Por Mariano Sierra
El sentido justo y ordenado de la política renace la fuerza y la vida de los pueblos priorizando su existencia. La vida es de riesgos, por ello resistir con rebeldía social es un principio que busca siempre la razón y el entender con conciencia el sentir la realidad que hace ver el engaño y la mentira que rodea el mundo. La resistencia derrota las brechas que violan los derechos y desarticulan la democracia. Existe en nuestro entorno una vigilancia que no percibimos pero que está allí que sostienen las relaciones interpersonales dando firmeza al carácter y a la reflexiva critica del pensamiento comunitario que avista la dinámica de la identidad y la privacidad.
De acuerdo a como se conduzcan los actos humanos, así vamos proyectando las profecías del devenir histórico, priorizando la existencia. Cada uno profetiza con su propia vida, con acciones de comunidad, llamando al comportamiento correcto con testimonios de verdad y responsabilidad ética, sin engaños ni fraudes. La vida proporciona experiencias para decidir y actuar, denunciando injusticias sociales y los atropellos de cualquier naturaleza de poder, donde la solidaridad social se impone por contener una dimensión profunda de distribuir las riquezas humanas solidariamente.
Se tiene patria, cuando se tienen ideas con contexto de justicia contra las cadenas esclavistas sin exclusión, bajo premisas del amor donde tome conciencia una pacífica acción de cambio, donde la anarquía del amor social esté acorde a la naturaleza humana. La moral es la que cumple con la ley y su sentido de ser. Los estados y los movimientos sociales coadyuvantes de un cogobierno fungen dentro de un ejercicio de orden y cumplimiento para cerrar todo tipo de brechas, con base a reformas sociales. Un pensador ante los procesos de cambio, señalo que… La principal estrategia social de la naturaleza humana tiene como punto de partida el amor a la humanidad con su concepto de práctica objetiva….
Estamos en un país que no parece ser. Somos el país como dícese, que tenemos que hacer, porque es tal los hechos que nos invaden, porque nos carcome la corrupción por todos los frentes y se hace estéril toda intención de cambio. Somos la negación de la finitud, No sabemos para dónde vamos en el mundo y en el país ante la fragilidad. La lógica no opera, todos los días aparecen contextos de país que hace que todo se rompa. Convivimos en el absurdo, en las indiferencias, en las contradicciones, en engaños y mentiras formados en el devenir histórico, donde todo parece irreversible, donde lo único viable pareciera ser una desorientación tal, que lo que vale es empezar de nuevo, suprimiendo todo lo existente de país. Los hechos de cada día son la prueba reina para repensar que hay que suprimir de tajo lo que tenemos de estructura política, de lo contrario estaríamos gobernando en la nada, porque la democracia del voto también está llena de fragilidad y entrampamientos coadyuvado por la ética de la vergüenza y la doble moral.
Vivimos al amparo de empresas criminales de toda naturaleza y en cada sector, dentro de una avidez desaforada ante una hostilidad capitalista arrogante que no propone sino desgracias sociales. Aun en medio de este infernal paisaje, existen ecuánimes personas y asociaciones queriendo hacer algo. Trabajando con las uñas en un territorio de tierra labrantía. En medio de razones desvalidas, de pobreza agónica y de sistemas simbólicos donde no se practica la armonía entre los entes del estado como lo señala la constitución, constitución que es letra muerta para gobernar. COLOMBIA vive represando escollos, tan solo ahora estos afloran, de allí que la gobernanza se enfrenta a los mismos y a los del día a día, por lo tanto, se hace complejo gobernar, pero aun así se está acudiendo con responsabilizar a resolver razonadamente a atender todos los problemas, defendiendo a la comunidad, sus necesidades con visualización universal.
Saber lo que ocurre, no es conocer. Esto quiere decir que gobernar, es salir al campo donde se viven los pecados sociales, donde brilla por su ausencia la filantropía. Aquí en nuestro país convivamos con una parte social que se aprovecha de las situaciones catastróficas para abusar con precios abismales y con el acaparamiento de productos. Esta es una sociedad inmoral que vive de las desgracias sociales y los avatares del pueblo contra sí mismo ante el desconcierto de aprovechar los conflictos para buscar sacar provecho de tales circunstancias. Quien es el verdadero gobernante, el verdadero constructor del amor social. ¿El político, el clérigo, el pastor, que sin ambages enseña a conducir con la verdad, el que cumple sus compromisos, el que defiende y pastorea con políticas de igualdad que trabaja en el espacio donde convive la comunidad, el que busca al otro, al invisible, al prójimo conociendo sus necesidades como lo exige los signos de los tiempos, compartiendo sus causas, promoviendo el bien común y con la naturaleza, pero no lo será aquel que vocifera discursos retóricos en festines, en asambleas proféticas buscando aplausos al son de mentiras.
Nuestro cuerpo es un campo de luchas entre el bien y el mal, entre la justicia y la injusticia, El transcurrir de la vida genera obstáculos contra el mundo, y en esa contienda nos acogemos al vitalismo desechando lo viejo, lo caduco, enfrentando contiendas de cambio social donde el amor humanista gravita para contener los antagonismos reaccionarios. La odisea trasciende hacia ordenamientos de lo absurdo. Los discursos retóricos sin fuerza social ofenden, disipan las esperanzas porque nos aleja del nosotros para poder asumir en colectivo de ideales que otros nos quieren mutilar.
Es un clamor humano que la libertad debe ser responsable, es el hombre quien decide vivir bien o no vivir. La vida tiene sentido en la verdad, en la voluntad, en el compromiso, que no es otra cosa que hacer y actuar bien. El común humano nos enseña que la vida es todo lo que el hombre y sus instituciones tienen en común y no lo que cada uno quiere, que sería un acto egoísta. Pueblo y estado deben ejecutar el bien vivir, basado en el amor social, la resistencia al mal, sin dogmas ni credos ideológicos que procuran beneficios propios. Debemos llevar a la praxis con moral, paradigmas de justicia. Es parte del hombre buscar la existencia de un gobierno probo y para ello debe saber elegir, saber que debemos representarnos en la medida que la representación de terceros nunca se ha dado, y eso es corrupción. La vida digital está llevando al hombre a la soledad existencial, al vacío de espíritu.
Vivimos engañados por las apariencias, por la desconfianza como si viviéramos en una sociedad distópica construida bajo simientes arenosas, donde la solidez brilla por su ausencia. Estamos en paz cuando convivimos con la paz de los otros, cuando hablamos el lenguaje transparente de la política social y los jueces ejercen su justicia diáfana al amparo de proferir sentencias sin impunidad. Las composturas ideológicas están plagadas de enmiendas donde solo sobresale el interés partidista cuyas visiones geopolíticas se apartan del espíritu solidario, al unísono de oposiciones carentes de sentido donde puede más el odio, la venganza, la vulnerabilidad, y la rivalidad social.
El hombre se nutre de la unidad social para alcanzar el bienestar, pero lo hace al margen de una fragilidad bajo espectros de la nada social. La complejidad política y social cunde cuando no aprendemos a vivirla en su contexto humano, ante los hechos donde el pueblo se ve constreñido por insalvables afectaciones y agresiones ya sean humanas o de la naturaleza. Quienes son responsables, se lavan las manos esgrimiendo excusas cual Pilatos lo hiciera ante Jesús en su injusto proceso. En otras palabras, vivimos acuñando prejuicios por conveniencia sin pensar que estamos ante una actuación de intolerancia. Somos dados a preconcebir juicios sin corroborarlos y eso a la luz del respeto que nos debemos, es muy desgraciado.
El saber humano descansa en el pináculo del ser social. Del pueblo que lucha buscando la armonía entre las mismas conciencias de sus pares. Toda transformación deben ser impulsos conscientes para afianzar el bien común que, por desaciertos avaros, entrañan barreras contra los que ambicionan la paz. La palabra y el lenguaje siempre nos impactan, penetrando el interior del alma humana para dar vida a los más nobles propósitos que discurren las complejidades políticas y sociales. El mayor enemigo del hombre es el ego. Quienes se intoxican con el poder recogen su propia miseria. El problema en la vida no es Dios, sino quienes le siguen. Nuestros hermanos mayores son quienes más conocen a Dios y nos enseñan su existencia porque están conectados con él, en el Edén de la naturaleza donde la verdad existe dando vida plena al interior del vientre de la pacha mama.
Abroguemos por un Te Deum de acción social que permita humanizarnos, dando acceso a la unidad, al desarrollo y a la actividad permanente para rechazar los enfrentamientos y todo divisionismo insensato que deteriora la armonía, apegándonos a proyectos de justicia social y acciones morales, respetando la diversidad ideológica, excluyendo todo prejuicio y toda contienda que está haciendo presencia en nuestra sociedad con diatribas y llamamientos pugilistas y batidas a duelo físicos y verbales en recintos donde solo debe predicarse la democracia y la creación de las leyes de la paz social. Luchemos por el activismo del bien común, respetando la producción, el comercio y el consumo. La compra y la venta justa y la remuneración deben ser ajustada al orden legal. Donde toda realización entre todos se ejerza sin abusos de precios y calidad, con amor propio.
La historia de América Latina es una historia de conflictos, para algunos de nuestros pueblos desde la colonia se viven ideales de libertad, que al discurrir de los tiempos todo bandidaje y terror no cesa- Y los estados colman con sus actos la barbarie que al decir de un personaje que liberó batallas de liberación llamado Biófilo Panclasta no dudó en afirmar que el estado no es otra cosa que la violencia organizada. Y también Eduardo Galeano preciso en su tiempo que… el problema de América latina es que la historia tiende a repetirse como tragedia… Existir es recordar la historia.
La verdad social sube cual el sueño de las escalinatas que precisan sobre la existencia con su lenguaje que imprime acusaciones a la miseria humana dentro del contexto de una protesta social con provocaciones retadoras. Hoy, estados, organismos sociales y políticos, fingen buscar soluciones a todo tipo de conflictos, pero ese querer es un engaño al mundo con seducciones que van en la línea contraria de combatir la rebeldía justa de los pueblos.
El mundo se globalizó y esto atañe a imperios, gobiernos, sociedades y pueblos. De ello se desprende que los gobiernos ante un pensar global de la historia, debe gobernar de igual manera, ya que todos los hechos económicos, políticos, sociales, culturales, ecológicos y de otros enfoques su naturaleza es universal y así se deben llevar a cabo las soluciones. Ya no se debe pensar en gobiernos atávicos de cuatrienios, quinquenios, etc., Se debe gobernar para el futuro. Los gobiernos del pasado solo gobernaban para sus programas limitados y ello se demostró con sus resultados. Nefastas actuaciones que postraron a los países en el ostracismo más infernal. Un buen gobierno de visión social será aquel en el cual su política de gestión permite ofrecer soluciones complejas, esto es, que se tengan bases para generar conocimiento de país con dimensión universal y no recurriendo a lo simple., con los saberes de los pueblos que quieren el bienestar,
La historia nos ha enseñado como los estados han venido incurriendo en sendos equívocos, lo que nos lleva a concluir que el estado es una estructura en extinción, salvo radicales cambios sometidos a análisis, a consensos y una socialización amplia. Un estado debe compartir el ejercicio solidario, la igualdad, cumpliendo el bien común constitucional donde el amor social no sea una utopía, al unísono de la presencia de un civismo integrador. Así mismo la corrupción no puede convertirse en el común denominador salvo que haya una justicia que ponga freno. Se debe propiciar el espíritu comunitario, mediante desafíos de gestión con una democracia que cumpla sus postulados y la integración para cogobernar con los distintos frentes sociales.
La ecuanimidad, la confianza y diálogo con la comunidad necesita más permanencia. Ante los cambios que se quieren hacer se necesita autoridad más firme, decisiones que generen estabilidad para enfrentar las fuerzas opositoras que viven buscando errores para crear mala imagen. Estas apreciaciones están captadas además de, por aquellos radares que el sentir común divulga. No es posible que seamos gobernados sin que recibamos del estado comunicación permanente sobre la gestión pública, con rendición de cuentas, sobre los procesos de las distintas reformas que se lleven a cabo. Es un imperativo del estado socializar la gobernanza plena con quien es su mayor veedor, con quien debe compartir la administración del estado. Con quien cogobierna, se discierne, se escucha, se habla, se dialoga.
El saber humano se compenetra con la realidad, la verdad, el amor social y en conciencia haciendo fuerzas que inquieta la razón y la condición humana provocando la vitalidad del cambio. Con un vitalismo los devenires de la historia motivan provocaciones, ideales dispuestos a superar las condiciones de los pueblos que en medio de sus necesidades sus anhelos son construir una nueva historia para la supervivencia. Pensar la historia se convierte en esperanzas donde cada uno se atreve a consolidar programas de solidaridad y de paz. La historia nos ha enseñado que los estados son el freno para convertir al hombre en un ser domesticado donde las fuerzas capitalistas son cómplices de esta barbarie. Pero también hay que decir que este mismo hombre hoy se hace génesis de la evolución del hombre que se enfrenta a la libertad irracional y a dioses que lo oprimen.
Hay que advertir que aun ante tantos infortunios y contradicciones. El hombre no está vencido y no lo va a estar, por el contrario, se está levantando con su silencio rebelde clamando paz. El espíritu del hombre surge ante cualquier vicisitud dentro de las perspectivas de obtener lo que desea Haciendo eco de las radicalidades que se plantea. La pérdida del rumbo hace del hombre un ausente en las tragedias de su dimensión humana conduciéndolo hacia senderos de la nada, al vacío que, por su dimensión en solitario y desinterés, le hace perder la capacidad de asombro.
Ningún pueblo del mundo puede permitir regímenes donde se impongan cambios bajo el manto de dictaduras, totalitarismos, fascismos o algo por el estilo, donde se afecten derechos adquiridos, se violen los derechos humanos o el bien común, por medio de maltratos económicos o gravámenes, cuando se causen reformas o cambios estructurales de tipo social o político. Así mismo como se rechazan gobiernos de tendencias negativas para una democracia social, también afirmamos que existen sociedades culpables para el ejercicio de un desarrollo social, debido a su apatía, a su ferrosa y perversa voluntad para el cambio y que distan de ser gestoras del bien común.
La costumbre del diario existir es accionar como opositores, resaltando denuncias, juicios infundados, contradiciendo hasta la nimiedad. Todo esto lleva un sello personal de ego, poder, soberbia, mostrándonos como adalides de la justicia, sin embargo, faltamos a la razón, al juicio justo pues la soberbia nos enceguece, el orgullo nos atrofia, la arrogancia envilece, y todo está por encima de la sensatez y la mesura, convirtiéndonos en carbones encendidos, que impiden pensar. Siendo presas fáciles para enfilar en los ejércitos de la guerra sin sentido, para hablar demasiado y eso nos lleva a determinar que el que mucho habla mucho yerra.