Juan Pablo Cárdenas S. | Sábado 16 de febrero 2019
Decepción ha causado en muchos militantes y simpatizantes de la izquierda la entrevista concedida por Ricardo Palma Salamanca, el ex miembro del Frente Patriótico Manuel Rodríguez sindicado como autor del homicidio del senador pinochetista Jaime Guzmán Errázuriz. Verdadero ícono en la lucha contra la Dictadura, Palma acaba de recibir asilo político en Francia, negándose este país a extraditarlo al nuestro para cumplir condena por su supuesta acción.
Se le reprocha al ex frentista renegar de su pasado, criticar fuertemente de su ex Partido Comunista, reconocer que se haya “vuelto un reformista” y afirmar que la “revolución ya está agotada”. Un conjunto de reconocimientos que ha encantado a los medios derechistas preocupados ahora de difundirlo, pese a los recelos que les produce su persona por haber participado en el crimen del fundador y líder máximo de la UDI.
Perseguido por su propia historia, Palma Salamanca reconoce el terror que le produciría volver a la cárcel de donde se fugara en una acción colectiva que llamara la atención mundial por su audacia y espectacularidad. Renuente a vivir como un héroe después de su épico pasado, ahora prefiere “vivir su vida como le dé la gana” y ciertamente le imputa a su juventud y admiración por Allende y la Unidad Popular haber tomado las armas para combatir a la Dictadura aunque “ya sabía entonces que la gente siempre se va corrompiendo y adaptando con la experiencia…”.
Pese a que sus palabras han caído como un balde de agua fría en muchos sectores, especialmente en los más radicalizados, no queda claro si Palma Salamanca esté renunciando a todas sus convicciones del pasado, como a su sensibilidad social; si su aspiración hoy es pasar solo lo más inadvertido posible en la vida y en ningún caso volver afiliarse políticamente. “Detesto esa cosa cerrada y obtusa de los comunistas”, nos dice, advirtiendo que muchos de lo que estuvieron movidos por sus buenos sentimientos, hayan sido utilizados por este Partido.
Junto con descubrir que las ideas mutan, se lamenta que “muchos progenitores no hayan sido emocionalmente inteligentes al empeñarse a determinar la existencia de sus hijos en una dirección que los puede mandar al orto”, como textualmente señala. Lo que se deduce que fue su caso, por haber formado parte de una familia intensamente ideologizada, que “almorzaba materialismo histórico y cenaba materialismo dialéctico”.
Al leer la entrevista en The Clinic a Palma Salamanca, no adquirimos certeza de si quedan en él convicciones de izquierda y el ánimo de expresar a través de otros cauces sus antiguos ideales de cambio y justicia. De alguna forma, se sospecha que lo que declara puede haber sido determinante para que Francia le concediera el asilo y el gobierno galo se convenciera que nada queda en él de guerrillero o violentista. De que se trata, más bien, de un converso o reciclado como tantos de los más radicales personajes del pasado que hoy ocupan cargos muy altos en la política. Sin ir más lejos, el propio Canciller Roberto Ampuero, un ex comunista, como él, devenido en agente activo de la política exterior norteamericana, y al que hoy también se le deben “erizan los pelos” al escuchar las viejas consignas del Frente Patriótico.
Se agradece del testimonio de este ex guerrillero su franqueza y descarnado análisis, especialmente cuando reprocha el sectarismo o hasta del autoritarismo de las colectividades de izquierda. Se valora que renuncie a su “gloria” como combatiente a fin de seguir viviendo tranquilo bajo la hospitalidad parisina. Sin embargo, habría sido bueno descubrir en su entrevista cuáles podrían ser los derroteros que conciba hoy para la acción política vanguardista. Si acaso realmente ha refrescado sus ideas y actualizado sus métodos de lucha, o si su testimonio lo entrega solo para renegar o deslindarse del pasado. Con algún dejo táctico u simple oportunismo.
Junto con reconocerle plenamente su derecho a mutar, a cambiar su vida, sus palabras denotan por supuesto desfachatez y falta de pudor, después de que tantos ex compañeros suyos y muchísimos otros luchadores o movimientos en todo el mundo se comprometieran con su demanda de asilo y hasta llegaran a convencerse de que el homicidio del senador Guzmán fue un acertado acto de justa rebelión.
Sus declaraciones nos señalan muchas incertidumbres respecto de su futuro, pero parece que de todas maneras ha renunciado al compromiso que Bertold Brech persiguió para los revolucionarios. Esto es, convertirse en un “imprescindible” o en aquellos que luchan toda su vida.