Por Jorge Luzoro
Luego de ser interpelado en la comisión de derechos humanos de la Convención Constitucional por la machi Francisca Linconao, a propósito de su vinculación con Augusto Pinochet, el constituyente Jorge Arancibia, ex senador de la República y ex almirante de la Armada, respondió con aparente empatía, mostrando sus destrezas verbales y experiencia en los foros. Su principal queja fue que sólo se le evaluará por haber sido edecán de Pinochet, desconociendo sus otros numerosos méritos.
A algunas personas les pareció que Jorge Arancibia había sido contundente.
Sin embargo, una mirada menos superficial logra ver lo que hay detrás de su condición de seductor. Para empezar, Arancibia se equivoca al creer que fue distinguido siendo edecán de un Presidente de la República. La realidad es que fue edecán de un general de Ejército, un traidor, quien se apoderó de la Presidencia por medio de un sangriento golpe de estado.
El ex marino pretende también pasarse de listo. Citando hitos de su exitosa y trepadora carrera profesional, procura desviar la atención y que pase desapercibida una realidad de fondo: en dependencias navales y terrestre de la institución en la cual ocupó la condición de comandante en jefe, nombrado en democracia por el demócrata-cristiano Frei Ruiz-Tagle (tomen nota los patrocinadores progresistas de la candidatura de la señora Provoste), funcionaron lugares donde ciudadanos fueron detenidos ilegalmente y torturados. También los hay desaparecidos.
Es cierto que Arancibia es un legítimo miembro de la Convención Contitucional. Fue elegido democráticamente. Si bien sus votantes pertenecen a una clara minoría, miles de chilenos sufragaron por él. Su electorado está compuesto por quienes pidieron el golpe militar de 1973, gobernaron y se beneficiaron con la dictadura y miraron al costado a propósitos de cosas atroces que sucedían y eran veladamente sabidas. Son los mismos que están disgustados por el avance de las fuerzas democráticas y sueñan con que las fuerzas armadas vuelvan a intervenir en política contingente, como si los uniformados fuesen discapacitados, ya dispuestos a volver a ser utilizados para defender intereses de minorías por sobre legítimas demandas de las mayorías.
Si bien no sería la primera, ni la segunda, ni la tercera oportunidad en que las fuerzas armadas traicionan sus juramentos de lealtad a las autoridades democráticamente elegidas, en esta oportunidad, en su memoria militar reciente registra el haber sido utilizados para hacer el trabajo sucio y luego abandonados en Punta Peuco.
Toda esta realidad, que el legítimo constituyente Arancibia pretende desdibujar con sus dotes de seductor y logrado histrionismo, está dolorosamente presente en el Chile de hoy. Jóvenes, mujeres, y los trabajadores de siempre, podríamos decir coloquialmente que ya “no les pasan gato por liebre”. Saben quienes son los golpista, los explícitos y los solapados.
El aparentemente dialogante Arancibia de hoy no logra ocultar al pinochetista que es. Hombre inteligente y cazurro, evitará en el contexto de la Convencional hacer notar su complicidad con la dictadura militar y sus atropellos, su perspectiva autoritaria respecto de las problemáticas sociales, su inclinación por el disparo más que por el argumento.
En su relato, al proclamarse impulsor de una mesa de diálogo entre civiles notables ( ? ) e igualmente notables miembros de las fuerzas armadas para abordar el “tema” de los detenidos desaparecidos, comete un lapsus linguae que, sin necesidad de ser psicoanalista o psicoanalizado, nos muestra la verdad de Jorge Patricio Arancibia Reyes, más que todos sus logrados discursos y representaciones: empieza a pronunciar la palabra “detenidos”, pero se interrumpe, no la termina, y sólo los llama “desaparecidos”. Evita reconocer, y menos asumir, que bajo el gobierno que él respalda hubo detenidos desaparecidos, es decir, asesinados. Se trata de un hábil negacionista. (https://youtu.be/F1AUvh9v6QU).
Bueno, dirá: no fui elegido para hablar de cosas contingentes y pensará, sin decirlo, sino para defender que la clase dominante pierda lo menos posible.
Hay Arancibias y Arancibias. Sobre Jorge Patricio, nacido la semana de fiestas patrias en 1939, pesa una legítima sospecha:
¿Predomina lo narciso por sobre darse cuenta de que sus pasos lo siguen?
¿Se trata simplemente de un humano pancista?
¿Ambas cosas?
¿Podrán llegar a coincidir mirándose a los ojos la machi Linconao y el almirante Arancibia?
Difícil. Ella, directa y transparente, viene de estar injustamente presa en la cárcel de Temuco.
Él, hombre de caretas y conveniencias, viene de navegar,…en champagne.