Juan Pablo Cárdenas S. | Lunes 7 de septiembre 2020
Aunque se trata de días con distinto significado, el 18 y 19 de septiembre se realizan las Fiestas Patrias de Chile. Quizás su coincidencia radique en que ninguna de estas fechas hace referencia a la verdad histórica de nuestro país, cuando se sabe que la auténtica independencia nacional se obtuvo solo ocho años después de 1810, y que las llamadas “glorias del Ejército” realmente no son tales porque los que se merecen reconocimiento, en justicia, son los miles de compatriotas en armas, sobre todo civiles, que lograron nuestra Emancipación de España el 12 de febrero de 1818. Efeméride que aparece casi inadvertida en nuestro calendario cuando fue hasta entonces que Bernardo O´Higgins firmó el acta de la Independencia, acto que ni siquiera tuvo lugar en la Capital. Todos sabemos, además, que las FFAA chilenas tienen un enorme prontuario de horrendos crímenes cometidos contra nuestra propia población; esto es, suman muchos más muertos y víctimas entre los chilenos que en los conflictos bélicos con los países vecinos.
En general, los historiadores coinciden que en 1810 lo que hubo fue una asamblea de personas de la alta sociedad santiaguina que, sin proponerse nuestra soberanía, en realidad se auto convocó para manifestar su adhesión a Fernando Vll (denominado el rey Felón) mientras durase el cautiverio impuesto por la invasión napoleónica que instaló en el trono español al hermano de Napoleón (Pepe Botella). No más de unos cuatrocientos notables que se propusieron administrar el país solo a la espera del retorno del Monarca Borbón al poder.
Es lamentable, pero son pocos los chilenos que saben realmente lo ocurrido en 1810 y 1818, como a lo largo de nuestra trayectoria republicana. Sin embargo, se asume que durante estos días de septiembre el país goza de todas las dispensas para celebrar, organizar fondas, paradas militares y un rutinario conjunto de festividades que concluyen siempre en una gran borrachera nacional, una desenfrenada comilona y excesos que se prodigan todos los años en crímenes, riñas, accidentes de tránsito y, como lo destacan algunos nutricionistas, en un enorme consumo de alcohol, grasas y otras vituallas que provocan el aumento de dos o tres kilos como promedio en el peso físico de la población. No está de más recordar que, en materia de salud, es la obesidad la más grave de nuestras pandemias, si consideramos el número de enfermos y decesos que se le derivan o asocian.
A pesar del estado de emergencia impuesto por las autoridades para encarar la pandemia, como la gran cantidad de cuarentenas y confinamientos decretados en todo Chile, el gobierno de Piñera no quiere que las Fiestas Patrias de este año sufran demasiadas privaciones, por lo que ha decidido restablecer una serie de derechos sociales por varios meses suspendidos, a fin de que durante los días dieciocheros el país pueda resarcirse de tanto tiempo de restricciones. Favoreciendo sin ambages el consumo de toda suerte de comidas y bebidas por lo general nocivos para la salud y el orden público. En la esperanza, también, de que el consumismo mejore las amilanadas cifras de nuestra economía.
Los hospitales y los servicios médicos deberán aprontarse para atender las más diversas emergencias sanitarias más allá de la infección por el virus “chino”, como algunos siguen llamándolo, y que ha demostrado que Chile es uno de los países de la Tierra menos solventes para combatirlo, si consideramos nuestra discreta población. Los epidemiólogos advierten el riesgo de que en estos días se produzcan muchos rebrotes del contagio a causa de las fiestas, aglomeraciones y excesos, aunque las tradicionales fondas se han prohibido y los desfiles militares ya no se realizarán en estas mismas fechas. Muy a pesar de la alta oficialidad que ve en estas marciales presentaciones casi su única razón de seguir existiendo y poder gastar los millonarios recursos asignados por un Estado que dice representar a todos sus habitantes. A no dudarlo, el distanciamiento social y las mascarillas van a relajarse mucho en estas celebraciones…
Posiblemente, Piñera y sus ministros ven oportunidad en que el jolgorio patriotero les haga recuperar algunos puntos de aprobación en las encuestas, donde su exiguo crédito social luce prácticamente irremontable. Sin embargo, es notorio que los sectores más recalcitrantes del oficialismo abrigan el deseo que la infección por el COVID se intensifique, y ello pueda darle pretexto al gobierno y a las cúpulas políticas para postergar el Plebiscito Constitucional. Un proceso que en octubre próximo augura el triunfo de quienes quieren una nueva Constitución y cuyo contenido sea definido únicamente por ciudadanos democráticamente electos y mandatados para discutir y redactar la nueva Carta Magna.
Por lo mismo que el Ejecutivo se opone a legislar sobre la posibilidad de que sufraguen los infectados por el virus tanto de forma presencial o remota como ocurre en otros países. De manera que en caso que la consulta electoral no pueda impedirse o posponerse, solo asistan a votar los más atrevidos y una alta abstención ciudadana deslegitime el proceso constituyente.
Debemos estar atentos.