Juan Pablo Cárdenas | Jueves 12 de abril 2018
En 1973, Pablo Neruda alcanzó a escribir y difundir su Incitación al Nixonicidio, una verdadera ráfaga poética contra las acciones del gobierno estadounidense para desestabilizar al gobierno de Allende y provocar su derrocamiento. Un escrito que lo distinguió por su compromiso político y ético, advirtiéndonos a los chilenos de la forma en que operaba el imperialismo y que, de hecho, después explicó nuestro Quiebre Institucional, a causa de la acción desestabilizadora de Nixon y su ministro Kissinger venían implementando para frenar el auge de los regímenes de izquierda en todo nuestro continente.
Hoy, a varias décadas, un nuevo gobernante, aún más desquiciado y temerario que aquél, tiene en peligro no solo a las naciones latinoamericanas sino al mundo entero. Cuando en sus atrevidas bravatas reparte amenazas de todo tipo contra todos los gobiernos y pueblos que Trump verdaderamente menosprecia en el mundo y sobre los cuales hace gala de su ignorancia y descriterio.
El constante alejamiento de funcionarios de su gobierno, que prefieren renunciar a sus cargos antes que hacerse cómplices y encubridores de este siniestro personaje, habla de la gravedad que representa su permanencia en el gobierno más poderoso de la Tierra, como de la necesidad de que los propios estadounidenses discurran una salida política que salve al mundo entero de un gobernante que, tal como se ve, puede llegar a ser tan nefasto como el mismo Hitler y otros deschavetados tiranos. Cuando se sabe, además, que Trump evidentemente participa de las ideas del genocida alemán y ejerce un idéntico racismo hacia los pueblos no caucásicos. Un sujeto, asimismo, que habla con la arrogancia de los multimillonarios y todos los días evidencia vicios y delitos abominables para practicar sus amoríos y satisfacer su irrefrenable concupiscencia.
En lo que sería su primer viaje a América Latina, Trump debía llegar a Perú para participar de una nueva cumbre de las Américas, a la que concurrirán también representantes de algunas naciones europeas y otras diversas personalidades del mundo político y diplomático mundial. Sin embargo, el Presidente de Estados Unidos ha desistido de cumplir con este compromiso, alegando que preferirá monitorear desde Washington las acciones de represalia que se propone descargar contra de Siria, ante la supuesta agresión con armas químicas del régimen de Bachar El Asad contra un poblado civil en la guerra civil de este país.
Pero se trata, sin duda, solo de un pretexto que le permite a Trump demostrar su desprecio por nuestra región y esta cumbre en Lima, cuando hoy cualquier acción que quiera tomar un gobernante como él puede, en realidad, ejecutarla desde cualquier punto de la Tierra, salvo que ésta pudiera ofrecerle riesgos a su persona que lo convenzan de guarecerse en un lugar seguro. Lo más probable es que tampoco Trump quiera exponerse ante mandatarios como los de Bolivia, Venezuela, México y otras que, sin duda, podrían aprovechar encuentros multinacionales como éste para enrostrarle cara a cara sus despropósitos, entre los que se propone amurallar su frontera sur a objeto de frenar la inmigración de latinoamericanos a Estados Unidos.
Todo un desaire, sin embargo, que todavía no merece el reproche de nuestros gobernantes y, por el contrario, hasta provocan benévolos comentarios que lo exculpan de asistir a Lima. Una actitud que, sabemos, es muy propia de las naciones y políticos vasallos del Departamento de Estado y la CIA que, tal como en 1973, prefieren callar que denunciar estas ilícitas intervenciones norteamericanas en todo el mundo.
Pero lo grave es que entre tantos analistas internacionales, intelectuales y artistas que todavía presumen de progresistas, latinoamericanistas o tercermundistas no haya una reacción más encendida contra los despropósitos de TRUMP y, como lo hizo Neruda, alerten al mundo de sus aviesos propósitos. Haría falta ahora que surgieran varios “Trumpicidios” antes que siga incubándose en la Casa Blanca un monstruo como los que han asolado al mundo en toda nuestra historia.
En particular, cómo nos gustaría que desde las expresiones más nuevas y vanguardistas chilenas se leyera lo que entonces escribió nuestro Premio Nobel y eso recuperara el viejo antimperialismo de la izquierda, a pesar de que el uso de este término prefiere eludirse en la actualidad, cuando los despropósitos hegemónicos de Estados Unidos y otras naciones siguen totalmente vigentes y nos han reinstalado en una nueva Guerra Fría. La que, por supuesto, Trump parece propuesto a derivar en una nueva conflagración mundial.
Ya sabemos que muchos de los movimientos y partidos políticos que alguna vez salieron a marchar en contra de la Guerra del Vietnam, hoy han sido cooptados y reclutados por los intereses estadounidenses. Al tiempo que los dirigentes de antaño se han convertido en jefes de estado, cancilleres y legisladores que prefieren practicar la connivencia con los Estados Unidos y las transnacionales enseñoreadas en nuestros territorios gracias a la transgresión ideológica y el oportunismo que han tomado las riendas de tantos referentes del vanguardismo.
“Pongamos frente al paredón de la historia a un frío y delirante genocida”, decía entonces nuestro Pablo Neruda, en la presentación de ese manifiesto que hoy recordamos a fin de alentar un nuevo magnicidio intelectual y político. Aunque sea solo poético como aquél pero que se constituya en verdaderamente letal al voluntarismo de gobernantes como el actual morador de la Casa Blanca.