Por Óscar Squella
Casi medio siglo me unió en amistad con Duncan, casi hermanos, fieles amigos, compinches y altivos aventureros, al menos en los sueños de nunca acabar.
En nuestras entretenidas charlas, a Duncan le encantaba mencionar su coincidencia con tres grandes literatos de las dos lenguas que más le gustaban (Aparte de otras que dominaba de lo más bien) el castellano y el inglés. El día de su nacimiento, 23 de abril, coincidía con la muerte de tres grandes de esas lenguas, Shakespeare, Cervantes y Garcilaso de la Vega. De cada uno de Ellos sacaba frases que le ayudaban a mejor presentar su amor por la vida y las bellas formas.
Repetía a Don Quijote
“Por la libertad, así como por la honra, se puede y se debe aventurar en la vida”
y así fue como recorrió montes y praderas en busca de un amanecer, un ave silvestre o una flor.
También, en su afincado afán por servir, fraseaba a su otro alter ego, el brillante William Shakespeare, cuando debía esforzarse para obtener algún imposible:
“Es más fácil obtener lo que se desea con una sonrisa que con la punta de una espada”. Con este espíritu es como oró en Roma, combatió la dictadura al lado de su amigo Juan Pablo Cárdenas, y desde la Academia, apoyò a moros y cristianos. A media vida, cambió su leit motiv por la agricultura. Plantó naranjos, sembró granos, regó secanos y secò humedales para hacer mas fértil su terruño en Las Cabras y lo consiguió largamente.
En este ir y venir no se detuvo hasta que su cuerpo dijo ¡basta!
Y todo lo anterior lo llevó a cabo, con una sonrisa amable y sincera, tal como aprendió de su admirado Shakespeare.
Hace algunos días, ya a sabiendas que su cuerpo no lo acompañaría por mucho más tiempo, le pregunté “Do you think your time has come already? …” guardò silencio unos segundos eternos y luego me dijo: “I think you know better than me” …
leí en sus palabras y en su mirada, un gesto de paz y tranquilidad con lo que se venía. Lo maravilloso de esta conversación, fue su voluntad de entregar a sus seres queridos, un gesto de “estoy bien” “nada debo ni nada quiero”
En las tardes cuando fui a acompañarlo, pude recorrer su parque y admirar lo que Duncan había construido, cada planta, cada árbol, cada rincón verde que conversa armoniosamente con la siguiente planta, con las rocas traídas de lejos y especialmente con esa visión de amante de la belleza que nos regala la naturaleza y que Duncan supo leer tan bien.
No me queda mas que transmitirle a esta familia y amigos reunidos al lado de Duncan. Estoy feliz de haber conocido a este personaje, orgulloso de haber sido su amigo y de haberlo tenido muy presente con toda mi familia.
Se apaga una luz terrenal y a la vez se abren las páginas de una leyenda que nos acompañará por siempre.
Hasta siempre querido amigo.