Por André Jouffe
‘L’evenement’ (El acontecimiento), filmada por la directora francesa Audrey Diwan y película ganadora de la Muestra de Venecia, pone el foco sobre las consecuencias del aborto y recordar que aquello que no se nombra también existe.
Aunque la posición feminista es mayoritariamente favorable al aborto libre, también hay voces disidentes. “La feminista norteamericana Camille Paglia ha revelado parte de una carta que le fue dirigida públicamente por Katherine Carlson, feminista canadiense. En ella, Carlson expresaba su inquietud acerca de este asunto. Señalaba que la tecnología ultrasonido nos había permitido ver en el interior del vientre materno, y la obvia cara de la humanidad del feto era clara. Asimismo, la canadiense expresaba su respeto hacia la posición abortista de Paglia, porque no evitaba mirar de frente la crudeza de la decisión, ni deshumanizaba al vulnerable no nacido. Hay también quienes se oponen al aborto porque su defensa de la libertad femenina es solo aparente. Muchas de las mujeres que abortan se ven forzadas a hacerlo porque fueron abandonadas a su suerte, o porque sus parejas o familia las presionan sobremanera. El aborto libre invisibilizaría esas situaciones opresivas, además de presentarlas como rasgos fundamentales de libertad. Se trataría, en definitiva, de un patriarcado muy bien disfrazado”
William Borroughs en su libro “Almuerzo Desnudo”, desliza al pasar en boca de su mujer-en la vida real- que ella ha pasado por seis abortos como quien pierde un tren.
El acto no tiene nombre cuando la vida y la muerte se dan la mano. Es una muestra de sacrificio.
“El acontecimiento”, tiene una originalidad que reside, precisamente, en la capacidad de exponer con todo lujo de detalles esa “escena de sacrificio”, en su profundo horror, en ocasiones obliga al público incluso a apartar la vista de la pantalla, prueba de que ‘L’evenement’ logra convertir el horror más íntimo en un dolor compartido.
Saco a colación este tema porque el programa y en las entrevistas del candidato Gabriel Boric proclama por los cuatro vientos legalizar el aborto, sin límites.
El argumento feminista: somos dueñas de nuestro cuerpo encuentra respuesta en la propia Piglia.
El médico o el autor clandestino cortan manos y pies para despegar a la criatura de su hábitat. Es una escena cruel y violenta, un asesinato.
En lo personal, creo en Dios pero no en sus intermediarios. Pero hay cientos de miles de cristianos choqueados ante esta libertad de acción ante el aborto. Con el agravante que existe: la píldora del día después, la pastilla diaria anticonceptiva, ligarse las trompas, la “T”, y el incómodo preservativo nuevamente de moda por el SIDA.
Es decir, hay opciones para desviar el embarazo.
Es culpa del Estado y de las iglesias cristianas impedir una mayor publicidad y difusión de cómo prevenir el embarazo. Un manual de cortapalos que debería de estar en la mente de los adolescentes antes que sean capaces de procrear.
La repartición de anticonceptivos debería ser accesible a toda hora en CESFAM y lugares de atención pública.
Por mucha opción y acercamiento que les da Gabriel Boric, hay un electorado reticente a marcar por él. Y el feminismo sin aborto es sueldos igualitarios, derechos similares, fin a mutilación sexual (practicada en países pertenecientes a la OECD), en fin, la expresión de la defensa de la mujer no tiene por qué estar vinculada a la eliminación de un ente engendrado, salvo en casos terapéuticos, males congénitos o embarazos tubáricos.