Por Sergio Rodríguez Gelfenstein
La Unión Europea ha dejado de reconocer a Guaidó, lo mismo han hecho República Dominicana y Panamá. Ya sólo alrededor de 25 países sostienen la farsa. Están esperando que Estados Unidos dé la señal para que la luz se apague definitivamente en la madriguera de quienes violando la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela y el derecho internacional, inventaran un subterfugio para apropiarse de recursos y bienes que pertenecen a todos los venezolanos.
Esta trama urdida en Washington por mentes criminales de las que ya nadie se acuerda, tuvo efímera existencia real en Venezuela, mientras que en el exterior se mantuvo hasta hoy, gracias a las amenazas de Trump a países conducidos por gobiernos débiles y cobardes que se dejaron chantajear por el ex presidente de Estados Unidos y sus adláteres.
Estos países, creyendo que la potencia militar de Estados Unidos y la capacidad de los medios trasnacionales de comunicación para fabricar noticias falsas bastaba para derrocar al gobierno de Venezuela, se embarcaron en una política que de la forma más impúdica y desvergonzada el ex canciller de España y actual Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad Josep Borrel denominó “innovación del derecho internacional”, cuando en realidad se trababa de la violación de las más elementales normas jurídicas que regulan las relaciones entre los Estados.
Partían del supuesto de que el pueblo de Venezuela iba a ser incapaz de resistir el robo de sus recursos financieros y sus activos, las medidas económicas unilaterales de presión, los actos terroristas, las invasiones terrestres y marítimas desde Colombia, el sabotaje contra los servicios públicos, el bloqueo al comercio petrolero, la imposibilidad de realizar operaciones financieras en el exterior, el secuestro y asesinato de nacionales y muchas otras operaciones de desestabilización, algunas abiertas y otras reservadas que aún no se pueden dar a conocer para proteger las fuentes. Se equivocaron rotundamente.
Bolívar en su ejecutoria nos enseñó el camino de la perseverancia, la voluntad y la confianza en el pueblo. Él supero la pérdida de la primera y segunda república, el terremoto de 1812, la derrota, el exilio, el desamparo, la ausencia de ayudas del exterior, la traición, los intentos de asesinato e incluso la incapacidad de muchos jefes de entender su pensamiento estratégico. No por casualidad se autodenominó en carta a Santander de 1825, como el “hombre de las dificultades”. Al final venció al más poderoso ejército que España envió a América, liberando y creando cinco naciones.
De la misma manera, el Comandante Hugo Chávez sembró para siempre en el pueblo venezolano el valor de la lealtad y la firmeza, la capacidad de vencer los contratiempos, fue derrotado el 4 de febrero, fue a la cárcel por ello, pero regresó para construir una impresionante fuerza electoral que le permitió dar continuidad al ideal del Libertador y reiniciar el proceso de transformación de Venezuela.
Somos hijos de Bolívar y de Chávez, no conocen de nuestro temple y amor a la patria. Hace 200 años, pueblo y ejército unidos propinaron en Carabobo una contundente y definitiva derrota al colonialismo español. No va a ser un fantoche teledirigido desde Washington y 56 países sumisos los que puedan torcer el destino de nuestro país.
No somos belicistas, nuestro ejército ha salido del territorio nacional sólo una vez a lo largo de toda la historia republicana. Fue a partir de 1819 para -bajo el mando de Bolívar y Sucre- dar independencia y libertad a otras naciones hermanas. Pero sí somos guerreros cuando de la defensa de nuestro territorio y nuestra soberanía se trata. Mientras tanto, hemos construido el país y nos hemos relacionado con los demás enarbolando principios de paz que Chávez transformó en doctrina de Estado
El pueblo venezolano no olvidará esta afrenta de países que aún hoy tibiamente retoman el camino del derecho al ser incapaces de resolver el entuerto ilegal en el que se metieron y hacer ante el ridículo internacional tras haber conducido a sus propios pueblos a la afrenta y la ignominia, siguiendo los designios perversos emanados de la mente afiebrada de Trump, al que ahora desprecian públicamente, cuando durante cuatro años la acataron con lambisconería indecente y lealtad perruna
Venezuela continuará su ruta, sabemos perfectamente que una cosa son los gobiernos y otra los pueblos, de quienes recibimos muestras extraordinarias de solidaridad y afecto, sobre cuando comenzaron a verificar que eran objeto de soez engaño y brutal quimera.
Leales a nuestra diplomacia bolivariana de paz que se ciñe a los preceptos que nos legara el Libertador, continuaremos la ruta trazada con la paciencia infinita que da la convicción de transitar el camino correcto y la impaciencia desesperante por no ser capaces de hacerlo mejor y más rápido.
Deben saber estos 57 países, los que se han arrepentido y los que aún continúan atados al mandato de Washington, que nuestra confianza en el futuro se sustenta en el legado de la diplomacia que nos dejara el Libertador: altura de miras y firmeza de principios sin caer en las bajas pasiones que la grosería, la ofensa y el irrespeto al pueblo venezolano suponen el poder militar y económico de quienes se asumen como nuestros enemigos.
En carta del 7 de octubre de 1818 dirigida al diplomático estadounidense Juan Bautista Irvine, el Libertador lo refuta con solidez patriótica y republicana y le hace saber nuestra decisión de luchar hasta morir o vencer. Dijo el Libertador:
“Quisiera terminar esta nota desentendiéndome del penúltimo párrafo de la de V. S. porque siendo en extremo chocante e injurioso al Gobierno de Venezuela, sería preciso para contestarlo usar del mismo lenguaje de V. S. tan contrario a la modestia y decoro con que por mi parte he conducido la cuestión. El pertinaz empeño y acaloramiento de V. S. en sostener lo que no es defensible [sic] sino atacando nuestros derechos, me hace extender la vista más allá del objeto a que la ceñía nuestra conferencia. Parece que el intento de V. S. es forzarme a que reciproque los insultos: no lo haré; pero sí protesto a V. S. que no permitiré que se ultraje ni desprecie al Gobierno y los derechos de Venezuela. Defendiéndolos contra la España ha desaparecido una gran parte de nuestra populación y el resto que queda ansía por merecer igual suerte. Lo mismo es para Venezuela combatir contra España que contra el mundo entero, si todo el mundo la ofende”.