La ideología del miedo

Juan Pablo Cárdenas S. | Martes 4 de diciembre 2018

En el fracaso de las políticas neoliberales que vienen pronunciando las brechas de la inequidad tanto en Chile como en otros países, la derecha se ha ido quedando sin su tradicional discurso y debe recurrir a todo tipo de estratagemas electorales para conservar su vigencia y acceso al poder político. Pero ya se ve que hasta en naciones como Francia la protesta social se eleva y radicaliza, mientras que en México asume un presidente de izquierda respaldado por un inmenso caudal de votos, en la promesa de cambiar el sistema institucional y económico de esta nación.

En nuestro país, la hecatombe vivida por la Concertación y la Nueva Mayoría (la autodenominada centro izquierda) se explica fundamentalmente en la renuencia de sus gobiernos a alterar el modelo político económico y social heredado por la Dictadura, en su encantamiento por la democracia protegida y una estrategia de crecimiento que hace a los ricos más ricos y a los pobres los obliga a esperar o a renunciar definitivamente a sus justas demandas.

Por cierto, que el nuevo gobierno de Sebastián Piñera se explica en la pobre gestión de Michelle Bachelet, en el desencanto ciudadano y en el millonario gasto electoral que siempre resulta muy efectivo cuando se trata de reunir los sufragios de la población más inculta, menos reflexiva y más abrumada por el discurso del miedo, bien propagado por los grandes medios de comunicación y la demagogia política.

Es cuestión de ver la televisión y analizar la orientación ideológica de nuestra prensa para comprobar cómo se asusta a diario a los chilenos con la posibilidad de que la delincuencia común y el “caos” de inconformismo social puedan amenazar sus modestos bienes, su inestable fuente laboral y precarias remuneraciones. Aunque la inmensa mayoría del país sabe, por ejemplo, que nuestro sistema previsional es injusto y que las AFPs se roban sus ahorros, hasta hay quienes creen que la situación podría ser todavía peor si el Estado le pusiera freno a la especulación de las cuatro o cinco empresas hacen con los fondos aportados por los trabajadores para alcanzar una digna pensión de retiro.

De esta forma, cuando se advierte que los que jubilen en los próximos años no recibirán una pensión promedio que supere los doscientos o trescientos mil pesos mensuales, todavía se teme que los multimillonarios fondos administrados por estas entidades pudieran serles arrebatados y las pensiones que reciban sean peores que las actuales. Aunque casi todos concuerden y hasta salen a las calles convocados por No+AFP, se sigue dudando de que el sistema de reparto y la regulación del Estado pudiera ponerle fin a escandaloso fraude previsional. Sin observar las onerosas pensiones que reciben los jubilados de las Fuerzas Armadas y policiales que continuaron con el sistema antiguo y solidario, previendo certeramente que la Reforma Previsional impulsada por la Dictadura y mantenida por sus sucesores en La Moneda solo le acarrearía beneficios a las actuales administradoras de sus cotizaciones.

Por otro lado, la realidad de los cotidianos asaltos que sufren los transeúntes, automovilistas y los millones de habitantes en sus propias viviendas lleva a muchos a preferir un gobierno que promete acrecentar más la represión policial, cuando ya resulta innegable que buena parte de las bandas delictuales están integradas por los propios policías o protegidas por éstos. Cuando, incluso, los trágicos sucesos de la Araucanía tienen como hechores intelectuales y materiales a los propios carabineros instruidos para defender los privilegios de los poderosos empresarios de la zona y no los derechos de los comuneros mapuches. Aleccionados por sus superiores, como ahora se sabe, para entregar versiones falsas y eliminar evidencias ante el Ministerio Público y los jueces, a propósito del homicidio de un nuevo joven de esta etnia en manos de un comando altamente militarizado dispuesto por las autoridades para acosar y acribillar a quienes luchan por sus derechos ancestrales.

Desde hace mucho tiempo existe la presunción fundada, también, que desde las” fuerzas del orden” se organizan y amparan las acciones de los encapuchados que irrumpen en las protestas callejeras con la misión de desacreditar las justas demandas sociales, sembrando el caos vial, destruyendo locales comerciales y causando toda suerte de desmanes. Pero lamentablemente, hay muchos chilenos que no quieren asumir esta realidad y terminan avalando que el presupuesto fiscal le otorgue más recursos a los represores. Los mismos que le dotan a la prensa abyecta del sistema aquellas impactantes imágenes y caprichosas versiones sobre lo que pasa en estas movilizaciones que, por lo general, se proponen ser pacíficas y bien acogidas por la población.

Desde antiguo la derecha siempre ha sido muy diestra en administrar el miedo de la población, en propiciar los gobiernos “duros” y las legislaciones más estrictas para combatir a los que quieren en justicia subvertir el orden vigente, clamando justicia social. Por lo mismo es que los militares y policías son siempre instrumentos tan propicios en su desempeño político y carrera política de los grandes delincuentes de cuello y corbata que vienen ahora imponiéndose varios de nuestros países, protegidos por las propias leyes que se dictan a fin de coludirse, estafar a los consumidores y resultar finalmente impunes en los Tribunales. Es el común denominador de los Piñera, de los Macri y de los Bolsonaro con su enriquecimiento ilícito, sus discursos populistas y destinados a obtener el apoyo de los más ignorantes e irreflexivos que abundan en países como los nuestros en que la educación no es democrática. Por esto, la existencia de la delincuencia común y del narcotráfico que asolan a nuestras poblaciones son las grandes aliadas electorales de la derecha y su cínica promesa de combatirlas.

Por cierto que es contrario al ideario derechista la equidad social, el respeto de los Derechos Humanos y el acceso colectivo a la salud o a un salario justo. El régimen capitalista solo aspira a la obtención de mano de obra barata y recursos naturales para dotar de utilidades lucrativas al capital nacional y foráneo. Así sea, también, estresando a nuestro medio ambiente y agotando nuestras reservas; con un desprecio absoluto por fenómenos como el del calentamiento global. Qué duda cabe que nuestro actual gobierno cuando propicia el desarrollo de recursos energéticos limpios, ciertamente no está motivado por garantizarle a los chilenos un medio ambiente sano, sino por la posibilidad de desarrollar buenos negocios a propósito de las favorables condiciones que ofrecen, en este sentido, nuestro territorio y diversidad climática.

Por esto es que la principal corrupción de quienes se decían demócratas o izquierdistas es haberse “reciclado” ideológicamente para adoptar los disvalores de la derecha, de la sociedad de consumo y la programada desigualdad social. Una descomposición moral que los ha llevado a perpetuar la constitución de Pinochet por cerca de tres décadas, mantener las graves asimetrías en los sistemas de salud y a rendirse a las presiones del mundo castrense, insaciables en su carrera armamentista como, ahora, en sus operaciones fraudulentas.

Es obvio que en esta degradación han influido mucho los sobornos y el cohecho propiciados por el alto mundo empresarial a la hora de legislar y financiar el oneroso gasto electoral. Cuando hoy es la propaganda y no la idea la que manda y marca los escrutinios .O son los temores y no las justas vindicaciones las que modelan las actitudes de quienes todavía concurren a sufragar, en un continente que crecientemente pierde la esperanza en la política. Cuando los partidos se han hecho meramente “instrumentales”, como se ha dicho y se repite, escupiendo la memoria de los grandes referentes libertarios que incluso dieron la vida por un objetivo hoy casi impronunciable como el de la “justicia social”. Cuando la “democracia” es un término universalmente vacío y en boca de los más tenebrosos gobernantes de todo el mundo. Así como la palabra  socialismo enrojece la cara de quienes nos cogobiernan con la derecha. En Chile y en otros países.

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