Por Alberto Estévez
Es evidente que si el ser humano surge-nace en un lugar de la tierra y hoy la ocupa entera, es porque ha migrado.
La migración puede considerarse natural. Es así como puede ser producto de la curiosidad, pero también serlo en búsqueda de mejores condiciones de vida ante cambios o agotamiento de su lugar de vida, que le hagan muy difícil sobrevivir, sobre todo en comunidad.
También puede ser no natural e involuntaria. Por ejemplo ser producto de un decreto de exilio o expulsión.
En los tiempos actuales, en que extensas áreas de la tierra están pobladas por seres humanos que viven en la indigencia y vulnerabilidad máximas, pero quienes de alguna forma acceden a saber-ver-conocer (Internet, TV) que existen otras “áreas” de la tierra adonde se vive bien, se producen fenómenos migratorios cada vez más masivos, en búsqueda de mejores condiciones de vida. Se estima en más de 800 millones el número de personas que no tienen acceso al agua potable, y en más de 20.000 las personas que diariamente mueren de hambre, muchas de ellas, niños.
Sin embargo, en esta ocasión quiero detenerme en otro tipo de migraciones humanas: me refiero a aquellas estimuladas e incentivadas por países desarrollados y con alto ingreso económico. En este caso suele ser para llevar profesionales de países pobres a países ricos. Esta inquietud surge de conversaciones sostenidas con queridos amigos chilenos que migraron hace ya cerca de 50 años, entre ellos los hay por las más diversas razones personales.
Considero un desafío el lograr un entendimiento que respete la voluntad de aquellos profesionales de países pobres de “migrar” a países ricos, también que se respete el derecho de los países ricos a incentivar la migración de estos profesionales. El punto es que hasta aquí ganan los profesionales de países pobres que migran a países ricos y también gana el país rico. Sin embargo, hay un perdedor, el país pobre, que pierde un profesional formado con gran esfuerzo y que lo necesitan para salir de su subdesarrollo y pobreza.
Entre las soluciones que se me ocurren para que las tres partes ganen, es que el país rico contribuya al desarrollo del pobre, por ejemplo otorgando postítulos y posgrados gratuitos a otros profesionales del país pobre, o construyendo, por ejemplo si se lleva enfermeras, escuelas de enfermería de alto nivel arquitectónico y muy bien equipadas materialmente, o establecimientos asistenciales de alto nivel arquitectónico (adecuados a todas las características locales de donde se construirán) y muy bien equipadas
En fin, ojalá se logre avanzar a soluciones en que todos ganen.
Pienso que foros tipo ONU deberían discutir este tipo de situaciones y encontrar fórmulas en que “todos ganen”