Juan Pablo Cárdenas S. | Domingo 27 de mayo 2018
Cuando nos acercamos a los tres meses de un nuevo gobierno de derecha, sigue siendo muy desesperanzador lo que ocurre en el amplio mundo de los que resultaron derrotados en las urnas o alcanzaron un número de votos que, si bien significativo, es todavía muy insuficiente para asegurarles a unos u otros en retorno o el acceso a La Moneda. Pese a los desaciertos de Sebastián Piñera y sus colaboradores, de todas maneras, se aprecia en ellos un proyecto de país que, aunque le da continuidad al actual régimen, ha sido capaz de asumir banderas que hasta hace poco pertenecían a los sectores que hoy forman parte de la oposición.
La Democracia Cristiana y el PPD, por ejemplo, por mucho que intenten renovar a sus directivas, ya ha sufrido una deserción muy masiva de sus militantes y ya se ve que entre sus dirigentes las ambiciones personales son las que marcan su principal quehacer. De la misma forma en que se asume que entre los socialistas hay dos “almas” internas que los estresan y otras expresiones de lo que fue la Concertación o la Nueva Mayoría ya no tienen siquiera en las cuotas de poder que les asignaron sus gobiernos los estímulos que les prolongara artificialmente sus existencias.
De allí hacia la izquierda, la verdad es que el panorama es todavía muy confuso y no se aprecia con claridad que el Frente Amplio pueda culminar en una sola expresión político electoral. Se han hecho evidentes las controversias entre los distintos partidos y grupos que integran este referente y ante los temas nacionales e internacionales a menudo se escucha a sus dirigentes justificar sus flagrantes contradicciones y diferendos. El tema de Venezuela, de Cuba, de Corea del Norte y otros está demostrando sus profundos disensos, lo que no sería tan grave cuando algunos de éstos han coincidido con las posturas del centro y de la derecha, siendo a la vez funcionales a los dictados de Donald Trump. Quien, como sabemos, ya les ha advertido a todos los gobiernos y políticos latinoamericanos que estará muy vigilante de las posiciones que adopten respecto del gobierno de Nicolás Maduro, cuyas recientes elecciones no son reconocidas por Estados Unidos y sus regímenes satélites de la Región, entre éstos el de Chile. Un desvergonzado que acaba de lamentarse, además, de que haya países incapaces de discurrir en un líder como Augusto Pinochet.
Aunque creemos que en el mundo de la izquierda no tiene porqué haber unanimidad en su forma de mirar al mundo y las relaciones internacionales, lo que echamos realmente de menos es que en el plano nacional sus expresiones no hayan llegado a consensos ideológicos y programáticos que animen a los ciudadanos a optar por la izquierda en los comicios venideros. Es más, parece bien difícil de alcanzar todavía este objetivo cuando el debate entre sus expresiones sigue acotado a cuestiones que dicen relación con estrategias electorales por sobre cualquier otro propósito. Es este sentido, es mucho más probable que las organizaciones sociales tengan más claridad en relación a los temas más acuciantes de nuestra población, tales como la salud, la educación, la seguridad pública y la situación medioambiental. Así como respecto de las luchas de los mapuches y las movilizaciones estudiantiles, entre otras.
Dificultamos que, en materia de previsión social, reforma tributaria, acotamiento del gasto militar, por ejemplo, exista un mínimo común denominador. Tampoco apreciamos una visión común en nuestras izquierdas respecto de cómo reformar nuestro sistema institucional que ya ha consagrado por tres décadas la constitución pinochetista, su régimen autoritario y las mínimas expresiones de soberanía popular. Lo que se ha agravado en los últimos años con la influencia del dinero en el financiamiento de la política, la concentración informativa y, desde luego, la corrupción. Un fenómeno que al menos ha rozado a algunos líderes vanguardistas en su lamentable transversalidad.
Lo que apreciamos, desgraciadamente, son expresiones mediáticas muchas veces digitadas por manos inexpertas y de nula solvencia ideológica, que hacen política a través de las redes sociales y sed han acostumbrado a emporcar sus propios nidos en busca de audiencia. Carentes como están de ideología, de compromiso con la redención de los pobres y marginados, así como renuentes a reconocer los valores universales y a ejercer solidaridad mundial. Que se demuestren nítidamente antiimperialistas y estrechamente vinculados a las demandas y organizaciones sociales.
Medios y figuras sin consonancia con los Derechos Humanos y siempre soslayando una franca condena a los despropósitos de las naciones hegemónicas que pisotean a diario la libre determinación de los pueblos y llaman explícitamente a derrocar a aquellos regímenes que no les gusta a la Casa Blanca y al modelo económico impuesto por el “libre” comercio”. Activistas cibernautas y anónimos cuyas actitudes más bien nos recuerdan las de los fascistas y neofacistas europeos, más que un genuino progresismo.
En momentos de aflicción popular, en medio de la más escandalosa inequidad, con una de las poblaciones más endeudadas del mundo y ante los abusos del poder económico nacional y transnacional, la verdad es que carece completamente de sentido que haya triunfado un candidato de derecha obligado, por lo demás, a convocar a las fuerzas más extremas de la reacción para asegurarse una mayoría electoral, que tampoco alcanza el 50 por ciento de los sufragios emitidos y, mucho menos, el apoyo de la mitad de los ciudadanos en condición de sufragar. Fenómeno que claramente se explica en sus divisiones y ausencia de ideología y propuestas. Y nos van alertando de lo peor: el desencanto del pueblo por la política y la propia democracia que hace ufanarse a una clase política que, en general, lo que más les obsesiona es gobernar sin saber para qué.