Patéticos rezagos y vergüenzas

Juan Pablo Cárdenas S. | Lunes 19 de junio 2023.

Se está haciendo costumbre imputarle a la pandemia del Coronavirus nuestros severos rezagos nacionales en materia de salud, educación, economía y toda otra cantidad de aspectos. Cuando no es ello, también sirve añadirle al Estallido Social del 2019 responsabilidad en nuestras flagrantes inferioridades culturales, así como en el desarrollo de la criminalidad que nos asola a lo largo y ancho del país. En todos los casos se omiten las verdaderas causas de muchos trastornos sociales, como lo son la desigualdad, la corrupción y nuestra creciente dependencia del exterior.

La prueba Since se ha ganado el prestigio de ser la mejor encuesta respecto del nivel de aprendizaje de nuestros estudiantes primarios y secundarios. No es extraño, por cierto, que en su última medición los resultados sean verdaderamente catastróficos respecto de lo que los jóvenes muestran en lenguaje y matemáticas, las dos variables que considera este sondeo. Nadie podría negar que la obligada ausencia de los alumnos en sus colegios ha impactado mucho en su estancamiento o retroceso, pero lo cierto es que desde hace mucho tiempo los niveles educacionales de Chile son precarios, discriminan en cuanto a la condición socioeconómica de los chilenos y afectan particularmente a las mujeres.

Todo es de larga data. Por muchos años se anotó la falta de profesores, así como el pésimo nivel formativo que demostraban estos en sus respectivos sondeos. Un fenómeno que se asocia, por supuesto, a los bajísimos salarios percibidos por el Magisterio. Así como las propias movilizaciones estudiantiles de hace una década ponían de manifiesto el déficit de establecimientos educacionales y el inmenso deterioro de las escuelas y liceos públicos; los que alguna vez constituyeron el orgullo de aquellas administraciones que pensaban que “educar es gobernar”. Rezago que fuera fomentado por la Dictadura y los gobiernos neoliberales que le sucedieron, cuando se descubrió en la educación un próspero negocio y en el país pulularon decenas de universidades privadas y colegios de elite que aumentaron la ya inmensa brecha entre estudiantes pobres y ricos.

Todavía recordamos el empeño de algunos ministros de educación concertacionistas en cuanto a fomentar el aprendizaje del inglés, como una llave maestra para el progreso y el avance de Chile hacia el Primer Mundo. Los gobiernos que sucedieron al de Pinochet buscaban asociarnos a la suerte del mundo desarrollado, desahuciando las alianzas estratégicas con nuestros países vecinos y del Tercer Mundo. Sin embargo, hoy la Simce nos señala que, además del atraso en el aprendizaje de las matemáticas, nuestra población en un 58 por ciento adolece de analfabetismo funcional. Que los jóvenes leen, se expresan y escriben con extrema dificultad, tanto que de los egresados de la Educación Superior solo un 5 por ciento alcanza los niveles máximos, versus el 23 de los que estudian en los países de la OCDE (según lo indicara hace unos años el Centro de Sistemas Públicos de la Universidad de Chile).

No en vano el Presidente Piñera en la Sala Oval de la Casa Blanca expresó su deseo de asociar la estrella de nuestro pabellón a la bandera de los Estados Unidos, en uno de los episodios más bochornosos que se recuerden respecto de nuestra postración ante el imperio. Lo que no es de extrañar demasiado cuando recién en la Cámara de Diputados fracasó un voto de censura contra la Embajadora de ese país en Chile. Esto es por la forma que opinó públicamente sobre la situación de la deuda de las isapres, en una descarada injerencia en nuestros asuntos internos. Que ningún gobierno digno toleraría.

Lo que ahora también es muy insólito es que las autoridades de La Moneda hayan declinado aceptar la invitación que se le extendió a nuestro país para ser “Invitado de Honor” en la próxima Feria Internacional del libro de Frankfurt en 2025; sin duda, el evento literario más relevante de Europa. Una insólita decisión en la que se tiene el descaro de argumentar que la presencia de Chile allí nos significaría un elevado gasto, en relación a otras prioridades de nuestro Ministerio de las Culturas. Seguramente que una feria en Miami o cualquier estado norteamericano habría comprometido la entusiasta participación del gobierno chileno. Lo más lamentable es que se da como excusa que el gasto que demandaría estar presente en Alemania no se compadece con los recursos administrados por quienes forman parte de esta Secretaría de Estado. Donde el amiguismo y el dispendio, por lo demás, se han asentado con las últimas designaciones.

Era de suponerse que los ex dirigentes universitarios, que constituyen todavía la generación más joven de La Moneda, hubieran arribado al poder con una propuesta educacional y cultural más consistente. Después de un año de gobierno, nada se aprecia al respecto y no sería extraño que esta grave regresión educacional se le impute ahora a las dificultades del oficialismo por implementar su Reforma Tributaria. 

De lo que no hay duda es que con los últimos indicadores se requiere nuevamente de la movilización estudiantil, de sus maestros, padres y apoderados que ven todos los días languidecer nuestra idoneidad cultural. Lo que se aprecia en los sondeos pertinentes, pero se puede comprobar también al observar la vulgaridad constante de la televisión, el desconocimiento e ignorancia de la población respecto de lo que sucede en el planeta, en la ciencia y el mundo artístico. Todo a causa de una realidad comunicacional sesgada, mediocre y abyecta.

Como ex dirigente estudiantil, quizás el Presidente Boric este previendo, que de nuevo se enciendan las calles con la protesta y las demandas educacionales. Posiblemente a ello le tema al anunciar que hará reformas al a Ley Antiterrorista de modo “que sea más buena, moderna y eficaz”. Vaya como se aprecian coincidencias en el discurso de joven mandatario y sus antecesores. Cuando ya se esfuman todas las promesas de una refundación nacional y diariamente las autoridades parecen conciliarse con el Chile de la posdictadura y sus malas prácticas, como que hasta en materia de nombramientos se mustra el retorno de lo que supuestamente habría de cambiar con una nueva generación en el poder.

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