Por Andre Jouffe
Cuando Eduardo Frei Montalva me sugirió, a raíz de un viaje a Brasil en 1977, entrevistar a Andrés Franco Montoro- afín a la Democracia Cristiana- jamás imaginé que iba a reunirme con Ignacio da Silva Lula. Porque aun siendo originario de Pernambuco, fue obrero dirigente sindical en San Bernardihno, localidad del estado de Sao Paulo.
Durante la conversación con Franco Montoro, insinuó el nombre de Lula para un futuro mediano ya que él mismo se postulaba como candidato soñando con un fin del gobierno militar en 1980.
Tuvo un margen de error de cinco años.
Anselmo Sule, me indicó un encuentro en Río de Janeiro con Leonel Brizola, luego gobernador del mismo estado de tendencia socialdemócrata, también vinculado como primer presidente democrático post dictadura, ya más blanda en los años ochenta.
El Lula joven era delgado, de barba ya estaba y auguraba una transición rápida y una continuidad de regímenes progresistas. La elección de Fernando Collor de Melo y mucho después de Jair Bolsonaro, contradijeron sus predicciones.
Lula pensaba en un país de izquierda no marxista, pero de cambios radicales. Eso profesaba con vehemencia.
Transcurrió más de un cuarto de siglo para que cumpliera sus anhelos presidenciales no así ideológicos de treintañero.
En estas aristas donde la mayoría de los opinólogos satanizan a la izquierda, cabe destacar las coincidencias ideológicas con el aprista Alan García del Perú, electo en 1985 y su afán de instalar un modelo progresista, sin acercarse mucho a la hoz y el martillo por temor a los militares que, siendo el Apra un movimiento muy alejando del marxismo, dejó a su líder Víctor Raúl Haya de la Torre, su fundador, en el banquillo por toda su vida. Un suplente a la espera del arco.
Alan García en su segundo mandato, siendo increpado públicamente por un obrero por no dar continuidad a las nacionalizaciones de su primer gobierno, recibió como respuesta el grito-histórico además- ¡No aprendiste que fracasamos la otra vez, que no resultó!
Lula, en primer lugar debe de dar la prueba de la blancura, por todas las dudas y sospechas que aún se ciernen sobre su entorno en cuanto a materia de malversación de fondos públicos. Pero, la prioridad, es darle al ciudadano seguridad sin apelar a las armas, cuya expresión máxima la entregó el sábado 29, Carla Zambelli una diputada bolsonarista al salir a la calle pistola en mano.
Luego, aplacar la pobreza que con la gestión del fascista Bolsonaro, creció en forma desmesurada.
En áreas como la protección del medio ambiente, revertir la destrucción amazónica, iniciada por el indolente mandatario que deja el poder incorporarse ahora a los acuerdos internacionales a los cuales era reacio JB y a las tecnologías sustitutivas de los elementos contaminantes.
Lula a los 77 años no representa un poder joven, pero ya está visto con el caso chileno, que tener menos de cuarenta, tampoco es sinónimo de progreso, de innovaciones y de no estigmatizarse con ser enemigo de los intereses del pueblo.