Juan Pablo Cárdenas S. | Lunes 5 de febrero 2018
Desde las últimas elecciones presidenciales nunca habíamos observado tanta dicha en el rostro del Intendente de Santiago, Claudio Orrego, al dar cuenta del éxito obtenido por la competencia automovilística de la Fórmula “E”. Un evento organizado en el corazón de Santiago con la anuencia de tres alcaldes y la consabida molestia de miles de habitantes que vieron interrumpido el tránsito, afectadas sus rutinas diarias y desplazamientos, sin que nunca fueran consultados, por supuesto, como podría haber sucedido en un país en que la opinión de las personas y de los vecinos es debidamente considerada.
Para el señor Intendente, esta “fiesta del deporte” nos permitió mostrar a Chile en todo el mundo y dejarlo incorporado dentro de las ligas mayores en la práctica de una actividad en que los autos de carrera son eléctricos, no queman combustibles fósiles ante los ojos y narices de los espectadores, pero de todas maneras su energía proviene, finalmente, de las centrales hidro o termoeléctricas.
Ojalá los alcaldes UDI y el intendente todavía demócrata cristiano que tanto se involucraron en esta iniciativa nos rindieran un informe serio y detallado de cuánto se gastó y se recuperó en esta Fórmula “E” que por horas quiso igualar al centro de Santiago con el de Montecarlo, en el Principado de Mónaco. Seguramente, para darle al mundo la impresión de que somos también un país desarrollado y con lo cual se avalara aquella observación que algún día hiciera el actual alcalde de Las Condes en cuanto a que somos un país mediterráneo o europeo, pero ubicados en un mal barrio en el Orbe.
Es muy probable que lo mejor de esta jornada sea que algunas avenidas y calles por donde corrieron los bólidos fueran asfaltados, cuando ya los hoyos y otros baches tanto dificultaban el desplazamiento habitual de automóviles y de los buses del Transantiago. Para ello hubo recursos y mano de obra, así como para la implementación de diversos recursos de protección, entre los que también se consideró capturar a cientos de perros vagos y retenerlos en el Parque Metropolitano, no tanto por su seguridad, sino por la de los competidores. Para, de paso, por supuesto, proceder a esterilizarlos…
En el país presumido que somos, muchos celebraron esta competencia como una enorme contribución a lo que se llama nuestra “imagen país”, aunque prevalecieron las críticas por sobre los elogios y hasta es posible que los organizadores internacionales de esta Fórmula “E” decidan cambiarse de país. Pero muchos lo que realmente sentimos es de haber hecho nuevamente el ridículo en el esfuerzo por parecer lo que no somos o nos falta mucho por recorrer para que se cumpla el sueño del presidente recientemente electo de transformar a Chile en un país del Primer Mundo con su nuevo gobierno y el que le siga. Esto es, en ocho años más, según sus vaticinios.
Pese al jolgorio de las autoridades, no podemos soslayar las recientes cifras entregadas por el Instituto Nacional de Estadísticas, en cuanto a la nueva cifra del desempleo (6.4 %), porcentaje que en realidad se eleva hasta el 15.8 por ciento cuando se suma a las personas que trabajan “involuntariamente y a tiempo parcial”. Trabajadores que en un 30 por ciento del total de nuestra población activa tienen un empleo informal, sin previsión social alguna y sin seguros de salud.
Cifras, sin duda, pavorosas y que ratifican nuestra condición de ser uno de los países más desiguales de la Tierra, en que el salario promedio que se obtiene entre los ingresos de los más ricos y los de los pobres, no supera los 350 mil pesos mensuales. Es decir, algo así como unos 500 dólares. Un contraste brutal con las utilidades obtenidas el año pasado por los bancos que alcanzaron los 3 mil 636 millones de dólares según un artículo de El Mercurio que, por cierto, destaca el hecho de que estemos todavía en “desaceleración”.
No sabemos si los que vinieron a Chile a participar de esta carrera “ecológica”, se habrán enterado de los graves sucesos en la Araucanía, la que vive una severa confrontación social que en otros países ya habría sido asumida como una verdadera guerra civil, en que todos los días se suceden los incendios intencionales, la destrucción de maquinaria agrícola y de transporte, los bloqueos de nuestras carreteras y caminos, además de toda suerte de litigios judiciales, incluidos crímenes alevosos y espeluznantes. Tampoco estamos seguros cuánto podrá estar afectando a nuestra “imagen país” la vergonzosa controversia entre los fiscales del Ministerio Público y los Carabineros, cuando estos últimos son sindicados por el Ministerio Público de haber fabricado falsas pruebas para incriminar al pueblo mapuche. Todo un incidente que tiene a muy mal traer a nuestro tan proclamado “estado de derecho”, cuando la policía uniformada, para colmo, está severamente involucrada en los actos de corrupción y desfalco más millonarios de nuestra historia.
También desconocemos si en otro país serio y democrático del mundo, en medio de todo este caos, al superior de la policía uniformada se le ocurra partir de vacaciones a Miami, para tener que volverse al día siguiente exigido por la Presidenta de la República. Quien insiste en mantenerlo en su cargo, curiosamente, pese a las múltiples y transversales peticiones para que sea removido.
¿Es que sabrá mucho e general Villalobos como para mantenerse en su cargo contra viento y marea? Es que, ahora, con la proximidad del Festival de Viña del Mar le continuaremos “vendiendo” al mundo lo que realmente no somos y, así, ¿seguir juntando la mugre debajo de las alfombras?