Juan Pablo Cárdenas S. | Martes 25 de septiembre 2018
Al término de las Fiestas Patrias la población chilena logra elevar su peso promedio por el descontrolado consumo de alcohol, gaseosas y comida chatarra. El número de víctimas fatales por accidentes derivados de la conducción en estado de ebriedad durante el feriado supera a los de los otros meses del año. Y este año, con cinco días de asueto, la cifra de muertos y heridos supero, por supuesto, lo sucedido en los años anteriores.
El 19 se septiembre es el día de las glorias de nuestro Ejército y siempre incluye una ostentosa y onerosa Parada Militar que obliga a las más altas autoridades a concurrir a un desfile decimonónico, millonario y cargado de expresiones chauvinistas o patrioteras de boca de los propios uniformados y de los políticos abyectos a las Fuerzas Armadas.
En una y otra alocución se destaca siempre la fidelidad de nuestras ramas de la Defensa Nacional con los intereses de la patria y la protección de nuestra soberanía. Aunque ya sabemos que nuestros “valientes soldados” en su historia han victimizado a cientos de miles de compatriotas con sus reiterados cuartelazos y conocidos campos de tortura y exterminio. Se advierte, también, una gran falacia como es aquella de que nuestros militares no deliberan, por lo que serían siempre obedientes del poder civil. Por cierto, una aseveración que no resiste análisis alguno, después de que el gobierno constitucional de Salvador Allende fuera derrocado cruentamente por la conspiración castrense para instalar a un tirano que humilló a nuestro país por casi dos décadas.
Cuesta explicarse cómo nuestras Fuerzas Armadas han logrado acometer tantos despropósitos sin que sus oficiales deliberen y siempre proclamándose respetuosos de la Constitución y las leyes de la República. De allí que haya quienes quieren que se legisle para darle a nuestras ramas de la defensa la posibilidad de pensar y discutir todos sus actos y, por qué no, practicar formas de democratización al interior de los cuarteles, a cambio de esa arbitraria e irreflexiva verticalidad del mando. Mediante la cual, Pinochet y sus secuaces corrompieron a muchos de sus subordinados, llevándolos a atentar contra la inerme población civil.
De esta forma, los uniformados podrían actuar más eficientemente para resguardar nuestra soberanía y descubrir cómo, en medio de los tedeum, las fondas y las propias piruetas belicistas, Chile sigue vendiendo su soberanía a los intereses extranjeros, pese a que en sus discursos nuestros cancilleres advierten que nuestro país no cederá ni un metro de territorio a los países vecinos. Desafiando incluso la posibilidad de acatar una eventual resolución del Tribunal Internacional de la Haya si es que éste acogiera las demandas bolivianas.
Nos inclinamos a pensar que si nuestros oficiales deliberaran siquiera un poco ello sería muy saludable en relación a nuestro porvenir. Sobre todo si recogieran informes de sus propios servicios de “inteligencia”, podrían alertarse de la forma en que el litio, ahora la propiedad y explotación de nuestra principal reserva minera está ya siendo “negociada” con China, el país que más consume y consumirá este producto estratégico en los años y décadas venideras. Se informarían de que la Fiscalía Nacional Económica ha decidido apoyar la venta de más de un 20 por ciento de Soquimich a los chinos, lo que les daría a los orientales varios asientos en el directorio de esta empresa, y la posibilidad de conocer y objetar sus políticas de inversión y desarrollo. Considerando que en la actualidad una gigantesca cuota del litio mundial es producido por este país en yunta con la principal empresa estadounidense de este rubro. En esto de que las potencias aunque se agredan verbalmente ante el mundo, por debajo establecen importantes e irreversibles acuerdos.
También los militares podrían hacer levantar su voz para que los integrantes del Tribunal de Defensa de la Libre Competencia se den cuenta de la maniobra de la Fiscalía Económica y del inmenso y bien aceitado lobby que algunos políticos están haciendo para que la empresa de Julio Ponce Lerou ceda mucho más que un metro de propiedad y soberanía en la explotación y comercialización del litio. Y más bien el Estado chileno se avenga a recuperar una empresa tan importante para nuestra prosperidad nacional. Quizás una advertencia castrense podría hacer reaccionar a los partidos políticos, gobernantes y legisladores antes que se selle un acto tan deleznable en contra de nuestro patrimonio territorial y dignidad patria.
Es cosa de ponerse a pensar lo grave que sería una venta de nuestras reservas de litio a una potencia como China que en la explotación de este recurso tiene como principal aliado a los Estados Unidos. Ciertamente, sería prácticamente imposible que en el futuro pudiéramos revertir una situación así, cuando se supone, además, que el interés chino por controlar parte de Soquimich tiene por objeto controlar el precio del litio a nivel mundial y asegurarse la producción y venta del yacimiento que comparte con el país de Trump en Australia. Cuando se sabe que en ese país, como en el Desierto de Atacama existen las dos mayores reservas de este producto en un mundo vital para el desarrollo de la energía limpia y renovable, entre otras múltiples aplicaciones.
Cómo quisiéramos ver a nuestras Fuerzas Armadas reaccionar a tiempo y no hacerse cómplices de otra de las más severas traiciones a la Patria. De esta forma, realmente pudiéramos abrigar una genuina reconciliación cívico militar. Y hasta pudiéramos llegar a entender de alguna manera el dispendio de nuestra carrera armamentista, al descubrirse que tiene también por objeto velar por la integridad de nuestras fronteras y reservas naturales. Con ello, les darían una verdadera lección a los políticos cooptados por los intereses foráneos. Incluyendo a aquellas expresiones de izquierda que debieran hacerse las más sensibles a esto e impedir que otro país imperial se instale también al interior de nuestras fronteras.