Por Jorge Luzoro G.
Hace algunos años no había puente para llegar al pueblo desde los campos donde vivíamos. La única forma de hacerlo era utilizando un badén. Cuando llovía mucho y bajaba crecido el estero, era imposible atravesarlo y quedábamos aislados dos o tres días. Un domingo por la tarde, a punto de oscurecer, una camioneta intentó atravesar cuando las aguas no habían bajado lo suficiente, siendo arrastrada y quedando en medio del torrente a punto de volcarse. A ambos lados del estero la gente observaba impotente la desesperación del conductor. En ese momento llegó “la cuca” de Carabineros, descendiendo un sargento y un cabo. Sin dudarlo, el sargento ató por la cintura al cabo, el que luego de despojarse de su arma y parte de la ropa se lanzo a las turbulentas aguas llegando hasta la camioneta y rescatando al conductor. Segundos después, la camioneta se volcó y fue arrastrada por las aguas. Sargento y campesinos presentes tiraron de la cuerda y arrastraron a la orilla al imprudente chofer abrazado a la espalda del cabo.
Esta experiencia, sumada a la expectativa de que se nos protegerán de rateros y delincuentes pobres, nos ha hecho tener aprecio y cariño por los carabineros. Nuestros padres nos decían: “si se pierden o alguien quiere hacerles algo malo, corran donde un carabinero”.
Las cosas han cambiado para los jóvenes de hoy. Hechos tan dolorosos y repugnantes como el asesinato de Guerrero, Parada y Nattino, de los hermanos Vergara, etc., se han hecho presentes con merecida fuerza. La indiscriminada y brutal represión ejercida por algunos carabineros sobre legítimos manifestantes (a los cuales se cuelan violentistas y delincuentes), ha despertado una potente odiosidad sobre nuestra policía uniformada. Gritos como pacos asesinos, conchas de su madre, hijos de puta, etc., han sido reiteradamente coreados, no sólo por los populares en la calle, también con depurado lenguaje por conspicuos intelectuales. Hasta allí podríamos llegar, pero hay más: se ha disparado reiteradamente a cuarteles policiales.
Carabineros es una fuerza militarizada, donde se manda y obedece. Es impensable el desacato. Independientemente de que en un grupo humano de 50.000 miembros es altamente probable que se encuentre algún o algunos psicópatas, la responsabilidad de su operar institucional corresponde a quienes mandan. En las fuerzas especiales no funciona cada miembro por su cuenta. Se comportan como miembros de una unidad mayor, estrictamente jerarquizada, que opera con una topología definida de cómo interactuar con los manifestantes. Los deleznables comportamientos de carabineros durante el gobierno militar fueron impropios de la finalidad institucional y realizados en el contexto de la enorme influencia y control del poder civil-militar que gobernaba y sus aparatos encargados de detenciones encubiertas, torturas y asesinatos: DINA y luego CNI.
Así las cosas, me parece que donde hay que poner la atención, reclamos y exigencias es en la autoridad política de la cual depende Carabineros de Chile, el Ministro de Interior. Él es quien debe responder por el operar de Carabineros, ellos son el pueblo uniformado, mal preparados para su cometido y formados en un contexto autoritario y de violencia de clase. En una publicación anterior escribimos sobre el informe de la comisión ad-hoc para la reforma a Carabineros: se trata de un escrito publicitario, desconectado de la realidad y decepcionante, realizado sin participación de carabineros. Muestra que no hay inteligencia ni voluntad para hacer una verdadera reforma.
Difíciles tiempos se vienen para nuestros carabineros, quienes serán exigidos a reprimir con violencia, empezando por la Araucanía. Así lo augura el nuevo ministro de interior, Víctor Claudio Pérez, promotor del golpe militar, ferviente pinochetista, alcalde designado, miembro destacado el círculo de amigos y protectores de Colonia Dignidad, hombre de mirada oblicua sobre los crímenes de lesa humanidad.