante lo cual el propio Tony Blair, Primer británico pidió disculpas través de CNN por haber aceptado información de inteligencia errónea.
El norteamericano medio es ingenuo y cree por ejemplo en estas palabras de Bush: “Dios me dijo: George ve y lucha en contra esos terroristas en Afganistán. Y lo hice. Y luego me dijo: “George, acaba con la tiranía en Irak. Y lo hice”*.
En ese aspecto hubo acierto de parte del neoyorquino. Concentrarse en Estados Unidos y hacerle creer al pueblo que estaba sólo pensando en su país.
El voto latino de Florida no fue tan abundante a su favor; muchos de sus habitantes abrigan la esperanza de traer de Venezuela y Cuba a más familiares y el cierre de fronteras lo impidió; el mismo caso con los mexicanos que culminó con ribetes dramáticos con la historia del muro.
Una mujer de Indiana que votó por Trump se quedó helada al descubrir que su marido iba a ser deportado ese mismo día, informó en su momento The Nation.
Cosas que fueron pasando y que el pueblo aunque no politizado retenía en sus mentes y así lo expresó el 3 de noviembre en su mayoría y otros, los menos, desde hace tres semanas antes de la elección.
En apariencia Trump perdió ante un veterano inofensivo pero que regala una sensación de estabilidad, y tal como Yeltsin en un país con gran tolerancia hacia el alcohol incluso de la clase dirigente, le perdonó sus salidas de madre, los norteamericanos pararon en seco a un bravucón de barrio a quienes su propios pares -empresarios- comenzaron a darle la espalda.
Finalmente salvo en doce estados, Biden obtiene la mayoría de los votos femeninos, incluso en aquellos donde gana Trump.Y en éste factor, se ha omitido un personaje fundamental: Kamala Harris, la vicepresidenta electa, que trajo en su bagaje el voto femenino, convirtiéndose en la primera mujer negra en este cargo.
En fin, semana femenina porque Jacinta Arden fue reelegida en Nueva Zelanda, una mujer muy apegada a la tradición de la isla, por eso no hay que extrañarse que su única hija se llame Neve Te Aroha
*Citas de “El enemigo conoce el sistema” de Marta Peirano.