Por Felipe Cabello
En los medios de izquierda y alternativos en los EE. UU. (de los que afortunadamente existen varios), a menudo se describen irónicamente los esfuerzos de las elites políticas y económicas del país, potencialmente dirigidos propagar y a alentar la democracia, la libertad y los derechos humanos en el mundo, como el efecto “de un toro (o de un elefante) moviéndose violentamente en una tienda de porcelana”; ya que estos esfuerzos terminan generalmente con la subversión y el quebrantamiento de la democracia y aún más, a menudo con la destrucción por bombardeos y actos terroristas de la infraestructura del país que desean teóricamente ayudar a democratizar. Sin lugar a duda Chile fue un ejemplo de aquello al comienzo de los 70, ejemplos posteriores lo constituyen Granada, El Salvador, Guatemala, Nicaragua, Panamá, Yugoslavia, Irak, Afganistán, Siria, Ucrania y Libia entre varios y en el pasado más lejano Vietnam, Laos y Camboya. La justificada reprensible reputación que esta inusitada, inhumana y gratuita violencia ha generado a través de la historia reciente, resultado de las grandes bajas que estas acciones producen generalmente en la población civil, compuesta en su mayoría de mujeres, ancianos y niños, ha hecho que estas elites giren a veces un tanto en sus medios para alcanzar sus objetivos finales de avasallar a gobiernos que deseen escapar su control.
La reacción de rechazo, y la gran ola de solidaridad generosa a favor de la población chilena que despertara en los ciudadanos estadounidenses el golpe en Chile en 1973 (que debiera agradecerse y estudiarse), indican también que la violencia como instrumento político tiene limitaciones ya que podría afectar negativamente la evolución de la política interna del país, como por ejemplo el apoyo irrestricto al genocidio en Gaza de la administración Biden-Harris dividió al partido Demócrata y sello en parte la derrota de la candidatura de la Sra. Harris. De esta manera la violencia militar y terrorista a la Nixon/Kissinger/Reagan/Bushes/Clinton/Obama, se reemplaza en algunos casos por vías alternativas, y de esta manera se ha escogido a menudo el uso de la corrupción de los poderes del estado como el judicial y el parlamentario, para poner fuera de la ley a políticos que resistan estos proyectos de dominación. Ejemplos claros de esta via han sido la remoción judicial y parlamentaria de la Sra. Dilma Rouseff presidenta del Brasil (2016) y las condenas de Lula (2019), la declaración de ilegalidad del ex presidente del Ecuador Don Rafael Correa (2018), recientemente la remoción del presidente del Perú Don Pedro Castillo (2022) y en Pakistán la prisión del primer ministro Sr. Imran Khan (2022-24).
Estas medidas dan frutos, ya que son el resultado de la corrupción reinante en los poderes del estado, de la anuencia de la clase compradora representada por las derechas políticas y económicas siempre listas a transar para su provecho con la independencia del país y los derechos de las mayorías, y de la descomposición intelectual y de la incoherencia de las llamadas fuerzas progresistas y de izquierda. Sin embargo, la violencia siempre está a la mano cuando la remoción aparentemente pacifica de los indeseados gobernantes falla, o se presenta la oportunidad para ejercerla de manera contingente o cuando existen intereses estratégicos considerados vitales como ocurriera con el golpe contra el presidente de Honduras don Manuel Zelaya (2009), el intento de golpe en Turquía contra don Recep Erdogan (2016), mediados por el gobierno de don Barak Obama y su secretaria de estado Sra. Hilary Clinton (y Don John Kerry).
Dado esta reciente historia y la de Chile en los últimos cincuenta y un años, es sorprendente percatarse por los medios que el Sr. Obama y la Sra. Clinton, políticos livianamente venales, banales y de un criminal y triste intervencionismo, encuentren admiradores en grupos que pretenden ser progresistas y de izquierdas en Chile. La administración del Sr. Obama en sus 8 años bombardeo un país diferente cada 20 minutos y en su último año uso 26,171 bombas y las bajas por estas acciones fueron en un 90% civiles inocentes. Esta admiración de algunos chilenos/as a mi juicio, trasunta ignorancia, real o discrecional de la historia cercana, y una enfermiza falta de autoestima y de independencia cultural, al parecer abrogadas por la falta de desarrollo de una original y ciudadana cultura política post dictadura, y por la incesante y masiva propaganda. Sin embargo, el hecho más grave es que individuos con estas ideas tan divorciadas de la realidad, intenten pasar como intelectuales y transiten a ser distinguidos consejeros áulicos como ha sucedido con el Sr. Patricio Fernandez C. Encuentro que en la conversación Garreton/Fernandez del año pasado, la ignorancia real o solapada, de esta historia por el Sr. Fernandez es tan trágica y peligrosa, como su relativización trivial del golpe y sus resultados.
Ella crea la ficción, de que los objetivos de la Guerra Fría desaparecieron junto con el Muro de Berlín y que el mundo nada en una paz beatifica, en la cual todos respetan la integridad territorial, la independencia política y los recursos naturales de todos los países. Además de los mencionados, otros eventos que rasgan el candoroso velo con que el Sr. Fernandez blanqueo arteramente una historia incesantemente cruenta, están los recientes intentos de golpe en Bolivia (2019, 2024) para apoderarse de su litio (factor Elon Musk), las flamantes y jactanciosas declaraciones del presidente nuevamente electo Sr. Donald Trump de que su gobierno estuvo a punto de derrocar al gobierno venezolano para robarle el petróleo (Elon Musk, aparece también por aquí), las nuevas amenazas de varios senadores republicanos de invadir México, y los miles de muertos en los muros de la frontera sur de los EE.UU. y sus cuasi Gulags, resultantes de un racismo inveterado y malsano, y producto parcial de las seculares y periódicas intervenciones militares y terroristas de los Estados Unidos en Centro América y el Caribe. Para alguien que fuera testigo de los cadáveres flotando en el rio Mapocho, de los muertos abandonados en las calles, de los allanamientos masivos y sangrientos de domicilios privados y de universidades, de la quema de libros y otras pertenencias privadas, de los campos de concentración (estadios Nacional y Chile entre otros) y de los helicópteros volando bajo a la Vietnam, iluminando los techos de los barrios de Santiago, y que siguiera más tarde con atención diaria las deliberaciones del comité del senador estadounidense Don Frank Church (1976), que analizara la intervención en Chile, que según el comité ya el año 1964 resultara en la elección de Don Eduardo Frei como presidente de Chile (recordar a la Sra. Juanita Castro), estas interpretaciones del Sr. Fernandez parecieran ser delirantes y antojadizas.
Sin embargo, el Sr. Fernandez al parecer no es el único que ignora u oculta la historia, ya que la lectura de los medios indicaría que muchos personajes aclamados como progresistas en Chile creyeran que las elites que gobiernan a los Estados Unidos y sus instituciones dependientes (OEA, FMI, BID, BM, ¿el Fondo para la Democracia?), se han convertido de la noche a la mañana en benefactores y en formaciones filantrópicas, que esparcieran la caridad y la compasión fuera de sus fronteras y que cuidaran dadivosamente del bienestar y del futuro de las mayorías chilenas. Algo que son incapaces de proveer a sus propios ciudadanos, ya que en los EE. UU. (como en Chile) la mortalidad por COVID-19 fue una de las más altas del mundo, hay en este momento 44 millones de personas que pasan hambre diaria y otras tantas sin adecuados seguros de salud y atención médica, aproximadamente 60 000 personas se mueren al año por falta de seguros de salud, cerca del 15 a 20% de los niños viven en la pobreza, ciento de miles de personas viven en la calle, también se tolera y aun se estimula, el trabajo infantil, más de 1300 personas fueron ultimadas por la policía solo en el año 2023 y las mortalidades infantil y materna de algunos grupos están entre las peores de los países industrializados. Otros piensan que la intervención estadounidense en Chile se acabó con el advenimiento de la democracia hace más de treinta años atrás ignorando que según el exhaustivo y nunca desmentido informe Church los partidos de derecha, parte importante de la democracia cristiana, la llamada prensa establecida, pseudo intelectuales oficiosos y fracciones relevantes de las fuerzas armadas y de orden han estado inveteradamente en el bolsillo del gobierno estadounidense y de sus agencias, infausta situación que pareciera prolongarse hasta hoy en dia.
A mi juicio, lo novedoso de la intervención estadounidense en Chile es que al parecer se ha difundido e instalado ahora en grupos políticos autodenominados progresistas y con pretensiones de izquierda como fuera demostrado por el apoyo acelerado y tragicómico dado por el gobierno de Don Ricardo Lagos al golpe organizado por la derecha venezolana y la CIA en contra del presidente democráticamente elegido de ese país don Hugo Chávez (2002). La participación de entusiasta polichinela de don Heraldo Muñoz, canciller chileno en el Grupo de Lima (2017), para cambiar el gobierno de Venezuela, con el objetivo importante y que ahora entendemos de apoderarse de su petróleo, es otro ejemplo de la influencia estadounidense en el mal llamado progresismo. La aprobación del tratado de libre comercio TTP11, favorable a los intereses estratégicos de los EE. UU. a pesar de que este país aún no lo ha aun aprobado por razones de política interna, y perjudicial para los intereses de la mayoría de los chilenos, fue objeto de un súbito y revelador bailoteo progresista.
En esta comparsa, de acuerdo con sus declaraciones participaron de manera que pareciera espontanea, triangulando la aprobación del tratado entre otros, Don R. Lagos, la ministra Sra. Carolina Tohá, la canciller de la época Sra. Antonia Urrejola y en una voltereta la embajadora ante las Naciones Unidas, la Sra. Paula Narváez. Interesantemente, el Sr. Lagos y la Sra. Tohá habían trabajado, probablemente remunerados, en un proyecto acerca de Chile de la firma auditora estadounidense Deloitte. Esta entidad, asesora a beneficiarios del TTP11 como firmas de Wall Street, y además al Pentágono y a las agencias de inteligencia de los EE. UU. y cuenta al parecer entre sus ejecutivos con empleados jubilados de estas agencias. En cuenta a estas y otras acciones, en mi opinión, una parte importante del pretendido socialismo democrático debiera tal vez llamarse demócrata y republicano, porque al igual que estos dos partidos en los EE. UU., pareciera representar más a los intereses de Wall Street y de sus oligarcas, que a los intereses del grueso de la población chilena y de los principios socialistas.
La Sra. Narváez asumió la presidencia del Consejo Económico y Social de la ONU y la Sra. Urrejola el cargo de experta internacional de la ONU sobre los Acuerdos de Paz de Colombia. Como el Departamento de Estado de los EE. UU. tiene probablemente influencia sobre estos nombramientos, en el contexto discutido creo que es pertinente preguntarse ¿Son estos logros reales de la diplomacia chilena como se ha perifoneado o son los honorarios correspondientes a la aprobación del TTP11 que lesiona la soberanía nacional y que perjudicara sin dudas a la mayoría de la población del país? El embajador de Chile en los EE. UU., Don J. Gabriel Valdés, se vanagloria sonriente en X (Twitter) de su cálida amistad con un funcionario del Pentágono para América Latina. ¿Sellaran estas cómplices sonrisas twitteras el destino del litio chileno por el cual el Pentágono y el Sr. Valdés han demostrado un interés que les debiera ser ajeno, ya que este pertenece a la población chilena?
El mismo embajador Valdés y el canciller don Alberto van Klaveren se retratan sonrientes, recibiendo el espaldarazo de nerviosos y sumisos pupilos del hasta ahora presidente del senado estadounidense don Chuck Schumer, a propósito de la aprobación de un tratado sobre impuestos que facilita los negocios de las multinacionales, más que los de la gente común. Con la brutal historia de hace cincuenta y un años atrás y los siguientes, mediada en parte importante por la intromisión estadounidense, uno esperaría de los actuales políticos de la llamada elite progresista chilena que por respeto a la memoria de las innumerables víctimas y del sacrificio del presidente Allende y sus colaboradores y también por digno decoro, debieran mostrar un tanto más de pundonor, ponderación y prudencia en sus transacciones con políticos estadunidenses, y también porque la política exterior de incivilizado y de fiero intervencionismo de este país ha continuado impertérrita desde esa época hasta ahora. Esto demostrado por los recientes intentos de grosera intromisión en México y en Honduras a través de sus embajadores. Chile, con un gobierno digno y autónomo como el de Allende, que defendiera sin concesiones los mayoritarios intereses nacionales, podría nuevamente ser un blanco de ella, como lo han sido repetidamente en la historia cercana los países Centroamericanos, del Caribe, Brasil, Bolivia y Ecuador entre varios. De acuerdo con el periodista Seymour Hersh (1983), el proyecto Kissinger que probablemente sobrevive a su creador, pretende que América Latina tenga “escaza independencia” y que la región debe ser “controlada y manipulada por los servicios de inteligencia de los EE. UU”.
Miles de chilenos/as asesinados/as, cientos de mujeres violadas y miles de desaparecidos, incluyendo niños, decenas de miles de torturados/as y exiliados/as y el hecho de que el tinglado político, social y económico auspiciado por los EE.UU. llamado Concertación fuera incapaz de resolver los problemas de las mayorías después de 30 años de gobierno, y terminara en la revuelta social de octubre de 2019, indicarían que los problemas políticos y económicos de Chile, principalmente bajo la egida progresista y la protección estadounidense permanecen en su mayoría sin solución, afectando negativamente la vida de la generalidad de la población chilena. Por ejemplo, las inversiones extranjeras en las privatizadas salud, seguridad social y educación, en la industria minera, en los medios y en tantas otras manufacturas y actividades económicas son algunas de las piedras de tope para las transformaciones que el país necesita, y estas inversiones son sin lugar a duda en el contexto actual, protegidas por los pretendidos progresistas e izquierdistas chilenos y por la influencia estadounidense directa o indirecta sobre ellos. En resumen, se ha terminado al parecer del “elefante en una tienda de porcelana” de hace 51 años atrás con “el elefante en la habitación”, como lo dice otro proverbio anglosajón. En este último proverbio, el elefante representa un problema fundamental de una situación irresuelta, una dificultad básica que debe ser zanjada para resolver otros problemas derivados de ella. Sin embargo, como un milagro el elefante es invisible para la mayoría ya que, por diferentes razones o motivos, se aparenta ceguera, se simula ignorancia o tal vez se oculta de buen grado su existencia.
En resumen, esta situación hace tal vez vigente lo que el presidente Allende dijera en las Naciones Unidas en diciembre de 1972 respecto del bloqueo económico a Chile mediado por los EE. UU., “Somos víctimas de acciones casi imperceptibles, disfrazadas generalmente con frases y declaraciones que ensalzan el respeto a la soberanía y a la dignidad de nuestro país. Pero nosotros conocemos en carne propia la enorme distancia que hay entre dichas declaraciones y las acciones específicas que debemos soportar.” … “Nos encontramos frente a fuerzas que operan en la penumbra, sin bandera, con armas poderosas, apostadas en los más variados lugares de influencia. …”, “… es un ataque siempre oblicuo, subterráneo, sinuoso, pero no por eso menos lesivo para Chile.”