Por Sergio Rodriguez Gelfenstein
Escribo desde Shanghái a donde llegué el domingo pasado. El calor en las calles de esta urbe de 24.7 millones de habitantes es abrumador. Shanghái se encuentra en la región oriental de China, es una ciudad fluvial ubicada a 20 Km. del mar en el delta del río Yangtzé el más importante de China y uno de los más largos del mundo.
También es la metrópoli más poblada del país a pesar de que el año pasado redujo su población por primera vez en la historia. La esperanza de vida de sus habitantes es de 83.2 años, similar por ejemplo a la de Noruega y Suecia. Es junto a Beijing, Tianjin y Chongqing, uno de los cuatro municipios administrados centralmente por el gobierno nacional del país.
Desde el punto de vista de su geografía, la ciudad está cruzada por el río Huangpu, afluente del Yangtzé que la divide en dos sectores: el occidental donde se encuentra el centro histórico y el oriental donde está el distrito financiero de Pudong. Tiene alrededor de 4000 rascacielos, algunos de ellos, los más altos del mundo. Su red de centros culturales, deportivos y de diversión es impresionante.
El tema económico cubre la agenda informativa del país. No hablo ni entiendo chino-mandarín, pero me informo a la vieja usanza por los periódicos en inglés que se siguen editando con profusión en papel como les gusta a las personas de mi generación.
Recientemente, la semana pasada se realizó un importante simposio con personalidades que no son militantes del partido comunista de China en la que participó el presidente Xi Jinping. Se trataba de consultar y debatir acerca de la situación económica del país y las tareas a enfrentar en el segundo semestre del año.
Según el presidente chino hay que buscar el progreso manteniendo la estabilidad. Para ello, es necesario aplicar una original filosofía del desarrollo construyendo un nuevo patrón que profundice la política de reforma y apertura, expandiendo la demanda interna, aumentando la confianza y previniendo los riesgos.
El desempeño económico de China en el primer semestre del año mostró signos de recuperación. El PIB creció 5,5% interanual mostrando una aceleración notable respecto del año pasado. Creció la oferta agrícola, la industria y el consumo sobre todo el de alta calidad.
Hay grandes expectativas en el país e incluso en organismos financieros internacionales como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional de que el crecimiento económico de China sea positivo para si misma y para el mundo al contrario de lo que ocurre en la mayor parte del planeta. En lo interno, el crecimiento hará una gran contribución a la demanda interna del PIB mostrando una tendencia creciente al alza.
Aumentó la producción de celdas solares, vehículos eléctricos y pilas de carga. Esto es notable a la simple vista de cualquiera y supone -para mi- el cambio más ostensible de la ciudad desde mi último viaje hace cuatro años. Se puede percibir por el incremento en calles y avenidas de las pilas de carga para vehículos eléctricos y las placas verdes de estos, a diferencia de las tradicionales de color azul.
Aunque Shanghái es una ciudad de alto nivel de desarrollo, las personas con quienes he conversado (colegas y amigos) destacan las evidentes repercusiones en el consumo que se observa tras la victoria obtenida por el país en la lucha contra la pobreza extrema en el año 2020, acentuando la posibilidad de que este flagelo sea definitivamente extirpado de la realidad nacional en 2049 tal como se lo han propuesto las autoridades.
Así mismo, se distingue una clara recuperación del turismo tras la pandemia: la alta afluencia de personas en restaurantes, aeropuertos y terminales ferroviarias dan cuenta de ello. Algunos amigos con los que he conversado me dicen que se ha hecho muy difícil conseguir boletos de trenes y aviones.
Claro, estamos en pleno verano, temporada vacacional de niños y jóvenes que junto a sus padres aprovechan para salir de la ciudad. De igual manera, se ven aglomeraciones juveniles en actividades deportivas, culturales y recreativas en los múltiples espacios que la ciudad ha creado para el esparcimiento. En perspectiva, la vecina ciudad de Hangzhou se prepara con toda pompa para la celebración -sin atletas sancionados- de los XIX juegos asiáticos entre el 23 de septiembre y el 8 octubre de este año.
Pero no todo es “miel sobre hojuelas”. El país también enfrenta dificultades propias de una sociedad que resuelve algunos problemas para que surjan otros. El impacto de la pandemia todavía no se ha subsanado del todo. A pesar de los índices económicos positivos, en un país que en el pasado creció al 8% y más anualmente, algunos sectores de la población no perciben aún la normalización de la situación.
Mucho jóvenes -sobre todo recién graduados de las universidades- tienen severas dificultades para conseguir empleo. Al mismo tiempo, algunos colegas me señalaron que observan con preocupación que en el país se manifiesten los mismos cambios generacionales que afectan al planeta: jóvenes que sólo desean una vida tranquila, no quieren casarse ni tener hijos, Tampoco desean asumir responsabilidades.
El año pasado la población de China disminuyó por primera vez desde principios de la década de los años 60 del siglo pasado. Esto, junto al envejecimiento de la población plantea riesgos virtuales para la economía del país a futuro. Como se puede percibir, China comienza a mostrar los males de las sociedades desarrolladas del “primer mundo”: la pirámide demográfica invertida en materia laboral es uno de ellos.
Acostumbrados a recibir información de China en su calidad de actor internacional, quise en esta ocasión, dar a conocer estas cortas reflexiones para intentar mostrar algunos aspectos que he percibido en estos pocos días desde mi llegada de la faceta interna de esta siempre interesante nación que vive en constante y acelerado movimiento.
Twitter: @sergioro0701