Juan Pablo Cárdenas S. | Lunes 9 de septiembre 2019
Si el Presidente Piñera no fue más drástico en repudiar las expresiones de su colega Jair Bolsonaro, respecto del rol de Pinochet en el golpe de estado de 1973, probablemente se deba a que no está en desacuerdo con el pensamiento de su colega brasileño, sino únicamente por la forma y oportunidad en que se manifestó. No hay que olvidar que nuestro Mandatario fue uno de los más entusiastas partidarios de la dictadura militar chilena y se supone uno de los más agradecidos por aquellos 17 años en que, de la nada, cimentó una enorme fortuna económica. El país no puede olvidar que fue, también, uno de los muchos políticos y empresarios que fueron a solidarizar con el ex Dictador y visitarlo mientras éste estuvo detenido en Londres. A punto de ser procesado por la justicia internacional por sus graves acciones en contra de los Derechos Humanos y que fuera repatriado a Chile mediante una escandalosa componenda de diversos y variopintos actores nacionales y extranjeros.
Tampoco hay que extrañarse de la tibia reacción de la derecha chilena respecto de los improperios de Bolsonaro contra la ex presidenta Bachelet y su asesinado padre. Más bien la solidaridad con la ex presidenta puede ser vista como un acto de hipocresía de quienes hace 48 años alentaron y justificaron la asonada militar repitiendo una y otra vez que el alzamiento castrense había venido a evitar una eventual dictadura marxista o comunista, como la temida posibilidad de que nuestro país siguiera el rumbo de Cuba. Patricio Aylwin, Eduardo Frei Moltalva y muchos otros dirigentes demócrata cristianos que en medio de la masacre practicada por los militares agradecieron ante el mundo que los traidores y asesinos de Allende hubieran consumado tan “patriótica” acción, coincidiendo ciertamente con las mismas palabras de Bolsonaro.
El sentido común nos indica que más allá de los “excesos”, como dicen, cometidos por la Dina o la CNI, la inmensa mayoría de la derecha chilena, del empresariado y de los grandes medios de comunicación de soslayo siguen justificando el Golpe de 1973. Los mismos que solo empezaron a decepcionarse de Pinochet cuando se enteraron de su falta de probidad y enriquecimiento ilícito. Y no a causa de sus delitos de lesa humanidad, la existencia hasta hoy de detenidos desaparecidos, la tortura masiva y sus campos de concentración y exterminio.
Sin embargo, tras los improperios de Bolsonaro han reaparecido los Caifás en nuestra política y no son pocos los que rasgan sus vestiduras escandalizados de lo que dijo, aunque en realidad sabemos que hoy mismo piensan exactamente igual a él. Mientras los más prudentes y oportunistas solo se “lavan las manos” a propósito del revuelo causado.
Como estamos en septiembre, no faltan tampoco los ex allendistas, incluso entre los que fueron sus ministros y subsecretarios que, luego de haber abandonado totalmente las ideas del extinto mandatario, aprovechan el momento para lucrar políticamente de su consecuencia y heroísmo, cuando desde hace tiempo abrazaron el legado neoliberal de la Dictadura y se encuentran muy cómodamente apoltronados dentro del sistema institucional que nos heredó y que los gobiernos de la Concertación y la Nueva Mayoría han venido a legitimar. Aunque a ratos se lamentan de las abusivas atribuciones el Tribunal Constitucional y de los altos niveles de inequidad social que todavía imperan después de tres décadas de posdictadura.
Cinismo, doblez, simulación y artimaña son otros sinónimos de la hipocresía que marca el proceder de la política chilena cuanto, desde siempre, las relaciones internacionales. Son los términos que explican que los que respaldaron por 17 años a una dictadura catalogada como la más criminal de la historia americana hoy se alboroten por lo que sucede en Venezuela, pero se mantengan impertérritos por lo que acontece realmente en su vecina Colombia, donde los dirigentes sindicales son asesinados cotidianamente. Que sigan descalificando a la Revolución Cubana que exhibe los mayores índices de equidad, educación, salud y otros logros dentro del Continente. Que callen, por razones comerciales, lo que acontece en China y otros países convertidos en los principales destinos de nuestro cobre y otros pocos productos de exportación.
Asimismo, cobardía, inconsistencia ideológica y oportunismo son los calificativos para representar la hipocresía de no pocos izquierdistas y otrora revolucionarios que en privado también confiesan que, de haber acertado en su puntería los que atentaron contra la vida Pinochet no se habrían forzado en hacerse pasar por pacifistas, después de haber fundado y propiciado las acciones del MIR, el Mapu Lautaro, el Frente Patriótico Manuel Rodríguez y otros referentes de disidencia con la vía democrática hacia el socialismo de la Unidad Popular y la posterior lucha contra la opresión cívico militar. Dejando esa larga estela de combatientes acribillados, exiliados y purgados hasta hoy para acabar integrando la clase política que hoy se enseñorea en el Estado y los partidos políticos. Todos los cuales mantienen sus denominaciones de antaño cuando en realidad son fieles expresiones, con leves matices, del régimen todavía vigente. Y cómplices pasivos de todos los despropósitos del presente.
Quizás si lo único sensato sea lamentarse de que un supra organismo como las Naciones Unidas destaque en sus organizaciones a personas de largo itinerario en la política interna de sus países de origen. Todos los cuales permanecerán amarrados a la contingencia de sus naciones y, por lo mismo, se demostrarán sometidos a los intereses mundiales y al lobby de quienes los llevaron a ocupar estos altos cargos. Que no se prefiera a quienes pueden actuar con más libertad y solvencia, sin cálculos electorales o tratando de equilibrarse o equiparar realidades muy disímiles a objeto de resultar ecuánimes y ponderados ante el mundo. Otras dos lamentables características de una política que hoy extraña la ausencia de los auténticos valores y reformadores de la historia universal.