Por André Jouffé
Septiembre 1970: El padre de la mujer que amaba, había hecho un compromiso ante toda su familia. Como gerente general de una empresa textil, enviaría a los cuatro hijos a Israel si ganaba la Unidad Popular.
En consecuencia, el mes de octubre partieron al Medio Oriente y como el niño enloquecido de amor, en noviembre seguí sus pasos. Mi trote en el Eretz duró hasta enero de 1971 y regresé.
En los años previos, políticamente sin mayor empatía por ningún movimiento en especial, trabajé especialmente en medios cuyos propietarios eran democratacristianos. La empresa Zig Zag de Sergio Mujica (colaborador en casi todas las revistas donde inicié mis pasos: “7 Días”,” Vea”, “Confidencias”, “Ercilla”, “Écran”, “Gol y Gol” y Estadio (en éstas dos últimas como estable)-)y el diario La Tarde, de Julio Serrano, posteriormente. Cubrí policía, deportes y cultura hasta dar con la arteria definitiva.
Entonces, en esos medios, se apostaba por Radomiro Tomic, de discursos excelentes pero algo confusos para la ciudadanía, ex Embajador de Chile en Estados Unidos (Allende a Tomic antes que don Radomiro partiera: “Frei te manda de Embajador para que no entorpezcas su gestión), y como un proyecto no muy alejado de aquel de la Unidad Popular. Por sus antecedentes difícilmente los norteamericanos hubiesen apoyado un pronunciamiento militar de quien estuviera en Washington previamente. Asimismo cabía esperar que la disidencia emanada de la D.C., Mapu e Izquierda Cristiana quizás volvieran al redil o al menos colaboraran con Tomic en La Moneda.
Jorge Alessandri ya había pasado por el palacio Toesca y pese a su austeridad y carácter honesto y severo, no pudo evitar el ingreso de roedores a las bodegas, llámense” rucas vergaras”, que lograron un enriquecimiento vertiginoso cuando se fija el precio del dólar rompiendo con la divisa libre y los contados con los dedos de la mano sabían en vísperas del decreto lo que iba a ocurrir. Lo mismo que cuando el gobierno militar devaluó el peso en los ochenta.
Las casas de cambio aparecen como floreros sobre la mesa convirtiéndose en pingues negocios con la compra venta del codiciado papel verde en el mercado negro.
En descendiente de croatas nacido en Antofagasta, salió tercero pero todo esto no me afectó mayormente.
Luego cultural y socialmente me involucré con varios personeros de la Unidad popular, partiendo por Salvador Allende (léase “Navidad en Tomas Moro”, esta vía google).
Culturalmente hubo una buena mesa redonda en el entorno al doctor y sobre la gestión no viene al caso pronunciarse medio siglo después. Con Volodia Teitteboim, en la vereda frente a su casa en Ñuñoa, luego de un té con galletas de agua, palta y lo que le permitía la diabetes, el Premio Nacional me aconseja: “A ver si tú, en unos diez años más escribes una buena biografía de Pinochet. Mientras esté vivo y hasta un buen tiempo después de su muerte, cuando las pasiones de uno y otro lado se apacigüen, será el momento indicado para publicarlo”.
Mientras pronunciaba esa frase pasaron dos mujeres relativamente jóvenes y Volodia que era dueño de un ojo de lince para tales efectos no pudo resistir la tentación de seguirlas con la vista.
Cuando publiqué el comentario, Teitelboim me llamó: “Mira Andrés, era una observación confidencial un consejo, No me gustó como título de la entrevista”.
Pero seguimos viéndonos porque no era rencoroso. Y en lo personal me asumía ya entonces incapaz de acometer ni en equipo, una tamaña proeza literario-histórica
Sobre Allende tampoco existe una biografía exenta de fanatismo pro o contra; esta la sentimental de Eduardo Labarca en que desnuda su vasto repertorio de mujeriego. Ninguna relación ha sido desmentida porque el Guayo obtuvo un respaldo de cartas, fotos y testimonios irrefutables. En la primera edición deja en el aire, un hijo de Hortensia Bussi con un destacado caballero de la sociedad santiaguina. Esta aseveración obligó a quien tiene casa en Las Cruces, a una segunda a edición donde explica que conoció al hijo de doña Tencha que ahora ya es octogenario y está radicado en el sur. En su único encuentro, el caballero le confirma quien es su padre biológico y quien fue su madre, pero que para él, quienes lo criaron más el entorno, constituye su familia. Mayores detalles dé la razón por la cual Tencha no quedó con su único hijo hombre, más vale leer el libro.
DESENLACES PREVISTOS E IMPREVISTOS
AMOR: No me pude acostumbrar a Israel ni que me obligaran a combatir contra árabes y el amor fue menos fuerte que el deseo de regresar a Chile.
TOMIC Y ALLENDE: Integré la Unidad popular de una forma muy sui generis, sin militar en ningún partido y la verdad es que mi padrastro norteamericano me enviaba mensajes de advertencia desde Suiza que no me metiera a las patas de los caballos porque sus contactos con la CIA, explicados en otras columnas mías y libros, fueron muy rotundos en cuanto a ese tema de que los sacarían si o si de La Moneda (a S.A.).
No es novedad: Cuando viene el padre de Ernesto Guevara de la Serna (el Che), don Ernesto Guevara Lynch, por arte del birlibirloque me asignan como una especie de edecán suyo y hasta fuimos a andar a caballo. Pareciera que al coincidir su presencia con la de Fidel Castro en 1971, la idea era mantenerlo lejos de La Moneda y el cubano. Las fotos e imágenes televisivas junto al muy culto cordobés, me marcaron de lindo.
El miércoles 9, relato nuevamente peripecias del 11 cuando pese a adivinar el futuro coartado que adivinaba para la U.P. me involucré de lleno en el proyecto.
Inmediatamente después del golpe, me ofrecieron trabajo en el exterior; existió la posibilidad de salir ni siquiera haciendo uso del exilio, cosa que algunos vivarachos no UP si lograron para conseguir pega en el exterior.
Sobre doña Tencha quisiera agregar que pese a lo escrito por Labarca, la mujer defendió como conservadora que era su familia, el matrimonio a diestra y siniestra sufriendo las humillaciones correspondientes por la actitud mujeriega de Allende. En ese aspecto no tuvo freno.
Asimismo me consta que no acumuló riquezas como pretendieron medios interesados en hacer leña del árbol caído. Las botellas de whisky en Tomás Moro fueron mostradas entonces como hace poco, los lingotes de oro en Calafate de los Kirschner. Hubo gobiernos que aportaron por la supervivencia de doña Tencha que sacó la voz por su difunto esposo y las parroquias cerraron la boca porque aquí mandaba nuevamente la Catedral.
Triste en fin, la saga Allende porque aparte del suicidio como única salida honrosa-lo otro era aceptar una diáspora por el mundo como presidente en exilio echando pestes contra la Junta y creo que en nada hubiese cambiado el destino de Chile ni creo que Allende estaba pintado para un rol de esta naturaleza. Luego él suicidio de su hermana Laura en Cuba, cáncer y depresión; el de su hija Tati y finalmente el nieto Gonzalo Meza. Conste; en Navidad en Tomas Moro aparece Salvador Allende que me apunta con una pistola de agua, un obsequio para Gonzalito que a esa hora estaba haciendo tuto y a quien el Presidente enseñó a jugar ajedrez desde muy pequeño.
En el primer lustro de los años 90, visité con frecuencia a Radomiro Tomic en Ginebra, cuando Patricio Aylwin lo envía de Embajador ante los organismos internacionales.
Alojé en su casa de madera preciosa y las conversaciones fueron prolongadas y a menudo el amanecer sobre el lac Leman o de Ginebra, nos sorprendía en plena charla con doña Olaya llamándonos a desayunar.
Demás está decir que don Patricio no era santo de su corte y viceversa y se repetía aquello de enviarlo al exterior como había ocurrido un cuarto de siglo antes.