Por Sergio Rodríguez Gelfenstein
El 26 de mayo de 2018 debió haberse recordado en Chile el bicentenario del asesinato de Manuel Rodríguez, figura señera en la lucha por la independencia de Chile del colonialismo español, sin embargo, la fecha transcurrió casi absolutamente ignorada y olvidada sin que hubiera una conmemoración oficial que pusiera en su verdadera dimensión la importancia del papel que jugó este personaje en la gran gesta librada a comienzos del siglo XIX.
En 1985 se cumplieron 200 años del nacimiento del héroe, la efeméride discurrió de manera similar. Podría comprenderse que la dictadura no quisiera rememorar la vida y obra de tan insigne patriota, pero que el comportamiento de un gobierno democrático se exprese en términos análogos, solo puede entenderse como la cercanía entre uno y otro en cuanto al conocimiento e interpretación de la historia a fin de alejarla de cualquier elemento que permita comprender que el verdadero protagonista de los acontecimientos de la vida de una sociedad es el pueblo y que solo él puede engendrar aquellos actores relevantes que operan el factor subjetivo, para acelerar, adelantar y darle un curso positivo a los procesos sociales.
Para recordar a Manuel Rodríguez, junto a tres colegas: Marcos Roitman, Luis Rojas y Tito Tricot emprendimos durante tres años la titánica tarea de buscar a alguna editorial que se interesase en el tema. Algunas, por desprecio al personaje, otras por su alta sofisticación elitista, además de aquellas –hay que decirlo- que interesadas en el tema, pero aplastadas por la crisis económica generada por la pandemia no tuvieron capacidad para encarar la publicación, hicieron de la tarea una misión casi imposible.
Finalmente América en Movimiento de Valparaíso y su editor Israel Fortune aceptaron el reto. Por ello, hoy 23 de marzo, en el 204 aniversario de aquel día cuando ante la desazón y el infortunio que permeaban el sentimiento de los patriotas chilenos tras la derrota en Cancha Rayada cerca de Talca, se alzó la voz y la fuerza de las ideas de Manuel Rodríguez para exhortar a los ciudadanos a continuar la lucha con la convicción de que aún teníamos Patria, presentamos este libro como pequeño homenaje a su vida y a su obra.
Como muchos de los padres y madres fundadoras de nuestras nacionalidades, a Manuel Rodríguez se le encumbró en un monumento para engrosar la larga lista de héroes que desde estatuas –casi siempre ecuestres- se les elevó a pedestales alejados del pueblo.
Manuel Rodríguez fue mucho más que un soldado de la espada y un guerrillero de la astucia. Su primer cargo público fue el de Procurador de Ciudad, para posteriormente asumir las carteras de Guerra, y de Gobierno entre noviembre de 1811 y julio de 1812 y Hacienda, entre agosto y octubre de 1814 durante los diferentes mandatos de José Miguel Carrera. En todos ellos fue capaz de exponer una integridad a toda prueba y una encomiable disposición para el trabajo. En el desempeño de sus funciones debió confrontar retos provocados por el rechazo que su impronta iba dejando. La mediocridad del entorno lo perseguía, de la misma manera que las rivalidades de algunas familias oligárquicas, manifestaron desde siempre contra él y sus hermanos.
Así, presagiando el triste final de su vida, ya en enero de 1813, fue objeto de la insidia que lo acusó sin pruebas de preparar una conspiración contra Carrera, escapando de cumplir la sentencia que se dictó por la necesidad de unir fuerzas para combatir la invasión española comandada por Antonio Pareja. Manuel Rodríguez se defendió a sí mismo, saliendo a la palestra sus extraordinarias dotes de abogado y su refinadísima cultura, todo soportado en avanzadas ideas políticas. El brete había tenido su origen en las severas críticas que Manuel y sus hermanos habían hecho al gobierno, exponiendo su inconformidad con el desarrollo de ciertos asuntos, pero jamás participaron y menos promovieron una conspiración en la que sí estaban involucrados ciertos personeros de la oligarquía que desde intereses privados denostaban e intrigaban, confabulándose contra el gobierno.
Jamás se ha podido demostrar que Manuel Rodríguez perteneciera a uno u otro bando en los que estuvo dividido el esfuerzo patriota por la independencia de Chile, pero tanto él como su familia fueron perseguidos hasta su asesinato en Tiltil el 26 de mayo de 1818.
La modesta obra que presentamos hoy: “Manuel Rodríguez en tres tiempos” pretende entregar elementos de análisis, para comprender la dimensión de Manuel Rodríguez y su aporte a la historia de Chile. De la misma manera, se propone contribuir de forma recatada a la necesidad de que El Guerrillero no siga siendo un adalid olvidado e ignorado por las élites que han dirigido el país durante dos siglos, por eso lo de los “tres tiempos”, además de la impronta directa de su actuación patriótica a favor de la libertad de su país, quisimos hacerlo nacer en el momento más sombrío y tenebroso de la historia de Chile, cual fue la dictadura de Pinochet, que vio el resurgir su nombre en el Frente Patriótico que orgullosamente marcó su huella por los campos y ciudades del país.
De la misma manera, ha hecho presencia en estos años de continuidad dictatorial a través de los múltiples actos de resistencia al avasallamiento político, económico, cultural y social de los gobiernos de la post dictadura. En cada marcha, manifestación, protesta, huelga o paro de grupos y sectores organizados de la sociedad, Manuel Rodríguez está presente a través del ingenio, la creatividad, la inteligencia, el desprendimiento y la fe en un futuro mejor que despliegan por todo el país todos aquellos que no se someten, especialmente los jóvenes, que de manera lenta pero continua comenzaron su despertar tras la pesadilla de la dictadura y el amodorramiento posterior que interesadamente han gestado los gobiernos neoliberales que han sucedido a Pinochet, conservando y protegiendo su obra, en especial esa constitución que consagra que los chilenos no son iguales y que unos tienen más derechos que otros a la vida y a la felicidad.
El 18 de octubre de 2019, el pueblo chileno, en especial sus jóvenes iniciaron un levantamiento en contra del sistema de exclusión e injusticia que se entronizó en el país con la dictadura y que ha tenido continuidad en la falsa democracia que le sucedió y que se ha mantenido en el poder durante los últimos 32 años.
El centro del quehacer rebelde ha sido la antigua Plaza Italia, ubicada en el centro geográfico de Santiago y rebautizada como “Plaza de la Dignidad”. Muy cerca de ahí, desde su pedestal, Manuel Rodríguez oteaba a los millones de ciudadanos y ciudadanas que se movilizaron con la convicción de que “aún tenemos patria”. Como por acto de magia, el Guerrillero bajó de su estatua y se introdujo subrepticiamente -como en los mejores años de su afán independentista- entre los millones de chilenas y chilenos que bajo el asedio gubernamental daban continuidad al profundo sentimiento patriótico que nos legaron los padres fundadores. Otra vez, –como dice la tonada- “el agua y el viento dicen que vieron al guerrillero”. Inmerso en el mar de pueblo combatiente, doscientos años después, Manuel Rodríguez “puede ser un obispo, puede y no puede, puede ser sólo el viento sobre la nieve”. Por eso, dos siglos después de su paso a la inmortalidad podemos decir: “Madre, no mires. Que viene galopando Manuel Rodríguez”.
Hoy, cuando pareciera que el engaño del “mal menor” y la política “en la medida de lo posible” adquieren una nueva forma y cuando -una vez más- la pesadumbre y la congoja que afectan a más de la mitad de la población del país que no cree en el sistema político imperante, esta pequeña obra nos viene a recordar que ¡”Aún tenemos Patria, ciudadanos”!