Por Luis Osorio
Cuando el día 18 de octubre del 2019, en horas de la tarde se manifiesta de lleno lo que se bautizó posteriormente como “Estallido Social”, se iniciaba un período histórico importante.
Era un continuo de movilizaciones callejeras, en ocasiones con signos de violencia, pero nunca tanto como el bombardeo a La Moneda.
Se trataba de una rebelión inédita del siglo XXI, en la cual había demandas bastante claras y se expresaba la situación social que no coincidía con el oasis referido por Piñera un tiempo antes.
Correspondía a la expresión espontánea de ciudadanos, que como lo decía una frase caracterizadora del momento, habían despertado.
Detrás de los problemas exteriorizados, que no han desaparecido, sino por el contrario se han agudizado, es posible identificar responsables. En primer término, los autores de la instauración de la Dictadura y la estructura montada con la elaboración de la Constitución del 80, y luego quienes con el transcurrir de los años se asimilaron dicha estructura, dándole el oxígeno suficiente para que prosiguiera en lo sustancial y se consagrara la desigualdad de tipo inhumano, con múltiples facetas las cuales ya están bastante claras. Los hechos que partieron el 18 de octubre, tienen identidad y un sentido de pertinencia, vinculado a quienes realmente eran parte de la demanda. Les pertenece a los que podían transitar libremente por las plazas del país, y en todos los espacios donde se exigía dignidad.
Por el contrario, no es una parte de la historia de quienes no podían en ningún momento poner un pie en alguna plaza donde ocurría una manifestación, no estaba allí el acontecimiento que los identificara, ni tampoco la gente a la cual representaban. Se trata de quienes estaban en la vereda de los responsables de la problemática cuestionada y sobre los cuales no hay arrepentimiento. Por lo demás si lo hubiera, por las características que siempre han demostrado, sería en esencia un acto fingido, más bien hay un aprovechamiento. Sin embargo, el lugar en el cual sí podían estar sin inconvenientes, son las salas de reuniones en que se acordaba la Paz, luego de la guerra anunciada desde La Moneda. Allí no representaban a la ciudadanía movilizada, eran y son parte de un episodio demasiado abrupto, la expresión de oportunismo.
Ningún nexo con lo del 18 de octubre, salvo ese puente tendido con generaciones más jóvenes que sí podían estar en las plazas, ya que no son parte de liderazgos surgidos en el siglo XXI, no tienen la responsabilidad de los 30 años o más en que los problemas se fueron nutriendo de falta de voluntades.
De todos modos, esos mismos jóvenes deben desarrollar una habilidad que permita dar un giro en la historia, y no caer en una maquinaria de siempre.
Estas circunstancias, echan por tierra o debilitan el accionar de quienes firmaban el acuerdo a muto propio y alejados de la problemática vivenciada por la población.
Se trata de quienes nunca quisieron impulsar un proceso paulatino y paso a paso, de cambios incluyendo lo constitucional, que por cierto tiene asociación directa con la dictadura. Pero los hechos demuestran bien los procesos de adaptación y asimilación que tuvieron con el modelo, y como son capturados por algo que en este momento los insertan en un acto de apariencia republicana y con tildes de democrático.
El ex presidente Lagos, advertía en los últimos días del peligro de hacerse falsas expectativas con la nueva Constitución, tal vez en esta ocasión sean razonables sus palabras. La interpretación que le otorgo es que estamos viviendo una estrategia diseñada por la derecha, inspirada en como habría actuado Jaime Guzmán, la cual está en curso; y, por otro lado, ya tenemos la experiencia de otro plebiscito en que había grandes expectativas con el triunfo del No, pero que finalmente se diluyeron. Es propicia la interrogante, ¿cuánto de confianzas se recuperaron desde el 18 de octubre del 2019 hasta ahora, me parece que no estamos en buen momento?
La otra lectura de los dichos de Lagos, es su intención de partir con un pie en el freno y advirtiendo sobre filtros que se deben poner en el proceso. A las expectativas no hay que temerles, son justas y deberían ser legítimas. Hay algunos que, en los años 90 del siglo XX, se hicieron expectativas y lograron satisfacerlas, pero fueron unos pocos. El despertar, mueve la imaginación y hace proyectarse sueños, esa debe ser una mirada más humana donde todos tengan cabida y que el acceso a las mismas oportunidades, sean efectivas.
Es de esperar que todo vaya por buen camino y los jóvenes entiendan, que deben prevenir posibles trampas y estén dispuestos a tomar rumbos más certeros dentro de pocos años. Hagámonos la idea de una Nueva Constitución de transición de la dictadura hacia la democracia, que en pocos años deberá nuevamente ser cambiada.
La base de lo que viene recién comienza, y se debe recorrer un camino no andado con anterioridad, bien lo dice Serrat, al andar se hace camino y al volver la vista atrás, se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar. El indicador para el segundo paso, serán los nombres de los candidatos a constituyentes y la demostración del entendimiento de lo histórico que logren transmitir, la procedencia de ellos será clave y el repetirse el plato muy mal visto.
Por último, tener presente que aún las anchas alamedas están cerradas, el actuar subliminal ha tenido sus efectos y aún nos pasa la cuenta.