Juan Pablo Cárdenas | Lunes 9 de abril 2018
Parece perfectamente natural que los gobiernos, cualquiera sea su orientación política, busquen ampliar su base de apoyo e incluso alcanzar un alto consenso con sus opositores. Imaginamos que, en la necesidad por obtener mayoría parlamentaria en favor de sus próximas iniciativas de ley, Sebastián Piñera ha convocado a estas comisiones pre legislativas a distintos políticos y representantes de casi todo el espectro político del país. A las cuales se apersonan con entusiasmo los más variados congresistas, algunos ex ministros y hasta emblemáticos alcaldes. Tanto así que uno de sus adláteres de la centro derecha llegó este fin de semana a asegurar que el Presidente se ha convertido en un verdadero estadista por esta republicana apertura y tolerancia, incluso si con ello irrita a las colectividades oficialistas que ven con remilgos, por cierto, tanta condescendencia con el centro y la propia izquierda.
Más allá de sus loables propósitos, no tenemos duda de que el Primer Mandatario logra con sus “cantos de sirena” confundir al amplio mundo de la oposición, introducir severas cuñas al interior de sus partidos y dificultar, de paso, todos sus intentos por conciliar y aunar a quienes fueran derrotados en las últimas elecciones presidenciales. De esta forma es que, mientras algunos políticos demócrata cristianos y hasta del Frente Amplio concurren a La Moneda, otros como el ahora senador José Miguel Insulza deben masticar su frustración por haber recibido una expresa orden de su Partido Socialista de abstenerse de tan conciliábulo en La Moneda. Toda vez que recién volvía del bullado viaje a La Haya donde la derecha y la izquierda unidas (al decir de Nicanor Parra) fueron juntos y revueltos a mostrarle los dientes a la demanda de Evo Morales. Aunque en este caso sin tener la certeza de que no serán vencidos por el próximo fallo del Tribunal Internacional de Justicia.
Desde luego que la prohibición socialista a la concurrencia de Insulza a La Moneda obra en favor de éste cuando este partido ni siquiera le ha dado fundamento a su perentoria y extemporánea orden, ni tampoco realizara algún evento interno donde se discutiera en profundidad si convenía o no desestimar estas invitaciones del Oficialismo. Un debate que, por supuesto, tampoco han realizado otros referentes y que explicarían que el alcalde de Valparaíso, el joven y reputado Jorge Sharp, ya se haya presentado en La Moneda causando estupor en las huestes del Frente Amplio y los partidos que integran una coalición que se muestra cada día más desunida o dispersa.
También resultó muy incómodo para muchos dirigentes falangistas que su propia ex candidata presidencial, Carolina Goic, se haya retratado con Piñera y los miembros de esta primera comisión pre parlamentaria, aunque las críticas en este caso fueron más discretas o encubiertas, tratándose de los esfuerzos de esta colectividad por evitar más fugas de militantes y dirigentes. Para retener en el Partido, por ejemplo, a díscolos como Mariana Aylwin, Soledad Alvear y Gutemberg Martínez, a pesar de que el senador DC de la Araucanía, Francisco Huenchumilla, acaba de declarar a esta Radio y Diario que la crisis demócrata cristiana está al borde de convertirse en “terminal”. Reconociendo que esta colectividad está cruzada por diferencias ideológicas e intereses que no marcan ya un mínimo denominador común.
Quizás lo más patético sea lo que ocurre en el PPD, donde la merma masiva de militantes no es obstáculo para que unos diez dirigentes de la más rancia cúpula estén afanosamente trabajando por presidir el Partido formado por Ricardo Lagos, sin que éste lograra imponerse como candidato presidencial en los últimos comicios y, muy por el contrario, recibiera sucesivos portazos a sus pretensiones de todos los integrantes de la coalición bacheletista. Entidad que ya ha recibido varios certificados de defunción en las últimas semanas, por más que algunos comunistas sigan empeñados en mantenerla vigente, seguramente para no sentirse tan solos dentro del espectro partidario. Ciertamente que los pepedés, los propios socialistas, la DC y radicales están mucho más preocupados de arreglar los temporales que siguen agitando a sus colectividades, antes que preocuparse por las convocatorias de Piñera. Las cuales, por supuesto, se proponen también atizar el fuego dentro de la oposición y hasta al interior de la UDI y de los otros referentes que apoyaron su reelección presidencial.
Efectivamente, parecía realmente iluso que los partidos pudieran superar sus malas prácticas en tan poco tiempo. Ni el triunfo o la derrota electoral lo ha permitido y, si la batahola política no se ha hecho más drástica, es más bien por una disquisición o prevención táctica de cuándo ejercer con contundencia la oposición al nuevo Gobierno, o hasta cuándo mantener una unidad que es más ficticia que real en la derecha. A pesar de que, con la velocidad de un rayo, personajes como José Antonio Kast y Manuel José Ossandón ya le sacan punta a sus aspiraciones presidenciales.
Ya se ve que el viejo propósito de “dividir para reinar” sigue en el libreto de los gobernantes y siempre gana incautos entre los oportunistas, como entre los que juegan a mostrarse como ponderados, lo que tanto dividendo les da a los que medran del llamado “servicio público”. Así como se vuelve a comprobar que en la pérdida de sus cargos haya quienes se empeñen ahora por acceder al timbre y la campanilla de sus colectividades, para así quedar bien ubicados para las nuevas oportunidades que les ofrecerá la “democracia competitiva” a los operadores políticos y a las colectividades de papel.
En ello quizás de explique el afán del diputado Marcelo Díaz de fundar una nueva tendencia o “sensibilidad” dentro del partido de Salvador Allende, para esta vez abogar por las ideas socialistas tan dormidas durante los gobiernos de la Concertación y de la fenecida Nueva Mayoría. Y, nos imaginamos, quedar también en buena posición para catapultarse en cuatro años más al Senado o, retornar al Ejecutivo, donde su presencia fuera tan fugaz, como podemos recordarlo.
Así como, después de ganar muchos votos y diputados, los partidos más hegemónicos del Frente Amplio intentarán sacudirse de los chicos y de algunas peculiares figuras de la farándula llegadas por sorpresa o impensadamente al Poder Legislativo. Mientras que los más añosos barones de la política se convencen que su sobrevida es breve y que es preferible asegurarse algún cargo con Piñera ya sea de asesor, embajador o integrante de algún directorio público, en vez de esperar el muy hipotético regreso de sus colectividades a La Moneda. Sobre todo cuando sus más jóvenes camaradas han heredado la misma voracidad de sus antecesores. Sumado, para colmo, una brutal irreverencia y desdén hacia sus trayectorias y castas. Por más que, incluso, hayan alcanzado la primera magistratura.