Por Sergio Rodríguez Gelfenstein
Hijo querido, mañana celebraremos la navidad . Nos reuniremos para la conmemoración. Tu formas parte de una familia de múltiples creencias. La de mi madre es judía, una parte de ella practicante, la de mi padre, católica. Igualmente lo es la de tu mamá, que practica todos los ritos del catolicismo.
Nosotros (mis hermanos y yo) somos ateos, cada uno a su manera. Cuando era niño y venía a Caracas a pasar vacaciones con el tío Blas cuya familia era católica practicante e iban a misa todos los domingos, le pregunté a mi papá que debía hacer y me dijo que lo decidiera yo, pero me advirtió que cualquiera fuera mi decisión, debía respetar a los demás. Así, decidí ir a misa con el tío Blas y su familia y aprendí algo de las ceremonias católicas.
Años después, cuando estaba en la secundaria, la materia “Religión” era optativa. Nuevamente le pregunté a mi padre que debía hacer, y la respuesta fue la misma. Esta vez opté por no asistir a esas clases.
En el entorno de mi familia materna se practicaban los cultos judíos, también conocí algo de ellos sobre el mismo concepto aprendido: debía respetar las creencias de los demás. De manera que en materia religiosa, mi formación fue ecléctica. Cuando a los 14 años comencé a militar en una organización política, inicié mi formación ideológica y le pude dar sustento a lo que sería mi pensamiento. Comencé a conocer y estudiar el materialismo histórico y el materialismo dialéctico. Definitivamente desistí de observar cualquier religión, ahora con un sólido fundamento científico.
Cuando tu mamá me dijo que quería bautizarte, no puse reparos a que lo hiciera, pero le requerí que no me pidiera que estuviera presente. Y así fue. El respeto que me inculcó mi padre en materia religiosa, siempre ha estado presente en la relación entre tu mamá y yo. Cuando nos casamos, solo lo hicimos por el civil. Ella lo aceptó. Su familia también.
Fui yo que le dije que a lo mejor había algún rito que hiciera que, sin casarnos por el culto católico, éste podía estar presente en el matrimonio. Así, Norberto, el cura católico amigo de la familia, bendijo nuestros anillos. Quedamos en paz entre nosotros y con la familia de tu mamá.
Fuimos aprendiendo que cuando hay amor, la generosidad, la capacidad de ceder, la tolerancia y la aceptación del otro tal como es, ayudan a superar las diferencias y permiten construir el espacio de paz y armonía que debe primar en el hogar.
Pero debemos saber que en el mundo, somos mucho más que mamá, tú y yo, mucho más que nuestra familia, mucho más que la comunidad de la que formamos parte, mucho más que Venezuela. Formamos parte de la gran familia humana que habita este planeta. Supuestamente todos nacemos iguales y todos tenemos los mismos derechos, pero eso es falso.
Mañana, cuando estemos reunidos en familia, no podremos ser totalmente felices porque niños como tú, están siendo asesinados en Gaza. Son iguales que tú, quisieran estar cenando con sus padres y recibiendo los juguetes que siguen la tradición católica que dice que los reyes magos trajeron presentes para celebrar el nacimiento de Jesús.
Pero no podrán hacerlo, no podrán cenar con sus familias, no podrán recibir regalos y no podrán ir a la escuela porque sus vidas y sus escuelas han sido destruidas por la barbarie sionista e imperialista que usa a los judíos como excusa para desatar todo su odio, su ensañamiento contra el pueblo palestino, en especial contra los niños.
Más de 7000 niños como tu han sido asesinados en 2 meses y medio. En esta navidad no podemos ser totalmente felices, no podemos celebrar como si nada hubiera pasado. Tenemos que hacernos eco de nuestra aflicción, sentir nuestro dolor, recordar y tener presentes a esos niños asesinados y sus familias.
Debemos saber que mientras haya injusticia, es necesario seguir luchando hasta que todos los niños del mundo puedan tener una navidad feliz, reunidos con sus padres, rodeados de amor y de paz.
Hijo querido, en esta navidad cuando nos abracemos y cuando abras tu regalo, piensa en todos esos niños en el mundo que no van a tener esa dicha. Cuando crezcas y seas un adulto, independientemente de la decisión que tomes en materia religiosa, nunca debes perder la sensibilidad hacia aquellos que sufren y que no han tenido las mismas posibilidades que tu porque el sistema capitalista se las niega.
Toda la vida, tu padre ha intentado ser un revolucionario y vivir en consecuencia con ello. En esto me rijo por la máxima del Comandante Ernesto Che Guevara que dijo que: “Un revolucionario verdadero es guiado por grandes sentimientos de amor. De amor por la humanidad, por la justicia y la verdad. Es imposible concebir un verdadero revolucionario sin esta cualidad” .
En esta navidad, deseo que crezcas como un niño sano y fuerte, que sigas siendo como eres: bueno, generoso, respetuoso, amoroso con tus padres, con tu familia, con tus amigos y tus maestros y que sigas comprendiendo que el amor no surge de lo material sino de la capacidad de tener una gran fortaleza espiritual.
También deseo que crezcas y que vivas sabiendo que en otras regiones del planeta hay niños que sufren y que mientras ello ocurra, nunca podremos ser totalmente felices.
Te amo mucho hijo.
Caracas, 23 de diciembre de 2023.