Por André Jouffé
Vamos a dejar de lado simpatías y tendencias para centrarnos en algo bien objetivo. Por ejemplo Agustín Squella es un lector contumaz que además asimila, sin embargo nadie podría sindicarlo como buen presidente, en caso de elecciones.
Alejandro Guilier también es un gran lector pero su paso por la política ha sido intrascendente pese a su candidatura a La Moneda.
Salvador Allende, no lo era, sin embargo se informaba de los contenidos por terceros; sus ojos apreciaban más las bellas artes que lo manuscrito, salvo lo esencialmente positivo.
Jorge Alessandri era selectivo e informado previamente si la lectura iba a desagradarle por irreverente o erótica, la soslayaba.
Me dirijo con esto a un vasto espectro.
En lo contingente, he sabido que José Antonio Kast como buen descendiente de alemanes tuvo una formación literaria selectiva jamás sus ojos recaerían sobre una frase de Bukowski ni en una película de Pasolini.
Sobre Sebastián Sichel, por sus retinas pasaron lecturas obligatorias pero no es un visitador de librerías como Jorge Burgos, por ejemplo.
Yasna Provoste lee autoras hispanoparlantes contemporáneas (Montero, Allende), pero en un plano general su orientación es política, religiosa y también abierta al resumen proporcionado por terceros.
Gabriel Boric leyó en el British la lectura obligatoria y de mala gana, según profesores entrevistados personalmente en Magallanes; en la Universidad de Chile cero aporte- en boca de profesores- en ese campo y a duras penas lo necesario para llegar a quinto y sin título. Sus amigos Oscar Barrientos y Pavel Oyarzún casi le han obligado a sumergirse por lo menos en Coloane y Sepúlveda y Díaz Eterovic, identificados con el fin del mundo.
Marco Enríquez Ominami por su formación escolar en Francia, mucha lectura y en su biblioteca vi hace años una variedad interesante de autora(e)s lo cual no me obliga a creer que lo leyó todo.
Del resto, ignoro si Parisi y compañía han leído.
En general la clase políticas actual, lee poco; los mayores como Rodrigo González Torres por ser filósofo, gran lector y curiosamente, José Auth.
Pero ambos no están en la carrera presidencial.
Estas líneas son informativas para que los seguidores de este sitio obtengan un perfil parcial de su decisión al momento de sufragar.
No acompaño intenciones y por eso reconozco que mi querido Allende por tiempo o por lo que fuera no devoraba libros ni tampoco por el otro lado, Sebastián Piñera.
Seamos claros: cuando los mayorcitos eran menores, la televisión no imperaba en dormitorios y salas de estar; eran juguetes de madera y la radio. En consecuencia ir al cine y leer el sumun del ocio.
La próxima columna: como fue mi once del nueve, del setenta y tres.