Por André Jouffé
En la sala de preembarque del aeropuerto de Frankfurt, vi un ejemplar de Der Spiegel (socialdemócrata) con el rostro de Karl Marx y el titular:” La resurrección de Marx”.
Fue en mi último viaje a Europa hace un lustro aproximadamente.
Adquirí la revista y leí detenidamente: el eurocomunismo de los años ochenta fue ideado para penetrar en Europa Occidental, pero bajo fachada socialdemócrata.
La verdad que el camuflaje no resultó.
Con la caída del muro, luego de la euforia, a comienzos de los noventa en un viaje a Checoslovaquia, aún no se había dividido en dos, y por ex Berlín Oriental conversé con la gente. ¿Qué gente? La vendedora de “wurst mit oder ohne frites (así le dicen a las papas fritas adaptado del francés”), al viejo que leía el Berlinermorgenpost en un banco del Kuhdam o de la Friedrischstrasse, o adultos mayores de ambos sexos de la calle.
Sin grabadora en mano, en Praga por ejemplo, los mayores de sesenta se quejaban: “Si, fue duro el socialismo, la invasión, las injusticias, pero ahora hay que pagar por todo, hasta por las injusticias de la nueva nomenclatura (o mafia). En Alemania, di con una generación muy antigua que sentía nostalgia por “die alten zeiten”-los viejos tiempos, léase nazismo-, y otros por el régimen de Honecker y compañía. Si, era pesado, no había mucho que elegir pero la educación, la salud y la vivienda, todo mediocre pero gratis. Peor es nada.
Y por algún motivo apreciamos con espanto el renacer de los neonazis
En un mensaje dirigido a Ricardo Lagos le manifesté: “Prefiero haber vivido en la URSS del gordo Nikita Kruschev-blando comparado con Stalin-, que en tu gobierno de la concertación.
Y argüí lo que me dijeron esos veteranos, entonces mayores que yo.
La respuesta fue drástica e ignoro si la mandó a decir o la inventaron: “Con tu boquita de cereza ya estarías en Goulag”.
Repliqué: “Ese hubiera sido mi precio, preferible a la cesantía que estoy viviendo y a la pobreza extrema del resto del país.
La cesantía cesó para mí pero la desigualdad empeoró para el resto de los chilenos. La salud pública la ejercen personas de buena voluntad en recintos inhóspitos o mal mantenidos como el Hospital Lautaro Navarro Avaria de Punta Arenas. Ni una década de existencia y pareciera de medio siglo.
El comunismo no ha muerto por el abuso de: gente que gobierna sin conocer la realidad de la masa y los que fueron proletas en su tiempo ahora, con las comodidades del caso han sufrido amnesia; mineras que pagan un impuesto ridículo y amenazan con liar bártulos si les suben un centavo de dólar; una presión engañosa donde puedes jubilar con un millón y al tercer año estás pidiendo agua-en este caso la pandemia hizo que el estado metiera mano a la devolución de los bonos soberanos, el benigno precio del cobre y otros artilugios.
Recoleta se expandió hacia la comuna de Santiago, opinan en Las Condes y Vitacura. Un poco más y los tendremos en Providencia.
Daniel Jadue para mí es un político sagaz, mediocre, ladino. La alcaldesa elegida por Santiago Irací Hassler, lo contrario. Honesta, sencilla y por muy economista que sea, pero necesitará el apoyo ladino de Recoleta.
Algunos viejos tercios integraron lista para la Constituyente; necesitaban menos votos, se confundían con otros y evitaban el mal rato de la derrota en las otras tres papeletas.
Personalmente me alegra que Claudio Orrego vaya a Segunda Vuelta o balotaje, porque un sorbo de modestia no le vendría mal.
Si, el comunismo ha vuelto, no como maremoto, pero ha hecho acto de presencia llamativo y no es por la simpatía ideológica (no han hojeado ni “Como leer el capital”) por quienes votaron por ellos sino por la ineficiencia, farsa e ignorancia del resto. Incluso de la centro izquierda, un término tan poco convincente como el eurocomunismo de Santiago Carrillo en España.