La prueba del pelo, el peligro Kast y Cuba

Por André Jouffé

Una aberración: leo la editorial de El Mercurio, de parlamentarios de todos los sectores se oponen al test de drogas. La orina elimina fácilmente el cannabis pero el pelo, seis meses. Es justo. Curiosamente la mayor crítica a la ley proviene de la derecha.

Llaman a confiar en los antecedentes de los legisladores y elegidos y ahí tenemos a Karen Rojo cleptomanía, o Alinco en caso del trago, en fin. Evelyn Matthei tuvo razón hace 30 años, le faltaron pruebas, yo lo vi con mis propios ojos cuando un parlamentario de la época y segpres posteriormente, jaló sin importarle la audiencia. Puedo dar el nombre si me lo piden.

Hubo casos públicos, como Orpitz pero encuentro lamentable que los legisladores no den el ejemplo. Luego el senador se dedicó a crear centros de rehabilitación. Parto por el Presidente que debería de hacérsela también, igual que los ministros.

Único país en el mundo que lo efectuará, ¿Acaso no somos tan lideres?

El retorno a la vida más pública de José Antonio Kast aterra a la derecha por cuanto su extrema ideología a lo Bolsonaro, podría según los analistas de esa tendencia reforzar el apruebo. La derecha desea mantener el ataque moderado. Tampoco caen bien las del actor Luciano Cruz Coke.

A seis semanas, casi, del día “D”, aún pueden ocurrir muchas cosas.  Cadem-Izikson con sus encuestas sólo contribuye a sembrar el pánico y debilitar la ya frágil imagen del mandatario que al bajarse del automóvil se pone el abrigo dejando al descubierto la camisa fuera del pantalón.

Y CUBA

En Chile nos quejamos de cierta ausencia de productos y olvidan que hay guerra y baja productividad mundial. La gente feliz con la baja del dólar para comprarlo a medio más módico y remitirlo al extranjero.

Lo realmente espantoso es una crisis sumada a un embargo como el cubano.

La pasión de lo real es como algo opuesto a la entrega de bienes. En la realidad social se puede observar claramente en la revolución cubana. Haciendo de la necesidad una virtud. Cuba continua desafiado históricamente la lógica del desperdicio y de la obsolencia planificada por muchos de los productos que se utilizan y son tratados en Occidente como basura: no solo por proverbiales coches americanos de la década del 50 que de forma mágica siguen funcionando, sino también docenas de autobuses canadienses amarillos con antiguas inscripciones pintadas en francés o inglés todavía completamente legibles dados como regalo a Cuba y ultimados allí como medio de transporte. Así se da la paradoja que en la era frenética del capitalismo global, el resultado principal de la revolución es la detención de la dinámica social; este parece el precio que hay que pagar por la exclusión global. Capitalista. Aquí encontramos una extraña simetría entre Cuba y las sociedades postindustriales de Occidente. En ambos casos, la movilización frenética lleva a la inmovilidad social: en el occidente desarrollado la actividad social frenética oculta la identidad básica del capitalismo global, la ausencia de un acontecimiento. Una dialéctica en suspensión a la espera del acontecimiento mesiánico como escribió Walter Benjamín. Todo el mundo esperaba eso con la muerte de Castro, pero el fin de los tiempos aún no está cerca pero todo el mundo espera el milagro que sucederá cuando sea el fin del sistema, piensa Saslav Zizek.

EN LA HABANA…

En lo personal, un gran terremoto de auge inmobiliario y turístico; cadenas de todo y los que menos visitarán la isla serán los descendientes de cubanos.

Cuando fui invitado al Congreso mundial de Intelectuales, creo que 1985 o 86, compartí pieza con Patricio Acevedo, fallecido en Angol hace una década y compañero de curso. Iba en representación de Análisis y Fidel en la puerta del Palacio de la Revolución, le preguntó por Juan Pablo Cárdenas, cuyas humillantes detenciones bajo cualquier pretexto rebalsaban fronteras. Increíble la memoria de Fidel con el periodista encarcelado.

Curioso que hubiesen enviado a Acevedo que no estaba ni ahí con estos procesos.

Primera vergüenza. En el Palacio, en la gran cena para unas miles de personas, alguien pregunta frente a una de las mesas buffet self service, como se come la media langosta. Nelson Villagra gran actor acompañado de la estupenda Shenda Román, coge la presa y la unta entera en la salsa americana (qué contraste) y le muestra: “Así” pegando un gran mordisco al crustáceo decápodo del infraorden achelata de caparazón espinoso y punzante (gracias Google). También se la llama malacostraca.

Segunda vergüenza: Marta Harnecker ingresa súbitamente a la sala donde da una charla Mario Benedetti; lo hace acompañado de una fila de pateras medias disfrazadas. No hay ambiente para interrumpir al uruguayo. Mario exclama: ¡Por favor Marta! Como diciéndole ya pues no estamos para chiquilladas

Primer aplauso: a la organización y a Gabriel García Márquez a cargo del discurso inaugural-de lo contrario, si hubiese sido Fidel, aún estaríamos en La Habana-, en el cual dice: Si me lo pasara de seminario en seminario y de encuentro en encuentro, jamás habría podido escribir Cien años de soledad.

Tenía razón el Gabo pero sin Cien años no lo habrían acogido en el mundo entero.

La alteración a la ley inoperante por cuenta mía: cuando el taxista durante el trayecto me pide si con mi pasaporte diplomático puedo comprar en la gran tienda, hay unas tres para diplomáticos y autoridades en La Habana un par de jeans para su esposa. “Tengo los dólares pero no me los venden”. Nos habían prohibido estrictamente pasar dólares o comprar a cubanos pero yo pensé si fuese mi esposa o hija y pudiera o encontrara a alguien que me hiciera el favor en esas circunstancias. Le dije que se guardara los dólares-un delito menos-. Compre el jean con la talla indicada- y así cometí cero delito porque le hice un regalo.

Igual con la propaganda anticomunista, uno andaba como medio perseguido.

Era una Cuba de cinco del uno al diez, no como ahora sin ayuda rusa, la venezolana apenas. Nicaragua menos, batiéndose sola contra la pandemia que le permitió el ingreso de divisas por el turismo, empleo por los hoteles y a las jineteras. 

Entonces, en la isla, todos tenían la culpa de los males, menos Fidel. Ahora, salen a la calle, son reprimidos pero el paredón ya no existe.

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