Por André Jouffé
Reportaje vivencial de Andre Jouffé. En el Ventilador va en dos partes pues el máximo son 8 mil caracteres.
Un genérico del Viagra, en base al boldo y bailahuén, me enreda en el caso del químico Eugenio Berrios y de su asesino, Tomás Cassella.
Al restaurante Les Assasins de Juan Carlos Cheyre, que cerró sus puertas hace algunas semanas, concurría el químico farmaceuta Eugenio Berríos hasta fines de los años ochenta.
Una tarde de primavera presentaba mí un libro (asumo que espantoso) “El diario del fin del mundo”, en la Plaza del Mulato Gil de Castro junto con otro de Enrique Lafourcade de su serie gastronómica del conde Henri de Lafourchette.
Haciendo hora pasé a Les Assasins y me serví un trago. Había que parar fuerzas porque en el discurso iba a denunciar las torturas a Karen Eitel y que a las siete me iba ausentar un instante para dejar al director de revista Análisis Juan Pablo Cárdenas a su reclusión nocturna en calle Lira, como castigo de censura a un artículo de su publicación.
De pronto veo que una persona se me acerca tambaleando y balbucea: “Así que soy un asesino”. Acto seguido, pierde el equilibrio y cae sentado en una silla. Sin pensarlo dos veces, cancelo la cuenta y parto rumbo a la plaza.
El origen de esta historia se inicia en Montevideo. En 1977 fui a entrevistar al presidente civil, títere de los militares, Aparicio Méndez Manfredini.
Durante la noche los servicios de inteligencia localizaron a los chilenos para indagar quien era yo y seguramente la respuesta fue la correcta: un ex UP.
¿Por qué no lo hicieron antes? Pues en la tarde del sábado al entrevistar al canciller uruguayo Alejandro Rovira le menciono que en un futuro viaje me gustaría entrevistar al presidente. Rovira toma el teléfono y me amarra el encuentro para el día siguiente que caía domingo siempre y cuando pasara por la Dinacos local.
Al llegar al Palacio Suarez, me espera José Tomas Casella, capitán de inteligencia y designado mi edecán-guardián para las horas siguientes. Luego de la entrevista al veterano Jefe de Estado (tuvo que intervenir personalmente para que dejaran ingresar a su nieta de diez años a la casa) Casella me invita al almorzar al restaurant Chalet Suisse.
Conversación superficial, amable, le cuento mis experiencias en Suiza y el país gendarme que es la Confederación Helvética.
Mi equipaje ya estaba en su vehículo de manera que me fue a dejar a los pies de la escalerilla. Carrasco entonces era un pequeño aeropuerto mas ocupado por el cabotaje de PLUNA (alegóricamente interpretada como Puros locos usan nuestros aviones) y Austral de Argentina, entre Montevideo y Buenos Aires.
Al abrazarme me susurra al oído: “Buen viaje, subversivo hijo de p…”
Espantado subí las escaleras rezando por un pronto despegue del 737.
Muchos años más tarde en 1985 cuando asume Julio María Sanguinetti veo al ex presidente de Peñarol, de la revista de los Viernes y abogado frente a los ascensores del hotel Victoria, en eterna construcción. Y lo escucho decir ¿A qué hora llegara Casella?
El hombre seguía vigente en democracia.
Por esos años junto con el académico Fernando Velasco y Patricio Jarpa (sobrino de Sergio Onofre) armamos una empresa de Relaciones Publicas, PRS, en Los Leones 1048, posteriormente Instituto Professional del Pacifico antes de convertirse en universidad, propiedad de Julio Artizar Prado, ex colaborador de Carlos Ibáñez y luego de la unta).
Con motivo de la crisis del 83, cerramos la oficina pero Velasco me informa que Jarpa junto a un ser siniestro llamado Eugenio Berrios estaban usando unas facturas nuestras para comercializar un descubrimiento de Berrios. Era un viagra artesanal sin mayor éxito pues dejaba un olor insoportable al usuario. Julio Jung fue uno de los que probaron eta experiencia.
Velasco agrega: “Me preocupa porque Berrios era de la Dina, conocía a Jarpa desde los tiempos de Patria y Libertad y elaboró el gas sarín para el ejército. Se le atribuyen asesinatos me confidenció alguien (sospechoso asimismo en el caso Eduardo Frei Montalva). También fue publica su asistencia permanente a la casa de Michael Townley en Lo Curro donde se hacían experimentos en humanos-presos políticos-mientras en el segundo piso la escritora Mariana Callejas con Lafourcade, Nicanor Parra, Pablo Huneeus y Carlos Iturra realizaban sus creaciones literarias recreadas con el amable humo de un buen porro.
El epílogo nos lleva a que una mañana lo veo a Berríos del brazo de Emilio Rojas caminando por avenida Los Leones. Llamo al periodista y le advierto sobre los antecedentes de Berrios. Sin más, él le cuenta mi versión lo cual con lleva a la incómoda situación de Les Assasins.
Transcurrió el tiempo, Berrios se alcoholiza, cuenta demasiado y el ejército chileno pide agüita, que lo lleven a Uruguay. Así aparecen Casella, Sarli y Realli.
En una oportunidad, Berrios logra escapar de sus captores y llama a Emilio Rojas, agregado de prensa en la Embajada de Chile en Uruguay, tiempos de Aylwin.
El resto quedó en la penumbra. Casella y su cómplice Willington Sarli y Eduardo Radaelli, también coroneles, deben permanecer en Chile con arraigo hasta que la Corte los libera. La razón es que se les atribuyó el asesinato de Berrios presuntamente encontrado en una playa de Montevideo.
El misterio se agrava cuando el general Manuel Contreras Sepúlveda en sus últimos años de vida afirma que “Berríos esta vivito y coleando en Uruguay y que viene con identidad falsa a visitar a sus familiares.
La verdad en el limbo.
Casella jubiló y la condena fue de cinco años por los tribunales militares uruguayos para él y sus dos cómplices, Willintgton Sarli y Eduardo Radaelli.
Apéndice
El cine ronda a Berrios
Este caso ha inspirado un largometraje documental que saldrá a cines a comienzos del 2025 y para el cual fui largamente entrevistado por haber conocido personalmente al criminal asesino y al criminal asesinado. Una de las poductoras es Alejandra Diaz Shalaguer (actriz y directora de El Circulo, obra estrenada hace cuatro años y trata sobre la relación que tratan de establecer cuatro parejas mixtas de origen árabe y judío)
En el año 2004, Sergio Gándara produce, el título “99% asesinado” con Patricio Contreras María Izquierdo.
Al parecer no hubo quórum para reunir los 700 mil dólares del costo.
Ya en el 2008 en Uruguay se proyectó film ficción “Matar a todos” de Eduardo Schroeder sobre el caso Berríos que curiosamente no llegó a Chile pero sí obtuvo excelente critica en el festival Internacional de Cine de San Sebastián.