Juan Pablo Cárdenas S. | Sábado 3 de agosto 2019
Culminan los Juegos Panamericanos de Lima y Chile obtiene un muy discreto lugar en el medallero de esta competencia continental. Los méritos de quienes obtuvieron oro, plata o bronce son fundamentalmente de los propios atletas. De su sostenida vocación y esfuerzo personal, como del apoyo de sus familias y algunas instituciones privadas. Muchas veces, también, de la posibilidad de residir en el extranjero y acceder al apoyo que los deportistas obtienen de aquellos estados que le asignan importancia a la actividad deportiva. Es evidente que los recursos que se incrementaron para algunas áreas del deporte vieron algunos positivos resultados, pero demostraron que son muy insuficientes.
Pese a jactarse tanto nuestros sucesivos gobiernos de los avances de nuestra economía, en realidad carecemos todavía de una política de estado que le asigne los recursos convenientes al deporte, que construya estadios, gimnasios y otros, además de incentivar adecuadamente el atletismo y otras actividades durante los años de escolaridad. Por el contrario, lo que se planteó fue la posibilidad de rebajar las horas de clases dedicadas a la gimnasia, tanto como a la filosofía y la historia. De esta forma, pareciera que nuestra única política de estado radica en la necesidad de formar “emprendedores” y consumidores que lleguen a expresarse fluidamente en inglés, después de que Sebastián Piñera le ofreciera a Donald Trump nuestra bandera para asociarla como una estrella más al pabellón norteamericano. Pero a las FF.AA, por cierto se le aseguran presupuestos estables y multimillonarios para sostener a sus contingentes, muchas veces ociosos ante la ausencia de conflictos bélicos, garantizándoles, para colmo, la adquisición de costosos y sofisticados armamentos que rápidamente caen en obsolescencia y desuso.
Se habla de disponer de ingentes recursos para protegernos del crimen y la delincuencia, pero no se hace lo primero de todo: ofrecerle a los jóvenes la posibilidad de convertirse, por ejemplo, en buenos deportistas para así prevenirlos de caer en las redes del narcotráfico y el delito organizado. Así como tampoco las nuevas generaciones cuentan con apoyo para el cultivo de las artes o la temprana afición por la ciencia.
A pesar de que algunos medios de comunicación se empeñan en difundir los logros de algunos jóvenes talentos, lo cierto es que lo que existe es muy poco y no da cuenta de los centenares de miles de niños y jóvenes verdaderamente confinados en sus poblaciones, restringidos por el precario poder adquisitivo de sus padres y la falta de infraestructura comunal para apoyar el deporte y la sana recreación.
Países mucho más pequeños y pobres que el nuestro obtienen en esta y otras competencias resultados asombrosos en comparación al mérito cierto de nuestros atletas. Con la mitad de nuestra población, hay naciones que nos superan por lejos e, incluso, se acercan al nivel de los países más ricos del continente y planeta. Como se ha reiterado tantas veces, el caso de Cuba es asombroso, pero también lo que han empezado a hacer otras naciones de la región latinoamericana y del Caribe, como de África y Asia. Ejemplos en que se puede comprobar, al mismo tiempo, sus innegables logros en el freno a la delincuencia, el narco tráfico y el creciente consumo de estupefacientes de su población.
Por supuesto que nuestro vergonzoso atraso es también el de otros países enormes y ricos como Brasil que, sin duda, debiera alcanzar las más solidas posiciones en este sentido, si se resolviera también propiciar políticas públicas para incentivar el deporte y la cultura, en vez de incrementar la represión en las favelas, acribillar los conflictos sociales y practicar una cínica y criminal política de exterminio al interior de las cárceles.
Pretensiosos periodistas y canales de televisión logran altos y suculentos ingresos y rating con las transmisiones del fútbol y muy eventualmente otras actividades deportivas como parte que son de la industria consolidada al respecto y que ha pasado a ser una de las más lucrativas de Chile. Basta ver en sus noticiarios cómo la actividad de algunos exitosos futbolistas nuestros tiene invadida la información y desplazado el interés por las noticias de otros ámbitos o del exterior. Mucho más recurrentes son las imágenes los rostros y cuerpos tatuados de nuestros futbolistas que cualquier información, por importante que sea para el destino del país y del mundo. Cuando la más de las veces, se trata de personajes ensimismados que no demuestran compromiso alguno con su país de origen y los problemas del mundo, pese a los enormes caudales que han logrado reunir en sus multimillonarios contratos con clubes extranjeros que los arrancan a temprana edad de sus países y los convierten en la materia prima de sus lucrativos negocios.
Da pena comprobar que estas figuras futbolísticas chilenas, se den el lujo, incluso, de escandalizar con sus vidas dispendiosas y el consumismo más fútil, lo que frecuentemente conspira contra sus propias carreras y nos ocasiona tantas vergüenzas ante el mundo. Ellos, más que nadie, debieran constituirse en ejemplos de vida y proponerse destinar recursos solidarios, como se ha dicho, para el incentivo de otros deportistas, tan como los demandara una joven voleibolista chilena en esta competencia continental del atletismo.
En todo caso, lo importante sería que nuestra política asumiera su deber de redireccionar los recursos del erario nacional a favor del deporte y la implementación de una estrategia para el descubrimiento y desarrollo de sus nuevos atletas. Cada peso que se destine para el deporte puede ser mucho más productivo que invertirlos en bombas lacrimógenas y municiones para reprimir el descontento social y la justa irritación de los jóvenes que se sienten sin porvenir. Mucho nos gustaría también, por supuesto, que abundaran los recursos para implementar bibliotecas e incrementar la precaria actividad intelectual de nuestra población, en el que alguna vez se nos identificó como el país de los poetas.
Sin embargo, pese a nuestros magros resultados es evidente el interés nacional por el deporte, así como es asombroso que existan tantos jóvenes que descubren vocación y talento por la gimnasia, el tenis, la natación y tantas actividades además del fútbol. Pero, por desgracia, muchos de ellos ven truncadas sus carreras por la falta de apoyo y recursos, como lo han testimoniado casi todos nuestros atletas en Lima. Muchos de los cuales estuvieron ilusionados en subir al podio de los ganadores, para después masticar su frustración.
En la ramplonería intelectual de nuestros “servidores públicos” en lo que sí demuestran interés los partidos políticos es en reclutar a bullados deportistas y artistas para integrarlos a sus competencias electorales. Ellos les proporcionan, como se sabe, más votos, sin que hasta aquí se aprecie que al convertirlos en parlamentarios o concejales logren compromisos ciertos del Estado en beneficio del deporte, la cultura y el arte.
Una vez instalados en los curules del Parlamento, de los municipios o de los propios ministerios solo los hace convertirse en sedentarios, ganar algunos kilos y muchos pesos de más hasta que ya no le sean productivos a la obesa y elítica clase política, altamente futbolizada, sin embargo, como la mayoría de los chilenos y los medios de comunicación masivos.