Por Fernando Curiqueo
Los Vencejos, de Fernando Aramburu, es una novela publicada en septiembre de 2021.
¿De qué trata Los Vencejos? De un tipo que toma la decisión de suicidarse. En su diario de vida -que empieza a escribir exactamente un año antes de la fecha que se ha fijado para llevar a cabo su “autoeliminación voluntaria”-, lo explica así: “De joven, la vida empezó a gustarme menos, pero todavía me gustaba. Ahora no me gusta nada y no pienso delegar en la Naturaleza la decisión sobre la hora en que habré de devolverle los átomos prestados. He previsto suicidarme dentro de un año. Hasta tengo prevista la fecha: 31 de julio de 2019, miércoles por la noche” (página 16)
El candidato a suicida se llama Toni. Tiene cincuenta y cuatro años; o sea, se suicidará a los cincuenta y cinco. Según él mismo afirma, tiene un rostro agraciado. Estuvo casado con una hermosa mujer, luego se divorció. A sus suegros los odió a los cinco minutos de conocerlos. Odia intensamente a su papá y a su hermano menor. Tiene un hijo al que trata despectivamente. Es profesor de filosofía (la que define así: Perogrulladas + lenguaje intrincado = filosofía). Goza de buena salud. Entre burlesco e irónico afirma que está “gravemente sano” (página 361). Gana lo suficiente y tiene “fácil acceso a la serenidad”. Tiene un solo amigo, al que él ha apodado Patachula, que también se propone suicidarse. La trama incluye a Égueda, una muy poco agraciada ex novia suya -a la que vuelve a encontrar después de veintisiete años-, en la que centran tanto él como su amigo Patachula una batería de actitudes y acciones misógenas y groseras.
La extensión -seiscientos noventa y ocho páginas- y el modo de la narración -en forma de diario de vida escrito por el protagonista-, quizá expliquen el que a veces la novela sea aburrida, con altibajos en su ritmo. Es que no hay que olvidar que la vida misma o eso que llaman la cotidianeidad, el día a día de la aplastante mayoría de los humanos es así: cargadita a la rutina, al tedio, a la monotonía, a los días planos. En este caso, Toni no es una excepción.
Ese lado negativo de la novela se ve ampliamente compensado con las agudas e interesantes reflexiones sobre una diversidad de temas que Aramburu aborda a través de su protagonista. El interés de la novela de Aramburu radica, precisamente, en que está llena de esas digresiones: la familia, el matrimonio, el trabajo, la misoginia, el feminismo, el acoso, la política, etc. En este sentido, aunque se diga que las comparaciones son odiosas (afirmación tan discutible como esa de que en cuestión de gustos no hay nada escrito), me permito una: creo que Los Vencejos de Aramburu es mejor que Tomás Nevinson de Javier Marías. Ambas “criaturas” vieron la luz en 2021 con sólo algunos meses de diferencia, en septiembre y marzo respectivamente.
La novela de Aramburu está salpicada de humor.
Relata una anécdota acerca de su papá, un comunista descreído: “Cuando cumplí no sé si once o doce años me regaló un ejemplar de El Manifiesto Comunista. Todavía lo conservo, con una ilusionada dedicatoria suya que decía: <<De tu padre y camarada>>, y a continuación la firma, como si fuera él el autor del libro” (página 127)
El futuro suicida escribe en su diario: “Afirmar que el hombre es un <<ser para la muerte>> es decir lo que cualquier abuela sabe desde la noche de los tiempos: que todo el que nace, palma, sabiendo además que va a palmar. <<Yo soy yo y mis circunstancias>> es una buena frase para insinuar a nuestros huéspedes que vayan pensando en coger los abrigos y largarse. ¿Y qué decir de la chorrada de Descartes: <<Cogito, ergo sum>>? Meo y cago, luego existo. Conduzco un automóvil, luego existo. Llevo a cabo acciones propias de quien existe, luego existo.” (página 478)
En una visita al cementerio, ante la tumba del papá: “Mi pereza y mi temprano descreimiento, más que la circunstancia de vivir en un país abundante en bares, caluroso y festivo, me vedaron la posibilidad de dejar una muesca en la historia universal de la filosofía” (página 477).
Cuando Toni le contó a su familia que había elegido estudiar filosofía, su papá le preguntó si había hecho voto de pobreza.
Sobre el título de la novela. El vencejo es un ave, por la que Toni, el protagonista, siente especial atracción y admiración. Esto lo manifiesta en varias oportunidades. Así en una parte de su diario escribe: “Adoro los vencejos. Vuelan sin descanso, libres y laboriosos” (página 86). Afirma que si hubiera tenido la posibilidad de elegir entre ser hombre o ser vencejo se habría decidido por lo segundo. En otra parte, cuenta haber leído que los vencejos pasan la mayor parte de su vida en el aire. “Justamente lo que yo habría deseado: no tocar el suelo, no rozarme con nadie” (página 92).
Inevitablemente surge la pregunta: ¿es creíble Toni como potencial suicida?