Por Sergio Rodríguez Gelfenstein
Una vez celebrada la “fiesta de la democracia” con la que por segunda vez llegó la alegría a Chile y en la que también eligió a su nuevo presidente, es menester hacer algunas reflexiones de cara al futuro.
Me parece que el tema a debatir tiene relación con la autocrítica que se debería hacer la izquierda por su incapacidad para construir una alternativa de contenido popular que favorezca los intereses de las mayorías. En esa medida, al pueblo se le conmina a aceptar el “mal menor” perpetuando de esta manera la admisión que hizo Patricio Aylwin en el sentido de de que solo era posible que hubiera “verdad y justicia en la medida de lo posible”. Esta propuesta se ha transformado en una doctrina que cercena el espíritu revolucionario del pueblo, constriñe la lucha por sus intereses mediatizando sus objetivos estratégicos y subordinando el combate cotidiano a lo estrictamente electoral en el que se juega con las reglas de la democracia representativa.
En esta medida, el “mal menor” es expresión del facilismo con que la izquierda renuncia a la búsqueda de sus objetivos históricos, cuando en Chile más del 50% de la población no se siente identificada con ese sistema y lo rechaza no sólo desde el punto de vista electoral, sobre todo en la práctica cotidiana de su lucha. El levantamiento popular del 18 de octubre de 2019 es expresión de la capacidad del pueblo de construir una alternativa al margen del status quo, más allá de que “por ahora” (como dijera el Comandante Chávez tras fracasar la rebelión del 4 de febrero de 1992), los objetivos no pudieron ser cumplidos. La incapacidad de los partidos de la izquierda tradicional de dar conducción a ese movimiento no se puede entender como sumisión del pueblo y sometimiento al sistema.
El levantamiento popular de importantes sectores de la sociedad chilena a partir de octubre de 2019 mostró que a pesar de las insuficiencias organizativas y de conducción, subyace el espíritu y la voluntad de un pueblo que sufrió la pérdida de 34 de sus hijos, además de lo cual hubo alrededor 12.547 heridos que pasaron por urgencia hospitalaria, entre ellos 440 casos de ciudadanos que sufrieron trauma ocular según cifras entregadas por la Fiscalía y del Instituto Nacional de Derechos Humanos.
Un pueblo rendido que acepta el sistema al que está subordinado, no es capaz de protagonizar estas heroicas jornadas que sólo pudieron ser paralizadas por la pandemia por un lado, y por otro, por el acuerdo de las élites en las que tuvo destacada participación el actual presidente electo. La jugada estuvo orientada a impedir que la decisión del pueblo se tomara en las calles para llevarla a los espacios de la democracia representativa donde tiene todas las de perder, habida cuenta de un sistema en el que unánimemente desde los sectores fascistas hasta los de la izquierda que se limita a hacer política “en la medida de lo posible”, esquilmaron la voluntad popular para hacer creer que esta se define en las elecciones.
Nada más falso, la idea de que el nuevo presidente ha sido el más votado de la historia, es parte de la retórica construida para sembrar la idea de mayoría. El presidente Frei sacó 56,09% en elecciones de una sola vuelta. Por comparación, Boric sacó solo el 25,3%. Ese es su apoyo real. El resto acudió a votar por otras razones: los partidos de la Concertación y Marcos Enríquez-Ominami por el oportunismo natural del que hacen gala desde más de tres décadas, cuando aprendieron que esgrimir la bandera del “mal menor” los conduciría a manejar el poder en provecho propio obteniendo pingües ganancias personales, usando la política para ello. Por supuesto, sustentan su doctrina en la suposición de que el pueblo es idiota, fácilmente engañable por lo que cree poder apostar a que ese artificio será eterno.
En su discurso de victoria el presidente electo, dijo que: “Triunfó la esperanza frente al miedo” Otra mentira. Una buena cantidad de votantes que se calcula en un millón doscientos mil votos no lo hicieron por alguna esperanza que le despertara Boric, sino para evitar que el pinochetismo se hiciera del poder. Si tuvieran alguna esperanza en él, lo hubieran votado en primera vuelta.
Es decir, la mayoría de los votantes lo hicieron contra Kast, no a favor de Boric. No se puede mentir y falsificar los hechos con tanta facilidad. Aunque queda en el terreno de la elucubración, me parece que esos votos también hubieran ido a Provoste, o incluso a Parisi o Sichel si hubieran sido estos los que se hubieran enfrentado a Kast en segunda vuelta. El fantasma de Pinochet ronda el espectro político, sería falso pensar que la figura del dictador no infunde terror entre los ciudadanos. Ese pánico fue el que llevó a Boric a la presidencia. Hubiera podido impulsar a cualquiera otro/a que se opusiera al acólito del tirano.
El presidente debe saber que no va a gobernar con un 55,87% de apoyo, sino con un 25,3% más el oportunismo tradicional que como me decía un amigo “Siempre está viendo como subirse mejor al bus de la victoria”. Entre estos últimos el partido socialista -y todas sus adhesiones interesadas- se lleva todas las palmas, continuando una impronta de más de 50 años. Después de ser gobierno con Allende, sus principales dirigentes lo siguieron siendo, asumiendo el matiz de izquierda más conveniente: si el exilio era en Cuba, la República Democrática Alemana o cualquier país socialista el que sufragaba sus gastos, adoptaban un lenguaje revolucionario y anti imperialista, pero de igual manera si estaban en Francia, Italia, España o la Alemania Federal, la retórica socialdemócrata garantizaba sus buenos niveles de vida, mientras junto a sus correligionarios europeos maquinaban la “transición”. Una vez derrotado el dictador, durante 32 años han sido capaces de de todo tipo de peripecias políticas para burlar al pueblo. Ahora, nuevamente hicieron un salto de trampolín para insertarse victoriosos a última hora en la campaña de Boric a fin de comenzar a urdir cómo desplazar a los comunistas y llevar a Boric hacia el neoliberalismo y la falsa democracia donde están desde hace muchos años.
El partido comunista (PC) por su parte, después de “quemar” inexplicablemente a su candidato Daniel Jadue en la hoguera de unas primarias innecesarias, se plegó con toda la fuerza de su disciplina y tradición a apoyar a Boric. Pero este que los desprecia con toda la fuerza de su anticomunismo a veces desembozado, a veces oculto, según convenga al engaño del momento, solo reconoce a sus amiguitas de la época estudiantil. En este sentido, ha jugado a dividirlos, utilizando para ello a sus aliadas cuya ambición desmedida me recuerda a Orlando Millas cuando en Moscú no escatimaba en desprestigiar a Luis Corvalán y a Volodia Teiltelboim para intentar llevar al PC a renunciar a la rebelión popular y plegarse a la salida pactada que finalmente se verificó.
Hoy dolorosamente, los comunistas se agarran con uñas y dientes al último vagón del tren gubernamental. Tendrán que decidir si se transforman en organización social demócrata para apoyar a su “socio” de coalición o siguen siendo el partido que enarboló la más antigua, recta e inclaudicable tradición de lucha junto a la clase obrera y los trabajadores chilenos hasta que sucumbieron en su apoyo al gobierno neoliberal y represivo de Bachelet. Boric no es más ni menos que su tutora. Es lo mismo. Por ello, la residente en Ginebra le vino a dar su apoyo, incluso violentando la ética que debe caracterizar a un funcionario de Naciones Unidas, concediéndole con esto, un cheque en blanco a Boric para que en su gobierno se violen los derechos humanos.
Debo decir que no apuesto al fracaso de Boric, como veladamente me dijera un amigo. Solo trato de ser consecuente con la vida y con la historia. Hace 33 años, la primera vez que llegó la alegría, denunciamos lo que se venía sin que ello nos llevara a rechazar la decisión popular. Lamentablemente la vida nos dio la razón. Hoy, cuando la alegría ha arribado nuevamente al “campo de flores bordado” -como suele decir dice Luis Casado- respetando la decisión popular que se ha tomado en los estrechos marcos de la falsa democracia que es la denominada representativa (que por cierto representa solo a una minoría), sólo quiero decir que hay que estar atento a la mentira, las falsas promesas y los engaños que ya comienzan a asomar. Espero que no tengan que transcurrir 30 años más para descubrir este nuevo acto de magia financiado por George Soros, entre otros.
No estoy en capacidad aún de hacer augurios sobre lo que pueda ocurrir. Es muy temprano y el presidente electo aún no ha nominado a sus ministros, lo que indudablemente dará pistas acerca de su comportamiento como gobernante. Pero la extrema derecha estadounidense en voz del “periodista” Andrés Oppenheimer uno de sus más conspicuos voceros ya comenzó a darle tareas al nuevo presidente. Le instruyó a ser el gestor de una “nueva izquierda latinoamericana” y a que se “se mantenga lejos de las dictaduras de Cuba, Venezuela y Nicaragua”.
Es decir, desde Washington ya le han señalado a Boric la tarea de dividir a América Latina, en momentos en que el renacimiento de la Celac, anuncia buenas noticias para la región de cara al futuro. Según anuncia Oppenheimer, tales designios son posibles de ser cumplidos según lo que le informó Heraldo Muñoz, canciller de Chile durante el gobierno de Bachelet aunque a diferencia de ella quien según se dice está adscrita al Pentágono, este heraldo trabaja -de la mano de Arturo Valenzuela- al servicio del Partido Demócrata de Estados Unidos.
Con esto queda claro que republicanos y demócratas coinciden en el papel que el nuevo gobierno de Chile debe jugar en el futuro inmediato a fin de impedir la nueva oleada integracionista de la región.
El talante de Boric ha quedado en evidencia cuando afirmó que tenía “…un estándar único con respecto a las violaciones de derechos humanos, y es que son inaceptables”. Nuevamente miente y engaña. Ante la tardía felicitación del presidente de Brasil Jair Bolsonaro tras su victoria electoral, Boric con destemplada cobardía política señaló que: “No voy a tener declaraciones destempladas, creo que en políticas de Estado y relaciones exteriores hay que ser un poco más cuidadosos. Claramente somos muy distintos”.
Claro, no escatima en críticas ni caracterizaciones como dictaduras a Cuba, Nicaragua y Venezuela, cuyos gobiernos saludaron muy pronto su victoria, pero no hace “declaraciones destempladas” sobre Brasil, cuyo gobierno es repudiado universalmente y puso todo tipo de subterfugios para demorar el protocolar saludo a países con los que se tienen relaciones.¿ Cuál es el estándar?
¿Está mostrando la costura? No lo sabemos. Hay que reconocer, así mismo que dio impecable respuesta a la trampa que le montó Piñera al invitarlo a Colombia al intentar involucrarlo en una reunión bilateral con Iván Duque y una supuesta cumbre de las derechas latinoamericanas agrupadas en un organismo de fachada llamado Prosur. ¿Cuál Boric tendremos en el futuro? ¿El que tiene temor de contestarle a Bolsonaro, mientras ataca a Cuba, Nicaragua y Venezuela? O ¿el que se niega a participar en una reunión con la ultra derecha de la región? Está por verse. Sólo el tiempo lo dirá. Pero en cualquier caso me quedo con la frase de mi amigo Carlos Jiles: “Ante el mal menor, yo elijo el bien mayor”.