Mi verdad, de Lenin Guardia

Por André Jouffé

-El off the record de un buen libro.

“Mi verdad” estaba  en casa de mi hija y llegó anoche a mis manos. El domingo mi hijo menor Martin lo compró en 18 mil pesos con despacho a domicilio al GAM que no acepta Redcompra para tales efectos  y en 72  horas lo tuve por vía de venerado delfín.

Freddy Stock el hombre que más sabía de rock y música moderna en los noventa, conduce un programa que vi en youtube, donde Lenin hace una presentación del libro y señala algunas cosas que manifestó cuando fui uno de los redactores del volumen inédito-como no lo había leído, no sé si algo quedó-. No pude continuar con la redacción por motivos de que estaba medio en Punta Arenas medio en Santiago o no me dio el ancho para escribir en primera persona en esa oportunidad. Lo había hecho antes, pero no siempre el alter ego queda conforme y así ocurrió en este caso.

Solo supe que finalmente lo escribió entero, pese a sus problemas con el manejo del PC y le dio forma y corrección Álvaro Cárdenas Castro (ya lo saben, les doy el nombre por si alguien necesita un ghost writeren). Y sale cinco años después de que una excelente periodista de Random House iniciara la trascripción de las cintas. Después fui yo y finalmente el propio Guardia con Cárdenas.

Eso pensaba.

Antes de analizar el libro, y por eso inicio la columna sin el ejemplar a mano, quisiera aclarar un tema. Guardia tiene razón en que al retirarse los militares, la inteligencia quedó en pelotas. El DINE, el de la marina, el de la Fach a medias de lo contrario no hubiese ocurrido el Piñeragate cuando a Evelyn Matthei le llega un video grabado por un oficial de la fuerza aérea.

Horacio Toro desde Investigaciones hace lo imposible por mantener el control de los ratis, y confiesa en una comida que hace vista gorda en los decomisos porque los sueldos de sus funcionarios son miserables.

En esa tierra de nadie comienza la invasión, nada menos que en dictadura cuando Francisco Javier Cuadra reconoce que el gobierno castiga a la DEA por su actitud agresiva hacia general (craso error porque se deja espacio para el primer gran túnel de paso de la droga). Y decide por su cuenta investigar primero como funcionaba este infierno en Colombia. Con todos los defectos por haber sido fanático del general, es una persona en cuya palabra uno puede confiar plenamente y así quedó demostrado en democracia donde se ha reunió incluso con quienes anhelaban “pegarle un tunazo”.

Los servicios de inteligencia, aunque Lenin afirme lo contrario torturan. Guardia señala que la inteligencia está para obtener información y poder actuar. Pero lo que no dice es que justamente a menudo, hasta en democracia, apelan a la tortura sea escuela de Argel, origen francés, el Mossad, la Cia o la China. Una vez que la persona canta, inteligencia analiza y digiere para actuar. Otras veces no es necesaria la violencia.

Y como dijo en una oportunidad el diputado Rodrigo González Torres: “La CNI te daba vuelta un tipo que soltaba hasta las recetas de los panqueques de la abuelita para evitar los pinchazos eléctricos en las bolas, y al cabo de un tiempo lo convertía en informante”

En el programa televisivo, por ejemplo deja bien en claro que si los militares hubiesen asesinado a Jaime Guzmán persuadidos por el odio que le tenía Manuel Contreras Sepúlveda, habría sido misión imposible. Porque infiltrar es una tarea de años. No es que ingreses al Frente en marzo y en mayo te encarguen una misión (Vean “El atentado”, en Netflix). De manera que un infiltrado trabaja años en silencio hasta el momento de ejecutar misiones efectivas. Y Contreras no iba a meter a nadie en el FPMR para matar al senador diez años antes del crimen pese a su odio.

Lo otro es que el propio Cristian Labbé, ex alcalde, Dina lo que se quiera, me dijo cuando era candidato en Temuco que a fines del gobierno de Pinochet, en época de las primeras elecciones donde Labbé iba de candidato a senador y perdió, no se estaban tomando las medidas para contener el alud mapuche que estaba en ciernes.

Guardia insiste en que la Oficina fue inútil, que el asesinato de Guzmán fue un error del Frente porque le pusieron en bandeja un mártir a la derecha, que el tema de las cartas con explosivos fue para que saltaran tapones y fusibles, es decir Nelson Mery y él.

Mientras trabajé en su oficina en el edificio Europa de Apoquindo el trato fue siempre cordial; es un hombre muy caballeroso y amable. Creo sinceramente que fue chivo expiatorio con un Marcelo Schilling muerto de risa por su puñalada.

Porque lo de las cartas, todo muy extraño, no daba para mantener incomunicado a una persona durante semanas y preso casi una década aunque fuese Punta Peuco.

Ahora que tengo el libro en mano, les adelanto junto con advertirles que no encontré nada mío, salvo las frases reproducidas tal cual por el protagonista.

La verdad

El tema del narcotráfico y como lo enfrentó y como asesoró a Joaquín Lavín con el tema de la delincuencia en Santiago, queda muy claro en el libro de Edición Digital. Lo de las cartas sigue siendo un misterio.

Alude el tema Jaime Guzmán y Cristian Edwards pero insisto desde que leí los primeros papers, Guardia retiene algo.

En segundo lugar por la forma novelizada y excelente redacción, aquí lo escribió entre Álvaro o un equipo de profesionales porque Guardia sería incapaz como “civil” en estas materias de armar un volumen como “Mi verdad “al más puro estilo Juan Cristóbal Peña.

El libro cierra con las cartas del autor del fraude, se presume, Humberto Nibaldo López Candia, informes de Contraloría y otros antecedentes.

Mi verdad es un libro de autodefensa, que pudo salir antes, pero nos enteramos ahora que Guardia firmó un compromiso editorial que no publicaría otra versión sino hasta diez años después de haber firmado el contrato sino era por Random. Esto da luces del porqué de la demora de una historia que será llevada a la Corte Internacional de derechos Humanos, a la cual apela en estos momentos Lenin Guardia Basso.

Aunque Guardia mantiene algunos términos peyorativos, como dejar casi como alcohólico y paranoico a Ricardo Núñez o ponerle sobrenombre a cierta gente, o dar rienda suelta a cierta ostentabilidad (deja en evidencia que sirvió Chivas Reagal y no Johnny Walker etiqueta roja), es un hombre generoso. Esa misma característica me la comentó Helga Thieme, cuando salió con Guardia. 

Algo hepático: hace como 30 años en un avión de Buenos Aires a Santiago, coincidimos como vecinos de asiento y  le comenté ciertos malestares al hígado. Guardia aún trabajaba para Max Marambio.

El hombre se puso de pie, abrió el guarda equipaje de mano y sacó un frasco con las cápsulas de Omega. “Aquí tienes, sigue tomándolo y verás cómo te hará bien en todo el organismo”.

En todas las posiciones autoritarismo y exilio existen puentes. Se negocian cosas; en lo propio Anselmo Sule me pidió que lo reuniera con una persona muy cercana a Pinochet para canjear situaciones por personas. Para ponerlo simple: “Levantan la “L” del pasaporte a sutano y mengano y durante un mes no habrá protestas”. Tan simple como eso.

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